Un caso que vuelve a poner de relieve que la última dictadura no fue sólo militar. Una clase capitalista que cuando afloja (un poquito) con los precios de góndola, mete una corridita cambiaria como para no perder la costumbre. Y una hermosa canción de Bersuit Vergarabat para acabar mejor la semana.
Emilio Parodi tiene 82 años de edad y sigue vinculado a Molinos Río de La Plata, donde fue gerente de Recursos Humanos cuando en el país la dictadura desataba con todo rigor el terrorismo de Estado, que se implementó con particular saña contra los trabajadores sindicalizados. Y en ese contexto Parodi formó parte de un esquema armado por la empresa, para entregar a los represores a aquellos obreros que les resultaban molestos.
La semana pasada, personal de la Policía de Seguridad Aeroportuaria lo detuvo por orden del juez federal de La Plata, Ernesto Kreplak, quien lo indagó por 23 secuestros de trabajadores que fueron perpetrados en la planta de Molinos en la localidad bonaerense de Avellaneda durante aquel período, a raíz de testimonios que dieron sobrevivientes y familiares de víctimas que lo acusan de haber entregado listas de quienes tenían que ser secuestrados. Esto es, que marcaba a trabajadores que después eran detenidos o secuestrados.
Parodi niega haber formado parte del dispositivo que se montó hacia adentro de la planta para propiciar las desapariciones, pero muchas declaraciones lo señalan como el nexo entre los vigiladores de Molinos y las fuerzas armadas o policiales que actuaban en la represión.
El juez Kreplak todavía no definió si Parodi va a quedar vinculado a la causa o no, pero mientras tanto permanece detenido en su vivienda de Vicente López, en el contexto de la causa abierta durante 2013, en la que se investiga la responsabilidad que tuvieron directivos la empresa perteneciente al conglomerado Bunge & Born, en crímenes de lesa humanidad.
En esa causa, hasta ahora, se pudo establecer que la represión tuvo como principal objetivo a trabajadores sindicalizados que integraban la Lista Blanca, que en las elecciones celebradas durante 1973 había desplazado de la conducción de la comisión interna a la vinculada a la burocracia sindical.
Con el golpe de Estado la persecución se profundizó y, el 7 de julio de 1976, efectivos del Ejército entraron a la plata para realizar un operativo, portando listas de trabajadores previamente confeccionadas. Ese día se perpetró una razzia que dejó como saldo a casi un centenar de obreros secuestrados. Esa lista no es la que incrimina a Parodi, ya que el juez Kreplak se circunscribe en su caso a la responsabilidad por 23 casos de privación ilegal de la libertad, que tuvieron lugar entre 1976 y 1978.
Pero más allá de la responsabilidad que pueda tener Parodi ¿puede decirse acaso que este caso, es sólo un eco de un pasado que ya fue superado? “El presente programa es un conjunto coherente e inseparable”. La frase corresponde a José Alfredo Martínez de Hoz y fue pronunciada por cadena nacional el 2 de abril de 1976, cuando el entonces flamante ministro de Economía, daba a conocer un paquete de medidas que viabilizó la destrucción de la actividad productiva, fundamentalmente la industrial, al tiempo que propiciaba la fuga de capitales y la especulación financiera.
Martínez de Hoz era un cuadro clave de la clase capitalista que actúa en Argentina y, como tal, había alternado su actividad entre el sector privado y la estructura del Estado Liberal Burgués. Cuando fue parte del golpe de Estado de 1976, era titular de Acindar, la misma función que ocupaba un año antes en momentos en que la planta de esa firma, ubicada en Villa Constitución, sirvió de laboratorio para un ensayo del terrorismo de Estado que se desplegaría abiertamente en todo el país después del 24 de marzo de 1976.
Por eso es que nadie pudo sorprenderse con su designación al frente del Palacio de Hacienda, desde donde se implementó la apertura comercial irrestricta, se subieron las tasas de interés y se habilitó la libre entrada de capitales extranjeros que se hicieron el veranito con la bicicleta financiera que demandaba muchos dólares, algo que se solucionó incrementando la deuda externa.
Los capítulos siguientes de esta trágica historia son bastante conocidos: cuando el sector privado estaba sobreendeudado, fue el Estado el que siguió el mismo camino, proveyendo de dólares baratos para la importación de mercancías e insumos, principalmente para los especuladores. Y cuando la mugre ya no se podía ocultar bajo la alfombra, apareció Domingo Felipe Cavallo que desde el Banco Central, licuó entre todo el pueblo argentino 17 mil millones de dólares de deuda privada. Entre los beneficiados estuvieron Bunge y Born, Grafa, Alpargatas, Loma Negra, Banco Francés del Río de la Plata, Banco de Galicia, Pérez Companc y por supuesto Acindar, pero también varios de los que continúan siendo jugadores clave a la hora de explicar los motivos de corridas cambiarias como la que vuelve a impulsarse en estos días y de la inflación que destroza salarios y hambrea a los trabajadores.
Otros beneficiarios de aquel proceso, son actores cuya vigencia sigue intacta y ayuda a explicar algunas cosas que suceden hoy en el país. Es que uno de los grandes ganadores de ese proceso de acumulación de dinero y poder a costillas del Estado, así como de la licuación de la deuda contraída no fue otro que el Grupo Macri: un jugador relevante de la plataforma desde la que se construyó el bloque de representación política, que consiguió aglutinar a la derecha social que hasta entonces estaba dispersa, para ubicarla en una posición capaz de disputar y ejercer gobierno sin vulnerar la institucionalidad liberal burguesa.
