Crece la expectativa entre los clubes argentinos por la posible implementación de un tipo de cambio diferencial que rija para el ingreso dólares y euros producidos por transacciones vinculadas al fútbol.
El pase de Enzo Fernández del Benfica al Chelsea, el más alto en la historia del fútbol argentino, se cerró en 121 millones de euros de los que a River Plate le ingresará una suma cercana a los 24 millones de euros por los derechos de formación, de los cuales el treinta por ciento se va a pagar al contado y el setenta en cuotas anuales.
Los de Núñez van a terminar de cobrar en 2028, pero apenas se confirmó la transacción, ni lerdo ni perezoso, su presidente Jorge Brito, pidió que el Ministerio de Economía considere el establecimiento de un precio de dólar diferenciado para la liquidación en el mercado local de lo que ingrese por este tipo de operaciones que involucran a jugadores de fútbol argentinos.
La multimillonaria venta del mediocampista que brilló en el Mundial de Qatar, volvió a poner en el ojo del huracán a la cuestión de las transacciones de jugadores argentinos hacia los principales mercados futbolísticos del mundo, los mecanismos que operan estos casos y fundamentalmente de dónde sale y hacia dónde va el dinero.
¿Cómo haría River para traer al país el 25 por ciento del pase que le corresponde por haber formado al jugador? ¿A qué precio va a liquidar esa suculenta suma de euros? En este punto hay que recordar que al cierre de esta edición, miércoles 22 de febrero, la cotización oficial de la moneda europea es de 202 pesos para la compra y 211 en el caso de la venta, mientras que en el mercado ilegal es de 378 y 383 respectivamente.
Como se puede ver, la diferencia entre uno y otro precio es considerable, lo que plantea un interrogante similar al que surgió cuando la AFA recibió 52 millones de dólares por la obtención del campeonato del mundo.
La controversia también alcanza el caso de los contratos que se hacen con futbolistas que juegan en equipos locales, pero que pretenden cobrar en dólares, así como a otros negocios vinculados al fútbol como el de algunas publicidades. Precisamente, antes de dejar la Presidencia de Boca Juniors, Daniel Angelici, contrató publicidad para la Bombonera con pauta dolarizada, pero congelada a la cotización oficial que tenía por entonces esa moneda en nuestro país. Lo que pasó después representa un dolor de cabeza para la Gestión Ameal-Riquelme, pero asimismo pone sobre el tapete la situación de una actividad que -por sus características- está fuertemente dolarizada.
En otras palabras, lo que está reclamando Brito es que el fútbol y los jugadores, en tanto materia prima del negocio, sean tratados como un commoditi, tal como es en el caso de la soja, por lo que merecerían un tratamiento preferencial a la hora de liquidar en el mercado local las divisas que produce esta actividad, en tanto son muy voluminosas y su precio sale de la dinámica propia de la oferta y la demanda entre comprador y vendedor.
Es curioso que en todo este marco de negocios que se maneja en el fútbol, Brito pida que a River se le otorgue una “concesión” y exhiba un argumento interesante al respecto sobre la manera en la que está establecido el fútbol en Argentina. “Somos de los pocos países que mantenemos las sociedades civiles como requisito para jugar, tenemos que darle las herramientas a los dirigentes para competir en lo más alto del fútbol sudamericano”, dijo el presidente de la institución de Nuñez.
A pesar de que habla de que se le otorgue una “concesión”, es decir que no lo hace pensando en el fútbol argentino en general sino en su propio club, por un lado destaca a los clubes como asociaciones civiles, pero por otro lo que esta queriendo decir es que no puede sostenerse un fútbol competitivo si no se blanquea del todo el papel que el mercado tiene en este deporte/espectáculo.
Esto es algo que en Argentina, por su propia idiosincrasia, siempre termina quedando en el limbo: se ve a los clubes como asociaciones civiles por el papel histórico y social que cumplen, pero a la vez como corporaciones que no escapan a la lógica del capital de aumentar la tasa de rentabilidad.
