¿Cómo pensar esta jornada en momentos en que se cuestionan cosas tan básicas como aquello por lo que lucharon los Mártires de Chicago, la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde?
Suena ridículo, pero hoy en el debate público de Argentina, se impuso la instalación de un tema como la flexibilización de las relaciones laborales, esto es el marco normativo que rige al vínculo que existe entre los universos del capital y el trabajo, pero también se cuestiona el derecho a cosas tan elementales como la jornada laboral de ocho horas, el aguinaldo y vacaciones las pagas.
Todo esto en un escenario en el que, si bien el índice de desempleo disminuye, también lo hace el salario por lo que por primera vez en mucho tiempo, es creciente la cantidad de trabajadores conveniados que tienen ingresos que los colocan por debajo de la línea de la pobreza.
Este escenario se completa con un dato que es todavía más alarmante. De acuerdo al último relevamiento del Instituto Nacional de Estadística y Censos, 73 por ciento de la población ocupada es asalariada, pero el 37,4 no cuenta con descuento jubilatorio, al tiempo que se verifica un alza del cuentapropismo que llega al 23,5 por ciento, esto es un punto por encima del registro anterior.
Pero no sólo esto, ya que si se hace la comparación interanual, se puede advertir que hay una desaceleración en la creación de empleo registrado, que va de la mano del enfriamiento del consumo y de la actividad económica que tiene como principal motivo a la inflación.
Después del 7,7 por ciento de marzo, durante abril sólo en el rubro alimentos la inflación fue de 9,5, suba que estuvo traccionada por el precio de la carne bovina, según da cuenta un informe que fue confeccionado por la consultora LCG, que se difundió la semana pasada. Para redondear el panorama, vale señalar que durante el primer trimestre del año, los precios minoristas fueron aumentados un 21,7 por ciento y en el corte interanual el incremento es del 104,3. Y, por su parte, el consumo acumuló durante ese período una retracción del 7,3 por ciento.
Con este telón de fondo, existe un peligro real de que la economía se amesete e incluso de que entre en recesión, lo que incluso atentaría contra el autoempleo que de alguna forma disimula actualmente la desaceleración de la tasa de creación de trabajo registrado.
¿Pero en qué clave es preciso leer todo esto? Para sintetizarlo, hay que señalar que la pandemia y su salida brindaron una excelente excusa al sistema capitalista para encontrar un chivo expiatorio que disfrace el momento que atraviesa su propia crisis. Y en esta dinámica, tal como hace siempre, reafirma una premisa que está en su propio ADN: privatizar ganancias y socializar pérdidas.
Si bien esto es algo que recorre todo el universo del sistema, la cosa se pone más difícil en el caso de funa formación estatal capitalista de segundo orden que, además, está encorsetada por el Stand-By de 2018 y su renegociación de 2022.
Con este marco y aunque no fue tapa de los diarios, desde hace algunas semanas se viene dando una batalla que exhibe con claridad de qué va este asunto. “Paramos un proyecto del gobernador cuyo único objetivo era atropellar a los trabajadores y entorpecer, con regulaciones absurdas, el servicio de delivery”, se jactaba hace pocos días la legisladora Maricel Etchecoin, mientras que su par, Sergio Siciliano, advertía que la iniciativa “podría en “riesgo 25 mil puestos de trabajo y el treinta por ciento de ventas en locales de comida”.
¿Pero de qué estaban hablando estos integrantes de la bancada de Juntos de la Legislatura bonaerense? Se referían a un proyecto que, de forma moderada, intenta regular la actividad de las aplicaciones de deliverys ¿Pero qué es lo que abroqueló a los diputados de derecha en abierta defensa de las corporaciones patronales? Entre otras cosas, los artículos que señalan que las empresas empleadoras tendrán la obligación de inscribir a los repartidores y a los vehículos que utilizan en un registro que funcione bajo la órbita del Ministerio de Trabajo bonaerense, desde el que esa cartera va a poder identificar quiénes y cuántos son los empleadores y empleados y si se cumplen los derechos laborales que la Constitución dice garantizar a cualquier persona.
