Mientras busca acollararse con la Mesa de Enlace, la Presidencia Milei cierra el Instituto Nacional de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena, y de la Pesca Artesanal. “Queda organizarnos y resistir como todo el pueblo contra las medidas del gobierno”, recalcó el coordinador de la Unión de Campesinos Poriahjú del Chaco, Raúl Toto Galván.
Mientras se encuadra abiertamente con la Mesa de Enlace, pidiendo la desobediencia fiscal en la provincia de Buenos Aires, Javier Milei castiga a los productores más empobrecidos con el cierre del Instituto Nacional de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena, y de la Pesca Artesanal (Inafci), medida con la que además borra de un plumazo novecientos puestos de trabajo, tal como ayer lo reconoció el propio vocero presidencial Manuel Adorni.
Se trata un ente descentralizado, con autarquía económica y financiera, cuya tarea fue diseñar políticas destinadas a agricultores familiares que, por la escala d su trabajo, no encuadran en la categoría de pequeños productores y que para alcanzar un volumen considerable su producción debe ser colectiva.
“Esto es algo que ya estaba previsto, lo venían anunciando”, lamentó el coordinador de la Unión de Campesinos Poriahjú del Chaco, Raúl Toto Galván y recordó que en un movimiento casi sincronizado, en su provincia el gobierno que preside Leandro Zdero, hizo lo propio con el Instituto de Agricultura Familiar y Economía Popular bajo su jurisdicción, con lo que “no se sabe qué va a pasar con la agricultura familiar que queda totalmente desatendida”.
Es que, recalcó quien también preside la Comisión Agraria del Partido Comunista, “estamos hablando de alrededor de 250 mil familias en todo el país que son las que suman entre la agricultura familiar, quinteros y toda la gente que depende de esta actividad que prácticamente van a quedar a la deriva”.
En este sentido sostuvo que “históricamente somos un sector que hemos sido olvidado y objeto de asistencialismo, pero hoy con esto directamente decretan el certificado de defunción de la agricultura familiar”, por lo que “queda seguir organizándonos y resistiendo como lo hace todo el pueblo, contra las medidas de este gobierno que pretende que Argentina sea un país sólo para el diez por ciento de sus actuales habitantes”.
Y aunque reconoció que “nunca fue lo que hubiéramos querido que sea, el Instituto era una ayuda para armar proyectos productivos como fue, en nuestro caso, el mercado campesino de Sáenz Peña que logramos poner en funcionamiento, pero después tuvimos que pararlo por falta de producción y porque los proyectos que estaban armados alrededor del mercado, cayeron con la llegada de este gobierno” (Ver Para esto estamos los comunistas).
Al ser un ente autárquico, el Instituto contaba con su propio presupuesto, lo que facilitó que pudiera aportar a la construcción y desarrollo de proyectos, entre otros, aquellos de carácter formativo como escuelas agrarias y la Universidad Campesina-Sistemas Rurales Indocampesinos, que se encuentra a la altura del kilómetro 924 de la Ruta Nacional 9 en el departamento Ojo de Agua de la provincia de Santiago del Estero.
En este punto, cabe reiterar que son cerca de 250 mil las familias de todo el territorio nacional, que lograron ir articulando su actividad económica bajo el paraguas del Inafci, lo que les permitió mejorar sus condiciones materiales de existencia, algo que es fundamental para fomentar el arraigo, pero también para garantizar el abasto de productos alimenticios certificados y de calidad, para la población de pequeñas y mediana comunidades urbanas que de esta manera también lograban mejores precios, porque la cercanía evitaba distorsiones que suelen aparecer con la intermediación.
“La agricultura familiar abastece, fundamentalmente, mercado interno de cercanía mediante la producción de alimentos frescos para las localidades próximas a las unidades productivas y, para eso, ponemos todo nuestro esfuerzo”, puntualizó Galván y reconoció que también “debemos hacer una autocrítica por las fallas que ha tenido durante estos años a la dirigencia de la agricultura familiar, lo que hizo que no hayamos podido constituir una coordinación para organizar la lucha y la resistencia”.
El referente de los Campesinos Poriahjú tiene autoridad para decir esto, ya que desde hace muchos años viene fijando tal postura y advirtiendo sobre falencias que “quizás por mezquindades o por cuestiones de concepción política, hicieron que no seamos capaces de constituirnos en una fuerza organizada, ejecutiva y en función de la defensa de la agricultura familiar y de nuestros propios proyectos”. Y recalcó: “nada justifica el cierre del Instituto, pero debemos hacer autocrítica”.