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Los comicios autonómicos y municipales dejaron como claro ganador al Partido Popular y a Vox. Pedro Sánchez convocó a elecciones anticipadas y en Europa ya miran quién puede ser su reemplazante ¿Qué es lo que salió mal?

Casi trece millones de españoles que estaban habilitados para votar no concurrieron a hacerlo en los recientes comicios regionales, esto es que el 37 por ciento del padrón no votó, lo que quiere decir que el ausentismo se colocó alrededor de siete puntos porcentuales por encima del promedio que se viene registrando en las últimas elecciones municipales de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Vale recordar que estos comicios fueron autonómicos y municipales y en el primero de los casos, el Partido Popular (PP) se quedó con diez comunidades que el Partido Socialista Obrero Español (Psoe) gobernaba desde 2019. Así, el PP fue el partido más votado en 28 de las cincuenta capitales de provinciales, lo que representa 17 más que en las pasadas elecciones. En la mitad de los casos obtuvo mayoría absoluta, mientras que el Psoe se quedó con catorce capitales, es decir, ocho menos que cuatro años atrás.

Por su parte, a la derecha del PP, con el resultado electoral del 28 de mayo, Vox triplicó su cantidad de concejales, al tiempo que sumó una cosecha importante a nivel autonómico, lo que la pone en una posición óptima para condicionar pactos de gobernabilidad con las gestiones que encabezará el PP en varias comunidades. Y, mientras tanto, el panorama que dejó la elección no es el mismo para Unidas Podemos, que sólo en Navarra consiguió revalidar su presencia, a lo que se suma una caída significativa en la cantidad de diputados autonómicos que va a tener esta fuerza en las próximas legislaturas.

Para resumir: el PP consiguió 1,89 millones de votos comunales más que hace cuatro años, lo que quiere decir que se quedó con los 1,69 millones que perdió Ciudadanos, pero también con alrededor de doscientos mil que habría que buscarlos entre los que se fueron del Psoe.

Así las cosas, durante la semana pasada, estos resultados ya provocaron dos consecuencias inmediatas: el  adelantamiento de los comicios generales para el 23 de julio y el aplazamiento para después de esa fecha del discurso inaugural de la presidencia pro témpore española de la Unión Europea (UE).

Con la primera de las medidas, que el propio Pedro Sánchez anunció a pocas horas de conocerse el resultado electoral, el bloque de representación política que encabeza el Psoe, busca amortiguar todo lo que sea posible, el impacto de un resultado electoral que muchos dentro de esa fuerza juzgan como catastrófico. Pero también espera que la proximidad de este nuevo horizonte, sirva para cohesionar el intrincado universo de alianzas que este bloque posee en comunidades autonómicas y localidades.

Es que a grandes rasgos, se puede observar que en las localidades donde caló más hondo el abstencionismo, es donde más votos perdió el esquema progresista que va desde el centro hacia la izquierda. Y, en la contracara de la moneda, es en algunos sitios donde creció la votación, en los que también lo hizo la derecha.

Un caso paradigmático es el de Catalunya donde el ausentismo fue de casi el 55 por ciento y la alcaldesa de Barcelona, Ada Collau, quedó tercera, en tanto que en comunidades como La Rioja y Extremadura donde se registró una mayor participación, la derecha se alzó con la mayoría y le arrebató el gobierno al Psoe.

De todos modos, cabe destacar algunos resultados importantes como los logrados por Comunistas de Catalunya (CC) en lugares como L’Hospitalet, Cornellà, Mollet, Les Franqueses y Montornès donde creció la participación a partir del intenso trabajo militante que se refleja en un aumento de la cantidad de concejales de este sector.

Precisamente CC advirtió sobre el peligro que significa “la ola conservadora que ha arrasado en el mapa”, tras lo que indicó que “en el caso catalán vemos, una vez más, cómo el Partido Socialista está capitalizando la ola conservadora del resto de España, actuando como un partido de orden con una clara apuesta por la retórica de la seguridad, propia de la derecha y la ultraderecha”.

Y remarcó que “el soberanismo de izquierda debe recuperarse rápidamente ante las múltiples amenazas que plantean las elecciones generales convocadas para el 23 de julio”, ya que “lo que está en juego no es sólo contra la derecha y la extrema derecha, sino también contra la consolidación del bipartidismo y el régimen”.

 

Límites

 

Para hacer honor a la verdad, en un contexto de pandemia y en medio de un escenario convulso provocado por la posición de la UE respecto al conflicto desatado en el Donbas, el gobierno encabezado por Sánchez puede exhibir algunos logros positivos para el universo del trabajo.

