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Jue, May
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Sí, los genocidas vuelven a reírse en la cara de sus víctimas. Aunque está preso, el represor Jorge Olivera festejó sus Bodas de Oro con sesenta invitados, Cecilia Pando y Palito Ortega.

Los días que corren son épocas de grotescos y de injusticias, de provocadores y provocaciones, con nuevospersonajes y otros viejos que se empeñan en volver siempre con la misma impunidad, y esto es algo que volvió a quedar expuesto en la reciente celebración de las Bodas de Oro de un matrimonio que se llevó a cabo en Vicente López, en el conurbano norte de Buenos Aires.

Es que el feliz marido no fue otro que el represor Jorge Olivera y al festejo en el que hubo alrededor de sesenta invitados, concurrió Cecilia Pando quien posó para la foto con el encargado de animar el show, un risueño Palito Ortega, que es el mismo que un interregno de su carrera artística fue gobernador de Tucumán, senador por esa provincia y hasta candidato a vicepresidente.

Pero si después de leer estos dos párrafos usted se pregunta dónde está la noticia, vale recordar que Olivera está preso porque fue sentenciado a dos condenas de prisión perpetua, ya que fue encontrado penalmente responsable de perpetrar crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura, cuando como militar estaba destacado en la provincia de San Juan.

Pero de todas maneras, este genocida está alojado en su propia casa ya que goza de los beneficios de la prisión domiciliaria, pese a que el 25 de julio de 2013, cuando acababa de ser condenado a la primera de sus perpetuas y permanecía internado en el Hospital Militar Cosme Argerich, fue protagonista de una fuga que lo llevó a estar prófugo durante cuatro años, hasta que a alguien se le ocurrió buscarlo en la casa de su esposa, que es donde residía cómodamente alojado. Entonces lo llevaron al penal sanjuanino de Chimbas, donde permaneció durante pocos años hasta que le dieron el beneficio de la domiciliaria.

Desde entonces Olivera demostró ser un tipo inquieto y, como tal, no para de pedirle al tribunal que interviene en su causa autorizaciones para salir de su casa. Para ello echa mano a variadas justificaciones: ir a Zárate para asistir a las misas que da su hijo, el sacerdote Javier Olivera Ravasi, y hasta otros para que lo dejen asistir a un gimnasio.

Lo cierto es que, al parecer esta vez no pidió permiso para hacer la fiesta y es por eso que el fiscal general Dante Vega, que es el titular de la Oficina de Asistencia en causas por violaciones a los Derechos Humanos de Mendoza, junto al fiscal general de San Juan Francisco Maldonado, solicitaron que el Tribunal Oral Federal de esa provincia investigue las circunstancias de la festichola.

Pero dejando de lado todo lo rocambolesco que rodea a este siniestro personaje y a sus invitados, hay que recordar que junto a su ex compañero y cómplice Gustavo Ramón De Marchi, Olivera fue condenado por el Tribunal Federal de San Juan porque se lo encontró penalmente responsable de haber perpetrado medio centenar de crímenes que van desde torturas a asesinatos y asociación ilícita.

Y también que la vez que se fue como pancho por su casa del Hospital Militar, no fue la primera en que Olivera se prófugo para evitar responder judicialmente por sus delitos. Antes ya lo había hecho y así permaneció hasta que se convirtió en el segundo militar argentino -después de Adolfo Scilingo- arrestado en el extranjero después de que jueces europeos aceptaran intervenir en causas abiertas por la violación de Derechos Humanos en América del Sur durante el terrorismo de Estado.

Fue en Francia donde un tribunal lo acusó por el secuestro y torturas a las que fue sometida Marie Anne Erize Tisseau, una militante popular franco-argentina secuestrada y desaparecida en San Juan durante 1976. En este caso fue clave la declaración que prestó el dirigente del Partido Comunista Argentino, Rogelio Roldán, quien ese mismo año fue detenido ilegalmente y encarcelado en el penal de Chimbas.

“Cuando yo entré al penal de Chimbas, Olivera era teniente primero e integraba el grupo de tareas que actuaba dentro del penal”, recuerda Roldán y añade que “era uno de los que más activamente participaban en la tortura y estaba siempre con un rosario”. Y a la hora de recalcar la responsabilidad de Olivera, puntualiza que “no es cierto eso que dicen, que él era un teniente joven que no tenía idea de lo que pasaba”.

Con todos estos antecedentes, al que ahora se suma la provocación del festejo de sus Bodas de Oro, es que desde el Partido Comunista de San Juan, se advirtió que en casos como el de este genocida, la prisión domiciliaria “de hecho constituye una liberación encubierta”, por lo que se hizo hincapié en que es preciso que se revoque este “beneficio extraordinario” cuando benefician a “criminales de lesa humanidad, que solo merecen cárcel común, perpetua y efectiva”.