El dólar no espera a fin de año - El precio de la divisa estadounidense cerró la semana cerca de 42 pesos. El problema de los factores externos, lo que dice y oculta Macri ¿Si este es el capitalismo malo, será cosa del volver al bueno?
Al promediar la jornada de hoy, en las principales casas de cambio y bancos de la City porteña, la divisa estadounidense se vendía a 42 pesos, esto es, cerca del precio que el Proyecto de Presupuesto del ejecutivo prevé para el año venidero.
Esta performance tiene lugar en la previa del lunes, cuando debe debutar el sistema de bandas de flotación para la cotización del dólar que acordó el FMI con el Gobierno Cambiemos que debería garantizar un precio fluctuante entre 34 y 44 pesos, mecanismo que recuerda a la tablita cambiaria de José Alfredo Martínez de Hoz.
Como se recordará, este acuerdo viene a emparchar el celebrado apenas tres meses atrás, por el que el organismo multilateral se comprometió a desembolsar cincuenta mil millones de dólares, de los que el ejecutivo ya se patinó 16.676 que fueron a parar a la bicicleta financiera y se fugaron del circuito económico-financiero del país.
La extensión del acuerdo establece 7.100 millones más de la moneda estadounidense para el monto del crédito, además de un adelanto de 19 mil millones para futuros desembolsos que se podrán usar durante lo que resta de 2018 y el año venidero.
De esta manera, el Fondo busca blindar al capital financiero transnacional que opera en el país. Y, como contrapartida, establece un cero por ciento de déficit fiscal primario para 2019, lo que se traduce en más ajuste y recesión.
Aquí vale recordar que la preocupación gubernamental por llevar el déficit primario -esto es la diferencia entre gasto e ingreso- a la meta cero, de ninguna manera incluye el déficit de deuda que crece exponencialmente hasta convertirse en el segundo item en importancia del Proyecto de Presupuesto.
Este dato permite corroborar de qué va esto del proyecto presupuestario que, según confía el gobierno, podría convertirse en Ley con el voto favorable parte de bancadas de fuerzas que pretenden liderar un bloque de alternancia a Cambiemos.
Su texto habla de un ajuste sobre el ajuste. El Proyecto prevé 598 mil millones al pago de intereses de deuda, es decir, cuatro veces lo destinado a Salud y 2,6 veces más que para Educación y trece veces lo que va para Ciencia y Técnica.
Y también se propone quebrar el círculo vicioso, que la propia política gubernamental propició entre tasa de referencia y dólar, ya que -sueñan en La Rosada- así podrán volver a enamorar a sectores medios donde Cambiemos pasó el espinel con mucho éxito en 2015 y apenas diez meses atrás cuando se impuso con comodidad en las elecciones de medio término.
¿Pero alcanzará con esto y con el optimismo que derramó Macri en EE.UU. desde donde lanzó su candidatura a la reelección?
El panorama está complicado, ya que -con buena voluntad- el nuevo aporte del Fondo le va a alcanzar para arrimar, pero no para cubrir el pago de vencimientos que tiene hasta el final de su mandato. Pero, a cambio de esto y para evitar que este nuevo aporte drene por la cloaca de la timba de amigotes del staff gobernante, como pasó con los más de 16 mil correspondientes al primer tramo del Stand-By, ahora el Directorio del FMI parece haberse puesto más firme.
Los dólares son para cubrir esos compromisos y de ahí la profundización -abierta y sin pudor- de la intervención del FMI en la política argentina, cuyo Banco Central perdió la autonomía para intervenir en el mercado local.
Es que aunque consiga que la base monetaria se mantenga nominalmente en el freezer, es probable que no logre morigerar demasiado la suba de precios clave de la economía doméstica que son muy sensibles, no tanto a la restricción monetaria, como a otros motivos como la devaluación que persiste y el tarifazo crónico.
Y, si para muestra alcanza con un botón, hoy mismo el secretario de Energía, Javier Iguacel, confirmó que desde la semana que viene, la tarifa de gas natural por red va a pegar otro salto de hasta el cuarenta y cinco por ciento.