Actualmente en el fútbol de nuestro país, la visión que prima sobre los clubes es la de un capitalismo “humanizado” donde en el marco de una institución, que al fin y al cabo pertenece a su masa societaria, prevalece la idea de que ser más rentable brindará competitividad en lo deportivo y va a generar más ingresos sin perder la lógica asociativa.
Esta perspectiva tiene su reflejo en la realidad, pero sólo hasta que agentes del mercado ajenos a los intereses de los clubes como grupos inversores y representantes, se vuelven dueños de sus principales recursos -los jugadores- y acaban generando la privatización encubierta de las instituciones clubes más conocidas como gerenciamiento
¿Pero dónde es que se ven perjudicados los clubes? La cuenta es simple, si el negocio sale bien y arroja buenos resultados deportivos, los gerenciadores ganan porque de paso usaron al club como vitrina para futuras ventas de los jugadores, aunque algo de todo esto le termina quedando en la institución. Pero en el caso contrario, si los resultados no acompañan, paga el club, se retiran las inversiones y así se produce el vaciamiento.
Un caso emblemático fue el Boca durante las gestiones encabezadas por Mauricio Macri, que le abrió las puertas a los fondos de inversión que capitalizaban a sus miembros a la hora de comprar jugadores, pero cuando los vendían le quedaba un porcentaje muy bajo al Club.
Algo similar pasó en Racing que estuvo gerenciado entre 2000 y 2007, con el agravante de que en ese lapso los socios no podían elegir sus autoridades. Y, ahora, pasa algo por el estilo en clubes como Independiente, donde apenas tres juradores de los titulares pertenecen al club, mientras que los contratos del resto son de un grupo inversor de representantes de futbolistas que tienen como nexo con la institución al actual manager, Pablo Cavallero. Esto está enmarcado en un proceso de privatización que fue iniciado por la gestión de Hugo Moyano y que, ahora, encabeza el títere del PRO, Fabián Doman.
La pelota no se mancha, pero…
De alguna manera y por debajo de la mesa, todo esto se viene haciendo en el fútbol desde hace muchos años, mediante triangulaciones y la irrupción de fondos de inversión, pero también por medio de las triangulaciones que durante la década de los 90 del siglo pasado, tuvieron como protagonista los modestos Sud América y Deportivo Maldonado de Uruguay. En estos casos aparece Gustavo Arribas, quien años más tarde, se convertiría en titular de la Agencia Federal de Inteligencia del Gobierno Cambiemos.
Pero nada de esto acabó ahí. Deportivo Maldonado pagó cerca de doce millones de dólares a Boca por el pase de Jonatan Calleri en 2015. Se trata de un club de la segunda división de Uruguay, que es una Sociedad Anónima Deportiva desde 2009 y fue el primero en asumir esa figura en su país. Los dueños son los ingleses de Stellar Group y el apoderado de Stellar Group en Argentina es Gustavo Arribas.
Es por eso que la posible creación del dólar fútbol trae el interrogante de cuál es el modelo hacia el que estaría apuntado la adopción de esta medida, aunque por ahora nadie del mundo del fútbol argentino habla de que a corto plazo los clubes se podrían trasformar en sociedades anónimas. Pero siempre hay una excepción: su principal promotor es Mauricio Macri, quien hace poco en una entrevista televisiva no dudó en afirmar que los clubes deben “modernizarse” y pasar a ser empresas.
¿Pero dependiendo la gestión de cada club y de los intereses que primen, si los de los socios o el del mercado, el dólar fútbol puede servir como herramienta de los clubes para marcar la cancha en cuanto a la oferta y la demanda de jugadores y no permitir negociados por detrás, algo que podría brindar transparencia a la pata financiera del fútbol?
¿O acaso una decisión en ese sentido, sólo sería un elemento más para la especulación de agentes del mercado que actúan en los clubes? Difícil decirlo, pero lo cierto es que algunas cartas se están echando sobre la mesa y la pelota sigue rodando.