Sigue la timba y el tarifazo. Cuando esterilizar es secarle los bolsillos a los que menos tienen. La bomba y la recontrabomba ¿Recesión para rato? El Indec miente un 6,5 de inflación para septiembre. Aún así la anualizada supera el cuarenta por ciento.
Ayer, en un nuevo capítulo del tarifazo crónico, el gobierno nacional perpetró el sexto aumento del año en la tarifa de transporte público de pasajeros en la zona Amba.
Así, para el colectivo, el incremento desde enero es de 116,67 por ciento, en el caso de los ferrocarriles urbanos va de 119 a 175 por ciento y para el subte un 67 que podrá ser peor todavía si se confirma el aumento previsto para noviembre.
De este modo, en lo que va de la Presidencia Macri, el capítulo del tarifazo correspondiente al transporte público, exhibe un incremento del 33 por ciento para el caso del colectivo y una suba del 775 para el ferrocarril.
En este contexto, mañana se va a conocer el índice que suministra el Indec que, aunque ya a esta altura es seriamente cuestionado, se estima que aceptará que en septiembre la inflación se colocó en el rango de los siete puntos. Proyectado redondearía un 2018 con no menos de 42 puntos, esto es, por encima de la de 2002.
Por otra parte, al cierre de esta edición, desde el Banco Central se hacía la evaluación inicial de la jornada en la que se llevó a cabo la antepenúltima licitación de Lebac de 2018, letras cuyo stock hasta hoy ascendía a 341 mil millones, de los que el doce por ciento estaría en poder de bancos, mientras que el resto está en las de particulares residentes y no residentes en el país, pero fundamentalmente empresas y fondos comunes de inversión.
Sobre la jornada está puesta la mirada del Central, pero sobre todo la del FMI que es con quien el Gobierno Cambiemos se comprometió a reducir drásticamente la cantidad de pesos circulantes.
Queda claro a quién le sacan del bolsillo lo que consideran “excedente”, por medio de esta medida de esterilización monetaria. Pero no está tan claro si, al final del camino, va a servir para algunos de los fines que enuncian quienes la propician.
Es que para desarmar lo que desde La Rosada caracterizan como “bomba de las Lebac”, que vaya de paso el propio Gobierno Cambiemos se encargó de armar, echan mano a otra herramienta que hoy aparece como la estrella de la plaza financiera local.
Las Letras del Tesoro (Letes), pero sobre todo las Letras de Liquidez (Leliq) apuntan a tentar a los bancos para que succionen pesos, cuyos intereses se capitalizan conforme estas entidades renuevan los vencimientos.
Entonces, para desarmar una bomba arman otra que acumula miles de millones ¿Qué puede pasar cuando los bancos quieran salir de esa calesita que aunque ahora puede resultar una forma rápida y fácil de maximizar tasa de ganancia, pronto se va a convertir en peligrosa?
En este escenario va a haber quienes extrañen a las Lebac. Es que a raíz de la delegación de soberanía monetaria que –entre otros tipos de soberanía- llevó a cabo el Gobierno Cambiemos en beneficio del FMI, Argentina no puede emitir.
Y aquí es donde de la zona de riesgo se pasa a la de catástrofe ¿En un escenario como el de Argentina en el que la banca está altamente transnacionalizada, adivine en qué moneda van a querer cobrar esos bancos, tenedores de lo que -ya por entonces- va a ser poco más que papel pintado?
Es entonces ahí donde va a tener que venir una renegociación, de la que deberá hacerse cargo este gobierno o el que lo suceda. Y, en ninguno de los casos, va a tener muchas cartas para jugar, que no sea mediante otra vuelta de rosca en el camino del sobreendeudamiento mediante la emisión de bonos nominados en dólares al plazo más largo que se pueda conseguir.
Y aquí queda claro de qué va toda esta sopa de siglas que cocinan en la City a costa de propinarle otro golpe letal al aparato productivo nacional y, sobre todo, de secar los bolsillos y góndolas –fundamentalmente- de los sectores de mayor vulnerabilidad socioeconómica y medios.
