Pedagogía capitalista. Palos y ajuste para la Pax-Cambiemos. La alternancia tiene bloque. La lucha precisa un centro que la coordine.
El tándem de poder instalado en La Rosada volvió a actuar con coherencia. Adentro del Congreso Nacional, sus representantes políticos dieron media sanción a un Proyecto de Presupuesto (PP) que -tal como se explicó en NP diario de noticias- viene a consolidar y profundizar el carácter drásticamente regresivo que desarrolla el Gobierno Cambiemos.
Mientras tanto, afuera, fuerzas policiales desplegaron un operativo represivo que buscó despejar de manifestantes la zona de Congreso y fue laboratorio de prueba de parte del arsenal que desde hace poco más de dos años viene incorporando el Ministerio de Seguridad, en el contexto de la preocupante alianza gubernamental con Israel y EE.UU.
Pero también quiso tener un carácter pedagógico hacia la sociedad, que pretende infundir miedo y desconfianza, respectivamente, entre quienes se movilizan contra las políticas gubernamentales y aquellos esperan el milagro que convierta al Gobierno Macri en aquel que se prometió en la campaña presidencial.
El mensaje fue también para el núcleo concentrado y duro del macrismo que, desde prejuicios propios de su clase, se alimenta con el dolor de las personas pobres.
Pero, fundamentalmente, con lo de ayer el gobierno le habló a otro destinatario. Cuando mañana el Directorio del FMI se reúna para analizar el próximo capítulo del acuerdo Stand-By con el ejecutivo de Argentina, los que lo defienden, podrán poner arriba de la mesa las imágenes de un gobierno que dice que está dispuesto a sostener el ajuste a cualquier precio.
Es que, al parecer, dentro del Directorio del organismo multilateral, hay voces que dudan sobre la posibilidad de que el Gobierno Cambiemos cumpla con lo que firmó.
Y tienen sus motivos: el tramo inicial del Stand-By habilitado este año, se fue por la cloaca de la timba financiera que benefició a integrantes del staff gobernante y sus amigos, tal como pasó con el producto de la megadeuda que contrajo en sólo dos años.
Por eso es que aparecen rictus ceñudos cuando el ministro Dujovne vuelve a pasar la gorra por Washington. Entre ellos el de Alemania, autor intelectual del ajuste que en sólo cuatro años amputó un 25 por ciento del PBI de Grecia.
Como en ese caso, ahora no se conforma con el slogan del Déficit Cero, por lo que pide garantías para seguir abriéndole el chorro a un gobierno que –aunque ideológicamente del mismo palo-, con razón, coloca en la carpeta de los irresponsables.
Pero por suerte para Mauricio Macri, la titular del FMI, Christine Lagarde, se juega una carta política fuerte con el caso de Argentina. Y también EE.UU. que con la Presidencia Trump, volvió a poner énfasis en la toma de posiciones en aquello que consideran su Patio Trasero, ante el peligro que –consideran- deviene de la consolidación de intereses comerciales, inversión productiva, financiera y en infraestructura, en la que durante la última década avanzó la República Popular China en nuestra región.
¿Y con el ajuste qué?
Lo que el Directorio del FMI autorizaría el viernes puede volver anacrónico el PP que acaba de votar Diputados. Pero, además, es sólo una medida de contingencia que, en el mejor de los casos, le garantizaría al Gobierno Cambiemos la posibilidad de cumplir con el pago de servicios de deuda –que generó desde diciembre de 2015- hasta el final de su mandato.
Todo por medio de un ajuste sobre el ajuste, que impone un costo social de tanta crueldad, que hasta integrantes del propio Staff reconocen que es de difícil cumplimiento.
Así las cosas, el PP permite advertir algo de la verdadera arquitectura del FMI que vendrá después.
Su texto refleja la delegación de soberanía económica y política hacia el organismo multilateral, que el ejecutivo perpetra con la complicidad de los sectores parlamentarios que votaron a favor.
Y, como no puede ser de otra manera, esa delegación política y económica, trae aparejado el cercenamiento de derechos sociales, económicos, políticos, laborales, ciudadanos y humanos. La represión de ayer es una muestra clara.