Entre esos derechos, está el que las empresas contraten una Aseguradora de Riesgos del Trabajo para los trabajadores que realizan su actividad en motocicletas o bicicletas que son la mayoría de este rubro que, entre otras cosas, presenta un elevado nivel de evasión ya que mayormente no se paga IVA ni Ganancias, pero tampoco cargas sociales por los trabajadores que tiene cada empresa.
Esto hizo que el diciembre de 2022, con el respaldo de la Internacional de Trabajadores del Transporte, los repartidores argentinos de Rappi demandaran a esa firma por lavado de activos, precarización laboral y evasión fiscal. De acuerdo al Sindicato de Base de Trabajadores de Reparto por Aplicación, en el país se desempeñan en este rubro alrededor de setenta mil trabajadores, de los que se estima que 35 mil lo hacen en Pedidos Ya y veinte mil en Rappi.
¿Signo de época?
¿Pero será que esto se corresponde con un “signo de la época” tal como quieren presentarlo aquellos que intentan naturalizar este tipo de situaciones? En este punto vale recalcar que el capital es una forma de relación social, ya que alcanza a la esfera de la producción, de la circulación y la realización en el mercado. Entonces, la acumulación de capital tiene que ver sólo con amarrocar riqueza, sino que -sobre todo- es una forma de reproducción de la sociedad capitalista. Se trata entonces de un tipo de relación social que se basa en el asalariado, en la proletarización, y que necesita repetir el ciclo de producción-circulación-realización/mercantilización, algo que logra por medio de expropiación del trabajo.
Todo lo que toca el capitalismo acaba convirtiéndose en mercancía y eso incluye a las personas. Por eso en la actual etapa del desarrollo de su Segunda Crisis de Larga Duración, la relación que impone entre el universo del trabajo y aquel del capital es el Precariado, pero para hacerlo es preciso que el sistema capitalista también propicie cambios culturales que generen condiciones que lo favorezca para perpetrar este tipo de maniobra.
Aunque persigue varios objetivos, este “cambio cultural” con el que tanto machacan el bloque de la derecha política y sus propaladoras massmediáticas, tiene una finalidad central que es aniquilar la conciencia de clase. Y esto es así, porque la conciencia de clase es la punta de hilo que lleva hacia una construcción atávica y un desarrollo histórico basados en la solidaridad como mecanismo organizativo de resistencia con que el proletariado enfrenta a las injusticias, pero también como práctica de apoyo mutuo y acción colectiva por parte de las clases subalternas ante el ataque de aquellas dominantes.
Y este es un punto clave para comprender de qué va la cosa, ya que desde esta dinámica de acción colectiva, también se modificó la percepción que se tiene entre pares y respecto a otras clases antagónicas. Por eso es que los ganadores del capitalismo, ponen tanta vehemencia a la hora de generar condiciones capaces de forzar la transformación de proletariado en precariado.
Así las cosas y teniendo en cuenta que la reformulación de la relación entre capital y trabajo difícilmente se pueda lograr mediante consensos duraderos, en esta tarea la clase capitalista pone toda la carne al asador en la construcción de resignación social, algo en lo que colaboran bastante aquellos que todavía le siguen encendiendo velas al altar del “capitalismo bueno”.
Esto también explica en buena parte por qué a fuerza de corrida cambiaria y remarcación de precios, la clase capitalista pretende generar condiciones que favorezcan la imposición de ese “cambio cultural” que necesariamente deberá apuntalarse en un cuerpo de leyes que garanticen condiciones para que, tal como ya está pasando en distintos puntos de Europa, se naturalice el desempleo, la flexibilización y la precariedad prolongada en el tiempo, acompañada de una baja en el nivel salarial y una profunda incertidumbre que esmerila moralmente y le jode la vida a las personas concretas que integran el universo del trabajo.
