Lo recordaron el Partido Comunista y la FJC de Corrientes al cumplirse el 55 aniversario del Correntinazo, que tuvo lugar en medio de un contexto que fomenta la reflexión sobre mucho de lo que pasa ahora mismo.
“Seguimos recordando a nuestro compañero Juan José Cabral, asesinado por la Policía de Corrientes, y a la lucha obrero estudiantil que fue clave para derrocar a la dictadura de Onganía”, señalaron el Partido Comunista y la FJC de esta provincia al cumplirse el 55 aniversario del Correntinazo y destacaron que “como en ese momento, la lucha fue por la no privatización del Comedor Universitario y hoy seguimos luchando por una universidad pública, gratuita y popular, enfrentando al gobierno de Javier Milei que pretende arrasar con todos los derechos conquistados por el pueblo argentino”.
Y, en este sentido, sostuvieron que “también hacemos responsables a las distintas gestiones que pasaron por el Rectorado de la Universidad Nacional del Noreste desde 1983, por el avance privatizador que experimentó nuestra universidad”, algo que se verifica en la imposición de “exámenes de ingreso restrictivos, aranceles encubiertos y no tanto”, así como en la tercerización del comedor universitario, “cuya consecuencia hoy es un ticket de 1.800 pesos”.
Por lo que hicieron hincapié en que “luchamos por un proyecto de país en el que quepamos todos y todas”, de ahí que “no vamos a defender los kiosquitos de quienes rifaron la universidad pública en los últimos cuarenta años”. Y recalcaron que la lucha es contra Javier Milei y “todas la medidas que le impiden al noventa por ciento de nuestra juventud acceder a la universidad”.
El Correntinazo tuvo lugar en un ambiente atravesado por una creciente toma de conciencia del movimiento estudiantil, especialmente el universitario, en Argentina y otros puntos del planeta. Pero aquí tuvo un rasgo distintivo que fueron los lazos que esa lucha supo construir con la que venía librando el movimiento obrero sindicalizado.
En lo inherente al marco internacional, en el telón de fondo de estas jornadas aparecen el Mayo Francés, la Revolución Cubana y el Che con su idea de propalar la lucha construyendo “muchos Vietnam”. Por supuesto, también estaba ahí la resistencia del pueblo vietnamita y todo lo que esto generaba entre sectores juveniles, estudiantiles e intelectuales estadounidenses que se rebelaban contra la intervención de su país en el sudeste asiático.
Y en Argentina eran los años en los que el clasismo ganaba espacio en sindicatos industriales y, desde ahí, imponía condiciones. Por eso hablar de esos años es hacerlo sobre el sindicato de Luz y Fuerza con Agustín Tosco, Elpidio Torres en el Smata y Atilio López en la UTA. También del Sindicato de Trabajadores de ConCord y del Sindicato de Trabajadores de MaterFer, es decir Sitrac y Sitram. Y, por supuesto, del Cordobazo.
Es que durante 1966, Juan Carlos Onganía había derrocado a Arturo Ilia y asumió como presidente de facto de la “Revolución Argentina”, un intento ultraconservador e integrista que aspiraba a hacer en el país algo parecido a lo que hizo Francisco Franco, tras la guerra civil española.
Onganía perpetró el golpe apadrinado por la facción de clase capitalista que actúa en el país, más ligada a intereses agropecuarios y en un contexto en el que esa facción había perdido terreno con otra de tipo industrialista, a la que por entonces se solía sintetizar bajo el título de “Los Capitanes de la Industria”.
El golpe fue el 28 de junio de 1966 y un mes después se perpetró el episodio que pasó a la historia como La Noche de los Bastones Largos. Todo fue vertiginoso: palos, intervención, revisión de programas y currículas, persecución a alumnos y profesores, especialmente a los peronistas y comunistas, pero también a otros radicales y liberales. Y la consecuente fuga de cerebros.
Durante septiembre la Policía de Córdoba asesinó a Santiago Pampillón durante una movilización contra la intervención de la universidad. Un dato clave: Pampillón era estudiante universitario, pero también obrero mecánico, lo que habla del perfil de universidad y de país que existía por esos años.
Ya durante 1969, el 15 de mayo en Corrientes, la represión contra la movilización universitaria, dejó como víctima fatal al estudiante Juan José Cabral. Las respuestas no tardaron en llegar desde diferentes puntos del país y, dos días más tarde en Rosario, durante una de esas movilizaciones asesinaron a Adolfo Bello, un estudiante de 22 años. Un día antes, también en Rosario, la policía ultimó a Norberto Luis Blanco, un obrero de quince años de edad.
Con estos antecedentes inmediatos, tuvo lugar el Cordobazo. Durante la primera jornada, la represión policial asesinó a Máximo Menna, que era un obrero del Smata y militante de la UCR ¿Qué pensaría si pudiera ver a su coprovinciano Rodrigo de Loredo?
El saldo de casi un día entero de lucha callejera, en la que participaron obreros, estudiantes y vecinos que no eran ni lo uno ni lo otro, dejó veinte personas muertas por la represión. Pero la Policía tuvo que replegarse, por lo que la cosa sólo fue controlada por el gobierno recién al día siguiente con la intervención del Ejército. Y el destino de Onganía ya había quedado sellado.
Por eso recordar a Juan José Cabral es honrar su memoria y en él la de todos los protagonistas que cayeron durante aquellas jornadas, pero también puede (y debe) convertirse en un disparador que permita reflexionar sobre el significado que la construcción de articulación entre obreros y estudiantil, tiene para pensar una plataforma que, desde abajo, salga al cruce de lo que la clase capitalista que actúa en el país perpetra, ahora mismo, de la mano de la Presidencia Milei.