De esto va el “esfuerzo” que con impostado rictus de dolor, Macri le pide a los argentinos ¿Pero si todo este “esfuerzo” alcanza sólo para que el gobierno pueda llegar a cumplir su mandato, qué va a pasar después cuando sigan cayendo los vencimientos de deuda y ya no quede más resto para seguir esforzándose?
Es ahí donde aparece mucho más visible la coherencia existente entre el plan de contingencia, la arquitectura del Fondo y el diseño que pretende imponer el nuevo orden capitalista global.
Garantizar que el Gobierno Macri tenga habilitados los dólares –que nunca verá el Banco Central- para transferir a los acreedores cuyos vencimientos caen antes de fines de 2019, es una obsesión y prioridad para el ejecutivo.
Pero para el FMI y aquello que representa, es apenas parte de la contingencia enmarcada en una arquitectura que pretende galvanizar el statu quo de Argentina como economía capitalista de segundo orden, habilitada para la circulación y rápida maximización de tasa de ganancia de capital financiero y abierta a la deslocalización que produce bienes exportables a partir de salarios subsaharianos y condiciones laborales y ecológicas horribles.
Para eso debe garantizar una suerte de Pax, que permita la prosecución de lo que desde La Rosada llaman “cambio cultural”, ya sea con integrantes del actual staff gobernante o con algún diseño que surja desde la oposición friendly que, ayer, dio muestras de fe cuando tocó el botón verde que habilitó la sanción del PP.
Entre los que se postulan para suceder a Macri, hay quienes respiran aliviados porque saben que el acuerdo con el FMI brinda argumento suficiente para no avanzar más allá de lo que querrían, mientras que otros comenzarán a resignarse –otra vez- al advertir que desde posiciones reformistas es imposible sortear, con éxito, este ciclo inmerso en la Segunda Crisis de Larga Duración Capitalista, que deja cada vez menos margen a la posibilidad de redistribuir excedente.
Queda claro que este diseño sólo puede traer más tensiones sociales. Para ello, el capitalismo también tiene su solución: ¿si el experimento Bolsonaro salió bien en Brasil, porque no podría pasar lo mismo en Argentina?
Es aquí donde se vuelve necesario contraponer una mirada estratégica, pero también táctica y de coyuntura, al equivalente que con precisión se exhibe desde la otra vereda.
Y esto lleva a tener que ponderar las características geoestratégicas, geopolíticas y geoeconómicas que atraviesan a esta economía-mundo en que vivimos que, como epifenómeno del sistema capitalista, subsume a las formaciones estatales, su economía y política, en un diseño acotado a satisfacer las necesidades de acumulación de la clase capitalista.
De ahí que, para gobernar, se busquen cuadros intermedios formados para actuar al servicio del capital y en la defensa de sus intereses.
Para que quede claro el PP recorta en Salud, Educación, Ciencia y Tecnología, pero vuelve a favorecer al agronegocio cuando exime del pago de Bienes Personales a los inmuebles rurales.
Pero también queda afuera del recorte el área que preside Patricia Bullrich, que este año gastó en armamento antidisturbio más de cien millones de pesos extra.
Es que, inmerso en la crisis que porta en su misma genética, el capitalismo tiene cada vez menos margen para mantener la fachada amable del diseño liberal burgués y, menos, para ofrecer salidas reformistas que en otros momentos le permitieron encontrar el antídoto en la misma crisis.
De ahí que cuando cruje lo que queda del intento de pacto social que hizo el capitalismo en su fase keynesiana, lo que aparece expuesto es el motor permanente, esto es, el antagonismo entre clase trabajadora y el capital.
Y la lucha de clases encuentra, en este contexto, la posibilidad de ganar en nivel de consciencia como consecuencia del carácter epidérmico que adquieren los elementos de la explotación, porque se vuelve inocultable quién la perpetra y la identificación de sus causas.
Pero también que hay alternativas de lucha a partir de la capacidad que, en tanto clase, se tenga para articular. Esto habla de la pertinencia de una reorganización de la lucha de clases que necesita mejores niveles de coordinación, para enfrentar viejas y nuevas formas de explotación como las derivadas del precariado, entre otras.
Por eso, lo del FMI, el PP y el sombrío panorama que delinean, habla de la brutalidad de un capitalismo global que ya no deja sitio para pensar en cualquier variante keynesiana, pero también de la urgencia de recuperar capacidad de resistencia y organización de la lucha colectiva.