Con las malas artes que suele utilizar, el ex presidente ahora va por Boca Juniors, pero ahí deberá vérselas con Juan Román Riquelme.
Con Mauricio Macri metido de lleno en la elección de Boca, la semana pasada reapareció la fiscal Celsa Ramírez y tal como es su costumbre, clausuró la Bombonera donde
tras el partido que disputó la selección Argentina contra su par de Uruguay, no va a albergar encuentros pero sí está previsto que sea sede de los comicios del sábado 2 de
diciembre. Esta vez la clausura que se fue parcial y se levantó dos días después de dictada, respondió a que la Agencia Gubernamental de Control del Gobierno de la Ciudad,
detectó que durante el partido del jueves pasado, hubo algunos sectores en los que el aforo fue levemente superior al permitido. “Hay animosidad contra la institución” fue la respuesta de Boca desde donde no se dudó al vinculad la decisión de la fiscal Ramírez con la intención de obstaculizar que el estadio sea el escenario de los comicios. Tras lo que sostuvo que Boca está “orgulloso de haber recibido en casa a los campeones del mundo en un clima festivo y con total normalidad” y que pese a no haber superado la capacidad máxima del estadio, la agencia gubernamental de control decidió su clausura, lo que “evidencia animosidad contra la institución, algo que se ha reiterado sugestivamente en varias oportunidades en lo que va del año”. Por su parte, al referirse a la elección boquense, Juan Román Riquelme indicó que la disyuntiva que enfrentan los socios es “seguir siendo un club de fútbol o que usen el club para hacer política”. Así planteo el escenario abierto después de que se confirmara que Macri se postula a la
vicepresidencia del club acompañando a Andrés Ibarra, quien fuera su ministro de Modernización, en una lista donde confluyen Edgardo Alifraco (el brazo de la Libertad
Avanza en Boca), Francisco Quintana (Presidente del Consejo de la Magistratura de la Ciudad) y Leandro Crespi, entre otros. El lema “el enemigo de mi enemigos es miamigo” parece ser una moneda corriente que se ve en la política argentina y que ahora se ve en Boca con la integración de Mario Pergolini en la lista de Macri. El conductor radial fue parte de los de primeros años de la actual gestión, encabezada por Jorge Amor Ameal y Juan Román Riquelme que ahora buscan la reelección aunque invirtiendo los términos del binomio. Con algo de apoyo, además, de ex jugadores el macrismo buscará alcanzar el poder en otro club grande para así conseguir presionar con la idea de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). Recordemos que, actualmente, Independiente está presidido por Néstor Grindetti quien fue candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por Juntos por el Cambio. Paradojicamente, el titular de Independiente siguió la línea de los otros clubes sobre lo que implica el avance de las
SAD: “Independiente no resignará su identidad”. Claro está que esta acción fue para no quedar tan expuesta en la obsesión Macri y las discusiones en el mundo del fútbol
que está generando. La Conmebol y sus destrato con los hinchas argentinos El pasado sábado 4 de noviembre fue de pesadilla para los hinchas de Boca Juniors, sobre todo para quienes fueron a la final de la Copa Libertadores y ni siquiera pudieron verla porque no los dejaron ingresar al estadio, y que encima sufrieron la derrota ante Fluminense por 2-1. De acuerdo con los reportes, miles de fanáticos fueron reprimidos por las autoridades que se encontraban en las inmediaciones del estadio brasileño, las cuales les
impidieron ingresar al recinto pese a que habían comprado sus boletos para ver el partido. Ante este lo Conmbeol nunca se hizo cargo. Los hincas de boca que llegaron ario ese semana no la pasaron para nada bien. Ataques por parte de hinchas de Fluminense y complicidad de la policía que les tiro con balas, gases y encima se llevó algunos detenidos solamente por defenderse. De hecho, en el banderazo del viernes 3 de noviembre previo a la final, se hizo presente el embajador Daniel Scioli para garantizar que todo se desarrolle en paz entre la policía y el público. Esto demuestra que enfocarse tanto en el negocio hace que te olvides de quienes sostiene el fútbol que son sus hinchas, quienes pagaron desde quinientos dólares una entrada y aun así no pudieron acceder a ver el partido. Estos montos ya hablan de un fútbol orientado a una exclusiva clase social de ingresos medios, y para algunos, que les significa un esfuerzo económico fuerte pero que tiene posibilidades concretas de llegar a costearse un viaje y una entrada. Sin embargo a la hora de dar privilegios son los primeros. Mientras los hinchas que pagaron su entrada no podían acceder al estadio siendo reprimidos por la policía de Río de Janeiro, Juan Ángel Napout, ex presidente de la Conmebol y de la Federación Paraguaya de Fútbol, estuvo presente en Río durante la final de la Copa Libertadores.
Pasó siete años preso en EE.UU. por el escándalo del Fifagate y obtuvo su libertad hace tan sólo cuatro meses. Lo llamativo es que tenía un colgante dorado de Conmbeol, es decir que era invitado vip del el organismo. En este contexto es que se llevó a cabo una final de Copa Libertadores y volvió a poner a la lupa a la Conmebol. Una confederación que nunca se ocupó o intercedió en las cuestiones de seguridad antes de la final y que sólo sacó un leve comunicado que llamaba a “la paz”. En un fútbol donde sólo importa en el negocio, la europeización que pretende Conmebol con la Copa Libertadores y el fútbol sudamericano, desde hace tiempo está significando la pérdida identidad e idiosincrasia sudamericana. Y como fue haber llevado al final del 2018 entre River y Boca a Madrid, esta idea de la final única, lo está haciendo mucho más evidente.