Cuestión de clase
La prioridad del Estado Liberal Burgués es garantizar la propiedad privada y esto es lo que hace e hizo con gobiernos de derecha y con aquellos que pretendían propiciar el advenimiento de “un capitalismo bueno”.
Pero en la actual etapa del desarrollo de la crisis capitalista, un papel central de quien administra el aparato del Estado Liberal Burgués, es asegurar que la renta estatal transmute en capital financiero que garantice la prosecución de la ronda de concentración y apropiación de recursos naturales, intelectuales y simbólicos.
De esto va, en buena medida, la reprimarización forzada de la economía argentina y, sobre todo, las definiciones que desde esa mirada se pretende dar con un sentido táctico y estratégico a la matriz productiva que puede derivar de la ecuación energética que podría devenir de Vaca Muerta y de lo que se vaya a hacer con el litio.
De ahí que el Estado Liberal Burgués, en tándem con las corporaciones, regule por medio de legislación, para garantizarle la maximización de ganancias. Y, en la otra cara de la moneda, también regule, esta vez avanzando en normas que desestimen -y hasta impidan- cualquier tipo de asociación entre integrantes de las clases subalternas. Es decir, trabajar para que el proletariado se convierta en precariado.
¿Entonces cómo pensar este Día Internacional del Trabajador en un escenario atravesado por la desindustrialización y la deslocalización, robotización y empresas en red? ¿De qué manera dimensionarlo en un contexto en el que por medio de la terciarización que fomenta la flexibilización, el universo del capital plantea para los trabajadores una actualidad plagada de incertidumbre y un futuro amenazado por la fragmentación?
Una clave puede estar en desmitificar lo que se pretende presentar como atributo sacralizado del capitalismo, también del “bueno” que desde su fe ciega en el sistema pretende que es posible gestionar el capital de otra manera diferente a la de siempre. Y, desde ahí, resistir en todos los frentes y uno de ellos es sin dudas el electoral.
Pero lo que se haga en esa coyuntura electoral, no va a servir de nada si no se tiene en cuenta una mirada táctica que ponga en el centro la tarea de reconstruir un imaginario social de clase y es aquí donde esta mirada se articula con la de tipo estratégico, ya que resultaría abstracto imaginar un futuro de tipo no capitalista, si no se lo construye aquí, ahora y en la escala de lo posible.
Se trata de una mirada política que construye desde abajo, desde una perspectiva diferente a la hegemónica que busque desmercantilizar y descentralizar, integrar la diversidad e incluso el antagonismo hacia adentro de la clase proletaria y todos los actores agredidos por el capitalismo.
Y entonces, para esto no sea algo abstracto, es que se vuelve preciso darle forma en instituciones y dinámicas de lucha popular, que sean capaces de construir y articular otro tipo de relaciones sociales diferentes a las que se plantea desde el Estado Liberal Burgués y el capitalismo. Esto es formas alternativas para la organización de la producción, consumo y la comunidad social que se alejen de la mecantilización que imponen las relaciones del capital: formas no capitalistas. Pero también abre la posibilidad de repensar que se puede construir un sujeto político desde la propia identidad de clase que, además, sea capaz de acordar aspectos tácticos, pero sin transigir ni integrarse.
Porque más allá de las tensiones que como las que se manifiestan en estos días de corridas cambiarias, puedan presentarse entre el “mercado” -es decir el universo financiero y empresarial- y el Estado Liberal Burgués, ambos son productos del capitalismo. Y por eso, cualquiera sea el gobierno, la respuesta del Estado Liberal Burgués va a estar enmarcada en la preservación del sistema aunque esto implique, como en este caso, una nueva disparada de los precios de la Canasta Básica, así como un recorte salarial implícito. Ya que, entre otras cosas, lo que se busca es presionar para destrozar derechos que el universo del trabajo le supo ganar al del capital. Y por eso es que la contradicción principal e insalvable, continúa siendo la existente entre los universos del trabajo y el capital.