Otro actor clave de esa maniobra fue Ingenio Ledesma, que es lo mismo que decir Carlos Blaquier, quien falleció este año disfrutando de impunidad y homenajeado por la clase capitalista y fundamentalmente por la corporación empresarial que le rindió tributo por medio del titular de la UIA, Daniel Funes de Rioja, que también lo es de la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal).
La Copal tiene entre sus principales miembros a Ledesma, que desde medio siglo atrás es la nave insignia del holding que presidió Blaquier, el principal responsable de La Noche del Apagón, cuya muerte lamentaron en sentidos obituarios publicados en las páginas de La Nación, personajes como Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri.
Y, por supuesto, entre los que maximizaron su tasa de rentabilidad hasta límites por entonces inimaginables y disfrutaron de las prebendas con la que la favoreció la última dictadura, aparece Molinos Río de la Plata. Sí, la misma empresa propietaria de la planta ubicada en Avellaneda, en la que Parodi no vio que pasara nada raro, pese a que fue gerente de Recursos Humanos cuando ahí se estableció una zona liberada para el accionar represivo.
¡A festejar el seis!
Aunque pasaron muchos años, sería un grave error pensar que todo esto es historia con olor a naftalina. El derrotero del Grupo Macri es el que mejor permite trazar una línea histórica, que resume en buena medida aspectos de continuidad entre el sentido de clase qué tuvo la última dictadura y el fenómeno que actualmente muchos denominan como de un “corrimiento hacia la derecha” del sentido común.
Pero ese holding es sólo la más visible, porque es de ahí de donde salió Mauricio Macri quien, además de ponerse la Banda Presidencial, es actor central de la construcción de un espacio de representación política capaz de discutir y ejercer hegemonía.
Haciendo un breve resumen y en honor a la gravedad de la situación que se vive en Jujuy, es preciso recalcar que hablar de Gerardo Morales, es también hacerlo de Carlos Blaquier y su grupo que es quien lo supo detectar tempranamente como una promesa que merecía ser apoyada, por lo que fue clave para su carrera política y su ascenso al Gobierno.
De todos modos, más allá de los casos puntuales, es preciso señalar que la última dictadura respondió a un proceso que todavía está en marcha y que, durante los días, se exhibe sin pudor como una alternativa viable que espera ser plebiscitada en las elecciones de octubre.
Ayer, después del 8,4 de abril y el 7,8 de mayo, el Indec dio a conocer el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de junio que aparece con una desaceleración importante para ubicarse en el seis por ciento, lo que cierra un primer semestre con una inflación acumulada de 50,7 por ciento, algo que en el registro anualizado da un 115,6 por ciento.
Lo de la desaceleración no está nada mal, pero el hecho de que se respire con cierto alivio ante un IPC del seis por ciento, habla de una situación en la que se viene saqueando con particular ferocidad al bolsillo de los trabajadores, mientras algunos la siguen levantando con pala.
La Copal suma entre sus filas al grupo de 65 empresas que, junto a seis cadenas de supermercados, concentran alrededor del ochenta por ciento de la facturación y que por medio de una estrategia de integración vertical y horizontal, construyen una posición dominante que les permite imponer los precios que disparan la tasa de maximización de rentabilidad de estas corporaciones empresariales, mientras achican el bolsillo y el plato de comida de los trabajadores.
A la hora de explicar las razones del 115,6 por ciento anualizado, es preciso mirar para ese lado. Porque la utilización del precio de los alimentos como herramienta para la acumulación de poder, plantea que se asiste a un episodio de la lucha de clases. Y los niveles de desparpajo con que esto se perpetra y el modo en que se justifica, habla de que para la clase capitalista que actúa en el país se acabó la Era del Pudor que vivió después de la derrota política de la última dictadura y que, por lo tanto, sin rémoras culpógenas aparece dispuesta a redoblar la batalla por la construcción de subjetividad social que es fundamental para sustentar su programa político y económico.
Porque los Parodi son el correlato de una clase capitalista dispuesta a ir por todo, de ahí que los hechos que lo tuvieron como protagonista, aparezcan como parte componente de un sentido histórico y de continuidad. El mismo sentido que tiene el endeudamiento con el FMI, que Macri perpetró por 57 mil millones de dólares que favoreció negocios propios y de sus cómplices, pero que también explica por qué el actual esquema político de derecha no es otro que aquel por el que en marzo del ’76 Videla, Massera, Agosti y José Alfredo Martínez de Hoz entraron a La Rosada.
Porque para que aquellos que ejercen una posición absolutamente dominante le puedan poner al azúcar o a los fideos el precio que se les ocurra, deben tener a un Morales que someta a Jujuy a un clima propio del que se vivió durante la última dictadura. Pero también de una Patricia Bullrich que lo acuse de ser muy blando. Porque la construcción de subjetividad social afín a sus ideas, es primordial para que la clase capitalista pueda imponer y sustentar su programa político y económico.
“Yo veo al futuro repetir el pasado, veo un museo de grandes novedades…pero el tiempo no para, no para”, dice una canción de Bersuit Vergarabat, tan hermosa como elocuente para explicar algunas cosas que pasan en Argentina, aquí y ahora.