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Vie, Abr
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Política
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En Cañuelas la concejal Emma Corvalán desempolvó una teoría que la ciencia  desechó hace casi un siglo. Mientras tanto, desde el Partido Comunista se pide justicia por Alex Campo.

La concejal Flavia Guardia repudió declaraciones de su colega de la bancada de la Juntos, Emma Corvalán, quien al referirse a su preocupación por la seguridad ciudadana en Cañuelas, aseveró que “dudamos de las caras que vemos, y a veces no estamos tan equivocados”.

Evocando a Césare Lombroso, la edil radical relacionó el aspecto de las personas con su presunto potencial criminógeno y, aunque evitó brindar detalles que expliquen con claridad su teoría, de sus dichos se desprende que la cosa pasa por un desprecio manifiesto hacia las personas que por estar empobrecidas tienen dificultad para sostener una apariencia acorde a ciertos cánones dominantes.

De lo que se trata, es de un modelo atado a estereotipos que son indispensables para alimentar modas, consumismo y exclusiones que resultan imprescindibles para la reproducción del capitalismo en su actual momento de desarrollo.

Corvalán es una habitué de este tipo de ideas. Durante la jornada de la elección de medio término de 2021, en la que en Cañuelas se impuso el Frente de Todos, públicamente en la sede del Comité de la UCR, descargó su odio contra los que votaron a ese espacio. “Hemos dado todo de nosotros: trabajo, transparencia y esfuerzo. No alcanzó porque una billetera fue muy poderosa. Hay mucha gente necesitada en Cañuelas, que generación tras generación no vivió de la educación y del trabajo, sino de un plan. Y terminan siendo rehenes del gobierno municipal. Han aceptado todo lo que le ofrecieron. Compraron voluntades y compraron dignidad”.

Tampoco esta vez la concejal brindó detalles que permitan establecer de qué va eso de la compra de voluntades y dignidad, pero no se privó de reflotar ese mito recurrente entre el tilinguerío que estigmatiza como vagos y “planeros” a aquellas personas que empuja a la pobreza, el mismo sistema capitalista que defiende ese mediopelo.

“Sigue la estigmatización”, lamentó Flavia Guardia al referirse a este hecho y señaló que la concejal radical “volvió a tildar a los pibes de gorrita como chorros”, tras lo que reflexionó que “la seguridad no pasa por detener a un pibe y pedirle el documento porque tiene una gorra o anda mal vestido”.

Aseveraciones como las de la concejal Corvalán constituyen una exhibición de ignorancia y grosería que hablan de quién las emite y también del lugar cultural, social y político desde donde lo hace. Pero asimismo nada tienen de gratuito, ya que aportan a la construcción de una subjetividad desde la que se fabrica y naturaliza la idea de que existe ese otro al que se percibe cercano y peligroso y, por lo tanto, pasible de ser destruido sin que ello traiga aparejado ningún conflicto moral.

Probablemente algo de esto es lo que estaba suficientemente arraigado en el imaginario de Rodolfo Pablo Sánchez, cuando el 24 de mayo de 2020 vio a tres pibes que, según decidió de manera arbitraria, eran ladrones y por lo tanto los persiguió y les apuntó con su camioneta.

Alex Campo fue asesinado, entre otras cosas, porque entraba en el estereotipo construido a fuerza de peroratas como las que repite Corvalán que, así, apuntala una carrera en un espacio político que cada vez expresa de forma más descarada que representa a lo más criminógeno de la clase capitalista.

La estigmatización y prejuicios aparecen en la génesis de casos como el del asesinato de Alex Campo. “Alex está muy presente y existe mucha identificación con él”, resaltó Flavia Guardia tras lo que hizo hincapié en que junto a su madre Claudia Cortés y “todo el barrio Guzzetti exigimos justicia para Alex”.