El martes pasado falleció Juan Carlos Robles, un camarada que “será un faro que nunca se apagará”, tal como lo sostuvo su amigo Gerardo Granda. Un tipo del que era muy fácil hacerse amigo, como recordamos quienes tuvimos la suerte de compartir militancia con él.
Juan Carlos Robles era un tipo del que resultaba muy fácil hacerse amigo. Esto fue así porque se trataba de una persona solidaria, de esas que no suelen preguntar cuando hay que hacer una gauchada, de esas que siempre están dispuestas a ofrecerse para dar una mano. Esas cualidades eran como una extensión natural de su cosmovisión, de su ideología y quizás por eso fue comunista.
Juan Carlos Robles era un hincha de Racing que con orgullo solía recordar que de pibe vistió la camiseta albiceleste jugando para las inferiores y que una lesión no lo dejó ponerse los botines en primera. Y como a veces parece que es verdad aquello que decía el Flaco Menotti, que se juega al fútbol como se vive, aquel aguerrido número 5 de La Academia, dedicó el resto de su vida a marcar, morder, disputar, dar pelea y buenos pases como militante del Partido Comunista donde se caracterizó por ser un jugador de toda la cancha, de esos que silenciosamente dicen presente cuando hay que cubrir un puesto, cuando el terreno está embarrado y hay que tirarse al piso para marcar.
Y de esto sabía bastante Gerardo Granda, quien milita en el Partido Comunista de San Martín de los Andes, pero conoció a Juan Carlos cuando ambos fueron alumnos del Colegio Pío 12, en la localidad bonaerense de Villa Bosch, “La Italia Chica, llena de ese componente humano de inmigrantes italianos nos fue moldeando”, como rememora” antes de añadir que la vida hizo que volvieran a encontrarse “de grandes, en el Partido, y esa ocasión sólo hizo que la amistad se profundice”.
Desde ese momento los dos amigos de la infancia pasaron a ser, amigos y camaradas, algo que se enriqueció durante “encuentros acá en San Martín de los Andes y muchos en Buenos Aires que nos alegrábamos de compartir con Juan Carlos, extrovertido militante comunista de primera línea con miles de anécdotas partidarias que salían de su boca con largos monólogos, lo que lo hacía un personaje muy querido”.
En la Patagonia “solíamos salir a acampar por las montañas y ríos, siempre conducido por su amor a la vida, al Partido Comunista y a charlar de sus sueños por un mundo socialista”, recuerda tanto como que en una de esas ocasiones “enfrentó con valor a los guardaespaldas de Macri, en el aeropuerto y en su residencia: sólo él, al frente con una bandera pintada en casa y exhibiendo su conocida fuerza y coraje militante”. Por todo esto “recibimos con tanta tristeza la noticia de la partida del camarada, pero también debemos decirle a su amada Betty, a su familia, a sus compañeros y amigos que nunca vamos a olvidarlo, porque Juanca fue y será un faro que nunca se apagará”.
Y esa semblanza honesta y sentida que hace Gerardo Granda, refleja también lo que sentimos quienes compartimos varios años llenos de buenos momentos, durante el paso de Juan Carlos por la sede del Comité Central. Robles falleció el martes pasado como consecuencia de una enfermedad que lo aquejaba desde hace algunos años, pero que nunca logró sacarlo de la cancha. Y, entonces, hasta el final, ese tipo del que resultaba tan fácil hacerse amigo, jugó el partido que había elegido jugar y lo hizo siempre teniendo en claro que formaba parte de un colectivo del que estaba orgulloso, tanto como el Partido está de haber contado con un camarada como Juan Carlos Robles entre sus filas. Un tipo honesto, sincero y sensato, luchador y divertido, de esos con los que se disfruta compartir una charla con la certeza de que de ella siempre va a quedar algo interesante.
Su muerte duele… su huella queda, como queda su imagen atravesada por la sonrisa del entrañable camarada que nunca se pudo calzar los botines de la primera de Racing, pero dedicó su vida a jugar el enorme partido de los que luchan por construir un mundo mejor.