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Como nunca antes el pensamiento mítico apareced imbricado con la política nacional y la toma de decisiones en las más altas esferas del gobierno.

“Que Moisés haga nuevas tablas de ley”, publicó en idioma hebreo Javier Milei a poco de su debut presidencial ante la Asamblea Legislativa, en lo que fue una anticipación del decálogo de iniciativas que pretende convertir en ley, el 25 de mayo en Córdoba, junto a los gobernadores y el titular del ejecutivo de Ciudad de Buenos Aires.

Independientemente del análisis que profanos y no profanos hagan sobre algunos comportamientos excéntricos que tiene el presidente, el problema es que junto con la naturalización de esas conductas, aparece una naturalización de las consecuencias que suelen traer.

¿Es importante si Milei piensa que el origen del decálogo que anunció el viernes es homologable a las Tablas de la Ley que aparecen en Éxodo y Deuteronomio de la Biblia Hebrea? ¿Lo es si, como señala Juan González en su libro El Loco, está convencido de que es una suerte de reencarnación Aaron y la actual secretaria general de la Presidencia, es lo mismo pero de Moisés? ¿O si como cita el mismo autor, el actual Presidente piensa que conoció a su perro ahora fallecido, en una vida anterior? La cosa es que, ya sean verdaderas o falsas, esas versiones lejos de ser desmentidas son alimentadas recurrentemente y por el propio Milei quien, por otro lado, tiene todo el derecho del mundo a poseer un universo mágico tan florido como pueda, lo que resulta muy respetable sobre todo si eso derivara en comportamientos y acciones altruistas.

Pero lo cierto es que como sociedad naturalizamos que el mandatario argentino pueda actuar influenciado por ese tipo de creencias ¿Pero esto en sí mismo es un problema? De ninguna manera, aunque sí lo es cuando del mismo modo, naturalizamos las consecuencias que en formato de medidas de gobierno, el Presidente lleva a cabo a partir de esa matriz cosmovisional. Porque ahí la cosa deja de pertenecer a la esfera privada, para pasar a pública.

Es que si el mandatario considera que los métodos y contenidos de gestión que se plasman en herramientas como el DNU 70/2023 o el más reciente Decálogo Milei fueron dictados por algún designio sobrenatural, el problema comienza a ser no sólo el contenido de las medidas, sino también cuál es el universo cosmovisional que las provocó.

La cosa es clara: la casta son los pobres y entonces no hay plata para los comedores escolares ni para los que funcionan en las barriadas más empobrecidas, tampoco para los sistemas sanitario y educativo o para que los adultos mayores puedan tener una jubilación adecuada a sus necesidades. Y, mientras sobre todos ellos se descarga con singular brutalidad un ajuste que provoca sufrimientos que traspasan hasta límites pocas veces vistos en Argentina, un concentrado núcleo de ricos se enriquece cada vez más.

Y, llegados a este punto, la pregunta es cuándo nos deschavetamos como sociedad, para llegar a naturalizar este tipo de cosas ¿Habrá sido cuando comenzamos a naturalizar la idea de que de la mano de un “capitalismo bueno” Argentina había tenía los mismos índices de pobreza que Alemania, o tal vez cuando se hizo lo propio con aquello de que la inseguridad que padecen los trabajadores del tercer cordón del conurbano era sólo “sensación de inseguridad” y no un problema concreto que requería un enfoque realista y soluciones?


Legado


Cuando se habla de Moisés y de Aarón, no queda claro cuál es el límite entre historia y mito, pero para este caso lo importante es la influencia concreta que estos personajes parecen tener en quien hoy gobierna el país.

Porque más allá de la buena propaganda que le hizo Hollywood con superproducciones como Los Diez Mandamientos, lo cierto es que con sólo leer el Deuteronomio, se puede advertir que estos dos personajes no quedan muy bien parados. Es que, para sintetizarlo, ahí se da cuenta de que a instancias de lo que les había autorizado a hacer Yahweh, por orden de Moisés, sus huestes se cargaron a todos los integrantes de seis naciones que habitaban lo que actualmente es Palestina, lo que incluyó a mujeres, niños y animales.

Y, aunque hay que reconocer que esto de andar masacrando a cualquier pueblo que se cruzara por el camino era moneda corriente en aquellas épocas, lo de la “epopeya” que llevó a Aaron hasta la Tierra de Leche y Miel, constituye una verdadera hoja de ruta de un genocidio, quizás el primero que se conserva con un jormato de crónica.

Entonces, esto de autopercibirse como Aaron comienza a ser peligroso, sobre todo si a quien le pasa tiene las herramientas del Estado a su disposición, lo que incluye a las Fuerzas Armadas y Policiales.