Cabe citar que pese a la terrible devaluación que el peso sufrió durante los últimos meses, en agosto, el déficit de la balanza comercial volvió a crecer para alcanzar 1.127 millones de dólares, según reconoció el miércoles el Indec.
Por eso, si tal como todo hace prever, el déficit externo sigue volando, continuarán escaseando los dólares, pero también la presión devaluatoria por menor oferta y demanda sostenida, todo en un contexto en el que la recesión ya amenaza con consolidarse en estanflación.
Y el déficit externo del sector privado -aún con el nuevo acuerdo con el Fondo- tiene un rojo de treinta mil millones de dólares para tapar el agujero.
Problemas de flotación
Lo que debe quedar claro es que más allá de anuncios, viajes a Nueva York, renuncias y mensajes presidenciales -incluidos algunos francamente patéticos- el Gobierno Cambiemos tuvo que pedir un waiver a sólo cuatro meses de que firmara el Stand-By. Y que lo hizo porque ni siquiera logró cumplir con las metas de reservas e inflación que pactó con el FMI.
Con este waiver pretende asegurarse cierta calma para pensar en la reelección, pero sin desactivar ninguna de las minas que sembró a lo largo de casi tres años.
Así las cosas, mientras el precio del dólar se acerca al techo previsto por la banda de flotación, el gobierno se empeña en mantener -y bien bajito- el techo salarial y en dejar libradas al mercado a las relaciones entre capital y trabajo, algo que impacta en un incremento criminal de la pobreza y la indigencia.
Ayer, el propio Indec reconoció que la pobreza volvió a aumentar para colocarse en el 27,3 por ciento y esto durante el primer semestre del año, es decir sin contar agosto y septiembre que, sumados, podrían acumular una inflación de diez puntos. Pero esto no es todo, la tasa de indigencia también se elevó para colocarse en casi cinco puntos porcentuales.
Ahora, más de once millones de personas son pobres en Argentina, esto es 750 mil más que a principios de año. Al tiempo que más de cien mil fueron empujadas a la indigencia.
Los más afectados son pibes menores de catorce años, ya que en este segmento etario más de cuatro de cada diez son pobres y casi novecientos mil indigentes.
¿Pero acaso este escenario es extraordinario? ¿Puede ser que responda sólo a una tormenta de factores externos como se harta de aseverar Mauricio Macri? ¿Y, en tal caso, de qué va todo eso de los factores externos?
Una punta interesante para comprender este asunto, está en atender qué venía pasando hacia adentro de las formaciones estatales de economías capitalistas centrales, que encontraron una forma para compensar la caída en su inversión productiva, con mayor participación en formaciones periféricas por medio de la deslocalización.
Así, aprovechaban las ventajas que otorga el hecho de que, a esta parte del planeta, no llegara un proceso de sobreacumulación de capital que fomente sustitución de trabajo humano por tecnología. Así conseguían más rentabilidad mediante la extracción de más plusvalía, lo que compensaba la caída de inversión y merma de plusvalía en las formaciones centrales.
Todo funcionaba de maravillas para ellos, pero la cosa se fue agotando -entre otras cosas- como consecuencia de la acumulación de capital fijo en estas formaciones periféricas, es decir, maquinaria y tecnología.
Esta dinámica que fueron adquiriendo estos procesos productivos lleva a que, en perspectiva, se vaya terminando la posibilidad de compensar la merma en las formaciones centrales a costillas de la periferia.
Entonces el capital echa mano a otros procesos para poder garantizar la maximización de su tasa de ganancia, por lo que crece pero sin acumulación, esto es, sin generar nueva riqueza ni nuevo valor social. Y para ello, pocas cosas son más eficientes el capital financiero.
Este dato que surge de una simple lectura de actuales factores geopolíticos, geoestratégicos y geoeconómicos, explica buena parte de lo que está pasando hoy y aquí.
Y también le da la razón al presidente cuando dice que “hay factores externos” que impactan decididamente y negativamente en la economía argentina. Pero lo que evita decir Macri, es que fue su gobierno el que propició y fomentó condiciones que hicieron inexorable que ese impacto diera por debajo de la línea de flotación de Argentina y, más aún, que lejos de casual, esto responde a una mirada política y, fundamentalmente, de clase que posee el tándem de poder que accedió a La Rosada en diciembre de 2015.