En esta línea se puede citar el tope que impuso al precio del gas, la rebaja del IVA en la factura de energía eléctrica y el gravamen a los beneficios extraordinarios de las energéticas, así como la ayuda directa estatal destinada a familias de bajos ingresos, los descuentos en los abonos del transporte público y la suspensión de los desalojos a los personas en estado de vulnerabilidad.

En la previa de las elecciones, las principales consultoras coincidieron en que estas políticas tienen un apoyo que va del sesenta al ochenta por ciento del electorado. Este bloque de acciones de gobierno son severamente castigadas por la oposición política de derecha y la massmedia dominante que en España está mayoritariamente en manos de la banca privada, grandes fondos de inversión y una Iglesia Católica que continúa ligada a un esquema de derecha heredado del franquismo. Esto es, actores que son los grandes ganadores que dejó la jornada del 28 de mayo.

Es cierto que el gobierno de Sánchez está encorsetado por los límites que le impone la delegación de soberanía monetaria, económica, política y nacional que aceptó España al ingresar a la UE, pero también lo es que en este camino de sentirse europeo, el Psoe viene dilapidando el capital simbólico que consiguió a lo largo de una historia cada vez más lejana, pero que hizo que hasta principios de la década de los 80 se definiera como un partido cuya tarea política estaba motorizada por la lucha de clases.

Uno de los ejemplos más drásticos de todo esto, es el triste papel que acepta tener como furgón de cola de la escalada bélica que Washington y Londres perpetran contra Rusia en territorio europeo. Las imágenes de Sánchez rindiendo pleitesía al régimen de Kiev son algo que difícilmente pueda digerir, incluso, alguien formado en una cultura socialdemócrata que tradicionalmente tuvo en el fascismo una línea roja que sabía que nunca se debe cruzar. Y, aunque menos simbólica, también están las consecuencias prácticas que trae para los trabajadores de España, un conflicto que en lo inmediato se asocia a problemas de carestía que ya se hacen sentir.

Es difícil cuantificar cómo impactó todo esto en los resultados del 28 de mayo, pero lo cierto es que uno de los datos sugestivos que se desprenden de esa jornada, es que tal como lo confirma el INE, la tasa de participación entre la población de mayores recursos económicos fue más elevada que la media habitual. Según el INE, en los sectores urbanos más ricos, esto es los que tienen mayor renta per cápita, la abstención fue del 30,49 por ciento, mientras que en los más empobrecidos no votó casi el 41 por ciento.

Sin dudas se trata de un baño de realidad que, esta vez en España, sufrió la socialdemocracia y las progresías en general, pero también aparece la posibilidad cierta de que el 23 de julio el bloque que lidera el Psoe pueda recuperar buena parte de lo perdido. De todos modos, lo cierto es que una vez más queda demostrado lo difícil que para el sistema es hacer realidad aquel precepto de John Keynes, que postula que es preciso “sostener el capitalismo para que siga existiendo”.

Y esto es así, entre otras cosas, porque si por algo peligra el capitalismo, es porque cada vez le cuesta más garantizar una vida decente a todas las personas, incluso, a aquellas que habitan dentro de las formaciones estatales que pertenecen al centro del propio sistema.

Y entonces, como en esto nada es neutral ni inocuo, en  España, Argentina o cualquier parte del mundo, vale la pena tener en claro que a la hora de analizar o diseñar cualquier respuesta política y fundamentalmente político-electoral al impacto que provoca el actual momento de la  crisis del sistema, siempre va a haber una mirada que surja desde el poder de la clase capitalista, otra que desde quienes administran el Estado Liberal Burgués intente explicar cosas que a veces son injustificables y una tercera que debe interpelar y surgir desde los propios trabajadores.

Porque, allá o aquí, aunque paguen los platos rotos con reveses electorales quienes gestionan las herramientas que provee el Estado Liberal Burgués, los que pagan con hambre y frustración cotidiana son los trabajadores.

Pero lo paradójico es que quienes siempre quedan indemnes, son los agentes económicos y políticos que están por encima de los ocasionales administradores estatales, que no son otros que aquellos que mueven los hilos del poder real.

Se sanciona a los responsables de los efectos y eso está bien. Pero no a los de las causas de la depredación que conlleva el propio sistema capitalista que, de esta manera, siempre encuentra un recambio en su esquema de representación política que en momentos en que se agudiza la crisis, habitualmente viene por derecha.

Porque una de las funciones primordiales del Estado Liberal Burgués, es garantizar la acumulación de capital y legitimar electoralmente al capitalismo, pero llega un momento en el que la propia dinámica de la crisis del sistema, hace que se repliegue sobre su función más básica que es mantener el orden, ya sea preventivo o represivo. Y, por eso, cuando su propia crisis hace que al sistema se le vuelva más difícil legitimarse, hasta los “moderados” se pintan la cara.