Y quizás esta sea una punta para comprender las razones por las que Milei decidió subir al ring al Papa Francisco a quien, después de haberle dicho que era el representante
del Maligno en la Tierra, visitó en El Vaticano donde en medio de sonrisas, el Pontífice le preguntó si se había cortado el pelo, al tiempo que le agradecía a Karina Milei por “haber cuidado” al Presidente (Ver Volveré y seré DNU).

Pero, vaya de paso, la semana pasada en la previa de la Asamblea Legislativa, Francisco volvió a exhibir esa sinuosidad que siempre caracterizó a Jorge Bergoglio, cuando en un mensaje enviado al Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana, dijo cosas como que el “dios mercado y la diosa ganancia son falsas deidades que nos conducen a la deshumanización y a la destrucción del planeta”.

Porque más allá de lo que con razón se pueda pensar sobre la Iglesia Católica Apostólica Romana, el principal legado que dejaron sobre todo los primeros cristianismos, es el primer registro histórico que en occidente se tiene sobre una mirada que plantea aquello de “quiere a tu prójimo como a ti mismo”, lo que traducido a nuestros días quiere decir “no le hagas a otro lo que no querés que te hagan a vos”.

Y otra cosa más, varios de aquellos primeros cristianismos fueron absolutamente inclusivos para niños, mujeres u hombres cualquiera sea su condición, lo que constituyó una de las claves para su propalación, algo que permitió que en poco más de tres siglos, un grupo minoritario y perseguido de judíos y gentiles, se convirtiera en la religión y el esquema civilizatorio hegemónico del Imperio Romano.

Mientras que la Alianza Mosaica alcanza sólo al “pueblo elegido”, esto es las trece tribus de Israel, Jesucristo vino a acabar con esa alianza para hacer una “nueva y eterna”, tal como hasta nuestros días se recuerda al final de cada misa.

Y esa alianza incluye a todos, judíos y gentiles. Aquí hay que aclarar que, a diferencia de lo que pasa con el caso de Moisés y Aarón, donde los personajes se pierden en la nebulosa de la narración mítica, en el caso del Nazareno, hay al menos dos referencias que hablan de que existió realmente como personaje histórico, tal como lo revela una de las principales autoridades en filología neotestamentaria, Antonio Piñero, al analizar el testimonio que al respecto brinda el historiador Flavio Josefo que fue casi contemporáneo de Jesús.

¿Quiere decir esto que aquel personaje histórico que vivió bajo el reinado de Herodes Antipas, fue tal cual lo presenta alguno de los cristianismos iniciales o de los actuales, o que acaso es lo que sintetiza la tradición católica? De ninguna manera es así, pero lo importante es que ese legado, aquello del “no le hagas a otro lo que no querés que te hagan a vos”, sigue teniendo vigencia y colisiona frontalmente con miradas como la que puntualmente tiene Milei. Pero también en un sentido más amplio con la perspectiva del sistema capitalista.

Por eso es que, pese a todo el recorrido que hizo la Iglesia Católica Apostólica Romana a lo largo de dos mil años en los que protagonizó capítulos atravesados por la ignominia, todavía hay en su seno curas villeros y religiosos que hacen una opción real por los pobres poniendo el cuerpo. Pero también es por eso que el pensamiento marxista y más precisamente los comunistas somos, de algún modo, una suerte de secularización de aquella cosmovisión que tuvieron varios de los primeros cristianismos que se extendieron por la cuenca del Mediterráneo hasta que, en el año 325, el Concilio de Nicea vino a institucionalizar la cosa por medio de un poder central y afín a los intereses del Imperio.

Entonces, más allá del muñequeo que por estos días le pueda poner Francisco, la cuestión sigue pasando por los efectos que provoca tal o cuál cosmovisión con todos sus componentes, simbólicos, racionales, místicos, míticos y mágicos. Y en esto aparece una punta interesante para tener en cuenta a la hora de analizar de qué va este universo simbólico que aflora, como pocas veces antes, en la construcción de política pública en nuestro país.

Porque detrás de la crueldad de un DNU o de la alineación internacional que a instancias de Milei hoy tiene Argentina, aparece la justificación que le brinda una mirada cosmovisional tan antigua como mítica. Pero en la contratara, se presenta algo que puede resumirse en una de las primeras frases verdaderamente revolucionarias de las que se tiene registro. Y es la que, en su Evangelio, Juan pone en boca del Nazareno, cuando ante Poncio Pilato respondió: “mi reino no es como los de este mundo”.

Entonces, si no es “como” los de este mundo, es porque los “de este mundo” son injustos, por lo que ante tal definición, la única alternativa sería construir aquí y ahora, ese reino que de ninguna manera puede ser como los que ya hay en este mundo. Y eso seguramente es algo perturbador para cualquiera que tenga una mirada como la de Milei y también para el resto de la clase capitalista.