A instancias de esa estrategia, Argentina fue absolutamente subsumida por el proceso de financierización de la economía, estrategia global de una de las dos facciones capitalistas en pugna por la hegemonía del nuevo orden global, que implica -entre otras cosas- la minimización de la producción y, sobre todo, el intento por destruir conceptualmente y en la práctica a la lucha de clases.
Es que para el capital, librarse de la resistencia a la explotación y alienación por parte del proletariado, es algo así como llegar a Shangri-La. Por eso esa búsqueda patológica de convertirse, cada vez más, en especulativo y rentista que, desde la lógica paraeconómica del casino, genere dinero del dinero, lo que necesariamente no es otra cosa que apropiarse de la riqueza social.
Letes, Lebacs, Lecaps, Botes y otras herramientas financieras por el estilo, cloacas fiscales, apuesta a derivados, toma indiscriminada de deuda financiera, burbujas inmobiliarias, Stand-By, waiver, carry trade y tablita financiera son algunos de los términos que enmarañan un glosario críptico, que sirve para explicar la verdadera esencia capitalista en un escenario en el que el capital ficticio supera al capital real.
A escala global, de acuerdo al Banco de Basilea -uno de los acreedores que el Gobierno Cambiemos ganó para Argentina- el capital ficticio asciende a quinientos billones de dólares. Documentos de la Reserva Federal de EE.UU. dan cuenta de que la cifra sería de 1.100 billones. Todo cuando el PIB mundial es de ochenta billones de dólares.
Así, sólo uno de cuatro dólares tiene respaldo real, por lo que el resto es tan verdadero con ese Shangri-La con que suspira el universo del capital.
Cosas de mutantes
¿Entonces, será que es posible una nueva mutación que lleve al capitalismo a mostrar esa cara amigable, sensata, buena y nacional con que sueñan diferentes variantes del reformismo? ¿Será viable ese capitalismo que lleve a una especie de infinito ciclo de producción-consumo, al tiempo que favorezca que la clase trabajadora se integre al sistema?
Muchas veces, desde NP diario de Noticias, se explicó cuáles son las condicionantes que, inexorablemente, llevan a que cada intento de huída de la Segunda Crisis de Larga Duración que afecta al sistema, esté condenada a fracasar.
Y, lo que es peor, por qué de cada intento devino una transformación de sentido contrario, menos generosa y más virulenta que la inmediatamente anterior.
Del proceso que durante los albores de este siglo -incluso con alcance regional- propició una sutil redistribución progresiva del excedente, pero sin cuestionar las relaciones últimas del capital que dan sentido al sistema capitalista, devino este escenario de delegación de soberanía política, social y económica hacia el FMI, degradación de libertades y derechos, así como un acelerado tobogán hacia la financierización de la economía.
Es que para intentar esquivar sus propias contradicciones internas, al capitalismo no le queda otra alternativa y esto vale para esta versión horrible a la que asistimos con el Gobierno Cambiemos, pero asimismo para la que se postule como alternancia.
Y esto es así más allá de buenas intenciones o miradas que, desde la construcción de un ideario nacional y popular, pretendan superar la etapa de profunda inestabilidad social, política, económica y financiera que imponen los propios límites de expansión del capital.
¿Será capaz una nueva o remozada versión de reformismo protokeynesiano de actuar en esta fase de la crisis para gestionar procesos productivos y regular la relación entre trabajo y capital, de modo eficiente como para intervenir en el conflicto social y refidelizar a los excluidos para que se reintegren -desde un lugar subalterno- al orden social?
Si lo hizo alguna vez, nunca fue desde un escenario de convulsión e incertidumbre como el que impone la actual fase del capitalismo y, más aún, para una formación nacional periférica como es Argentina, donde la dinámica de inclusión y exclusión socioeconómica presenta características particularmente graves, en las que más que buscar la solución en las posibilidades de alternancia que propone el Estado Liberal Burgués, quizás haya llegado la hora de encontrarlas en la capacidad que ofrece el actuar sobre el antagonismo desde la identidad de clase.