Lebac y Leliq
Pocas veces como ahora estuvo expuesta con tanta claridad la simbiosis entre el Estado Liberal Burgués y el poder corporativo, que da carnadura a las relaciones capitalistas. Y de ese poder corporativo, el peor, si es que existiera uno peor que otro.
A caballo de la timba armada por el ejecutivo de la mano de herramientas como Lebac y Leliq, en agosto, los bancos privados locales, extranjeros y públicos registraron ganancias por 26.143 millones de pesos, lo que significa una suba de 263,7 por ciento si se la compara con las ganancias del mismo período de 2017.
Así, las entidades financieras tuvieron una fuerte toma de beneficios en pesos, pero también en dólares que es del cuarenta por ciento.
El hecho es que, mientras durante el período abril-mayo-junio, la economía retrocedió 4,2 por ciento, la tasa de ganancia del sector financiero subió un 8,7.
¿Acaso todo esto será gratis? Un reciente informe de Idesa, una consultora cercana al tándem de poder que gobierna desde diciembre de 2015, acaba de señalar que las condiciones que provoca el coctel de déficit fiscal y bonos de cortísimo plazo del Central, ahoga financieramente al sector productivo, sobre todo en el segmento pyme.
Y advierte que la prolongación de la recesión, va a traer aparejada más destrucción de puestos de trabajo, volatilidad cambiaria y aceleración inflacionaria.
La estimación no es antojadiza. Alrededor de cien mil puestos laborales fueron destruidos sólo durante los últimos cuatro meses y, de ellos, un tercio corresponde al sector formal privado.
Así lo revela el doceavo informe económico de monitoreo del empleo registrado, confeccionado recientemente por el Observatorio de Comercio Exterior, Producción y Empleo dependiente de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo.
Durante ese periodo, sólo dentro del sector metalúrgico, se perdieron tres mil empleos, al tiempo que se registra cerca de diez mil suspensiones.
Por eso a nadie debe sorprender el nuevo salto que dio el índice de desocupación que -según la consultora Ecolatina- cerrará el año en dos dígitos, lo que sumado a la inflación y devaluación, propone un escenario para el segundo semestre con un índice de pobreza por arriba del treinta por ciento y caída del salario real de alrededor de ocho puntos.
Así sigue licuándose el salario promedio que, en dólares, ya está por debajo de los de Brasil y Chile. De esto da cuenta un trabajo del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano que toma como referencia un salario promedio de 18.012 pesos y un tipo de cambio de 38,50 pesos.
Pero si a esta altura usted cree que esto es lo peor, se equivoca. Es que continúa el drenaje de divisas del país, pese a los buenos oficios del gobierno estadounidense que -junto con Christine Lagarde- parece decidido a poner sus fichas a este nuevo experimento que usa a Argentina como conejillo de indias.
Después de que el primer tramo del préstamo del FMI de quince mil millones de dólares, se fuera en fuga de capitales en menos de seis meses, el viernes pasado el informe semestral del Banco Mundial recalcó que se viene más recesión para Argentina, pero también advirtió que persiste la salida de capitales.
Asimismo, este trabajo enciende luces de alerta por la profundización de la devaluación que sufre el peso desde abril y el antídoto elegido para combatirla: tasas de interés del 75 por ciento.
Es que en el fondo de todo esto, el acuerdo con el FMI trajo muchas dudas ¿Alcanzará el paquete y sus medidas colaterales para que el gobierno cumpla con los vencimientos de deuda que tiene hasta el final de su mandato? ¿Y después, que va a pasar? Y aún así ¿hasta dónde va avanzar en su estrategia de crecimiento nulo de la base monetaria sin que la profundización de la recesión la convierta en inviable?
Pero también trajo certezas. Hoy, el ejecutivo volvió a aumentar las partidas para el Ministerio de Seguridad y lo hizo con fondos de la Anses. La elocuencia de la medida publicada en el Boletín Oficial exime de comentario.
Entonces, queda claro que aunque el boleto aumente, mientras algunos van en tren, otros van en avión.