Desde el ejecutivo, Patricia Bullrich y Rogelio Frigerio, salieron a estigmatizar a personas extranjeras detenidas durante la represión del miércoles. Pichetto siguió con la escalada. Repudios y algunas enseñanzas que deja la historia.
“Las amenazas de Patricia Bullrich, Rogelio Frigerio y Miguel Ángel Pichetto de expulsar a los migrantes detenidos arbitrariamente, luego de la cacería represiva desatada durante el tratamiento y aprobación del Presupuesto de ajuste de Macri-FMI, constituyen una nueva expresión de la ola de xenofobia y racismo que pretende equiparar migración con la delincuencia”, recalcó el Partido Comunista Paraguayo (PCP), tras la detención de cuatro personas extranjeras, durante la represión del miércoles 24.
Esa tarde, entre la casi treintena de detenidos, estuvieron el turco Anil Baran, quien reside en Córdoba y, según explicó, estaba en la ciudad de Buenos Aires haciendo un trámite y ni siquiera participaba de la movilización. “Paseaba cuando dos policías me dispararon desde atrás”, relató.
También dos venezolanos, Felipe Uleo y Víctor Uleo, quienes de acuerdo a la información oficial tramitaron la radicación provisoria en Argentina y que, en una carta que hicieron pública hoy, señalan que tampoco participaban de la movilización.
Y Luis Fretes, nacido en Paraguay hace 36 años, quien vive en nuestro país donde trabaja y posee familia, además de formar parte del PCP.
Tal como el resto, las detenciones de estas personas fueron parte de un operativo, sobre cuyas características ya fijó posición NP diario de noticias. Pero en estos casos, además, el origen de los detenidos abrió paso a una embestida xenófoba que se extiende por propaladoras massmediáticas del gobierno, pero que también protagonizan integrantes del Staff Cambiemos y el senador Miguel Pichetto.
“Queremos echar a los extranjeros detenidos”, recalcó el ministro de Interior, Rogelio Frigerio, durante una conferencia de prensa que compartió con su par de Seguridad, Patricia Bullrich, a poco de producidas las detenciones y cuando el Poder Judicial ni siquiera estableció si Fretes, los hermanos Uleo y Baran, cometieron algún ilícito.
Pero esto no es todo. Frigerio avanzó todavía más y, sin exhibir ninguna prueba que avale sus aseveraciones, le endilgó a los detenidos la comisión de “hechos de violencia”.
Y, en una frase que va de la bravuconada a lo temerario, aseveró que hubo manifestantes que “intentaron tomar el Congreso e impedir que la sesión se hiciese”, tras lo que desestimó la versión de que hubo infiltrados, basada entre otras denuncias, en la que -exponiendo fotografías- formuló el diputado Leopoldo Moreau, durante el debate del Proyecto de Presupuesto.
Por su parte, en consonancia con la postura que fijó la diputada Elisa Carrió casi en el mismo momento en que personal policial reprimía a algunos de sus pares, Bullrich dijo que no hubo represión.
Mientras tanto, el jefe de la bancada peronista del Senado, Miguel Ángel Pichetto, reclamó que “los dos venezolanos, el paraguayo y el turco ya estén en Migraciones listos para salir del país”.
¿Exagerado?
No es la primera vez que Pichetto tiene públicamente expresiones de este tipo, pero no por eso deja de ser peligroso que alguien que aspira a encabezar el bloque de alternancia al Gobierno Cambiemos, tenga esta postura.
Este tipo de argumentos xenófobos no tiene nada de nuevo, de hecho representa una línea de pensamiento que viene ganando espacio desde la Hungría del premier Viktor Orbán, el gobierno de Mateo Salvini en Italia o Donald Trump con su muro.
Y puede parecer exagerado pero, en esto de denuncias sobre intentos de destruir el Congreso, extranjeros estigmatizados y puestos en la mira, hay antecedentes y muy peligrosos.
El 27 de febrero de 1933 ardió el Reichstag, es decir, la sede parlamentaria de Alemania ¿El telón de fondo? Un gobierno cuestionado que buscaba reafirmar su legitimidad mientras implementaba medidas que, todavía, muchos cuestionaban en ese país.
Un joven comunista holandés fue culpado de haber perpetrado el incendio, lo torturaron y diez meses después lo ejecutaron.
El episodio le dio argumento a la cacería desatada que expulsó a la bancada comunista y prohibió al Partido, pero que también se llevó puestos a socialdemócratas y socialcristianos. Terminó de destruir lo poco que quedaba de la democracia liberal burguesa de la República de Weimar y dejó las manos libres al Partido Nazi del canciller Adolf Hitler. El resto, es historia conocida.
Por eso es que, como nunca, vale recordar que “migrar no es delito”, pero también que, una vez abierta, cuesta mucho cerrar la Caja de Pandora.