En un nuevo acto de alineamiento con el bloque anglosajón, el presidente volvió a rendir pleitesía a Laura Richardson y anunció que piensa entregar a EE.UU. un puerto multiusos en la puerta de entrada de la Antártida Argentina.
¿Alguien puede imaginar qué pasaría si la policía ecuatoriana tomara por asalto la embajada estadounidense en Quito? ¿Se imagina usted al presidente Joseph Biden saliendo a los piques y de madrugada rumbo a Alaska para recibir al general de brigada Carlos Alberto Presti? Es verdad que nadie en sus cabales podría dar una respuesta positiva a estas preguntas, pero también lo es que ni el más pesimista puede sorprenderse ante dos de las principales y más fuertes imágenes que dejó el fin de semana, con episodios que sucedieron a más de seis mil kilómetros de distancia, pero que encuentran un factor común en la cuña que EE.UU. logró meter en Nuestramérica, que amenaza con desestabilizar a esta región a favor de los intereses de lo más concentrado de la clase capitalista que actúa a escala global y sus terminales locales.
Durante la Semana de Malvinas Milei se subió a un avión y, disfrazado de GIJoe, voló hasta Ushuaia para rendir pleitesía a Laura Richardson. Ahí, flanqueado por la general estadounidense y el embajador de ese país Marc Stanley, anunció que piensa habilitar el emplazamiento de una “base naval conjunta” con EE.UU. en la Patagonia.
Este nuevo acto de sumisión perruna con Washington fue rubricado con su discurso, la bandera estadounidense flameando en lo más alto del mástil de una base naval argentina y el himno de las barras y estrellas sonando por cadena nacional.
Como en la época del Imperio Romano, cuando los reyezuelos de los lugares más recónditos debían concurrir a rendir reverencia al general conquistador, Milei recorrió tres mil kilómetros para arrodillarse y, exultante, sirvió en bandeja de plata su tributo a la Casa Blanca. Por eso anunció la suspensión de cualquier contrato que ligue al Estado Argentino con empresas de la República Popular China (RPCh) para la construcción de centrales atómicas, reafirmó la cancelación de las obras de las represas Jorge Cepernic y Néstor Kirchner, al tiempo que celebró la participación militar yanqui en la hidrovía lo que -entre otras cosas- pone en el ojo del huracán a la que tiene la empresa Cofco International Argentina, que posee dos puertos a la vera del Río Paraná y tiene capitales chinos.
Pero también cerró las puertas a la posibilidad de que el país asiático participe en el negocio que se abre con la explotación de minerales raros y litio en Argentina, y explicitó que su gobierno está dispuesto a ceder a las exigencias estadounidenses respecto a la Instalación de Espacio Lejano que la RPCh posee en Neuquén.
Lo que hizo en Ushuaia sólo plasma lo que anunció en campaña y es coherente con el camino recorrido hasta ahora por la Presidencia Milei, con hitos que se pueden resumir con la presencia de Volodímir Zelenski en su ceremonia de investidura, el retiro de Argentina del Brics, su discurso en Davos donde además la única reunión de primer nivel que tuvo fue con David Cameron, el anuncio de llevar la embajada ante Israel a Jerusalem, y los ataques abiertos a los presidentes de Brasil, México, Venezuela y Colombia.
Esto tiene impacto en varias dimensiones, pero lo más urgente es el anuncio que hizo Milei sobre la construcción conjunta de una base naval en territorio fueguino, con lo que la Otan ya tendría dos presencias clave en el mar austral, una en Malvinas y ahora esta. La idea de emplazar una base de abastecimiento en esa zona no es nueva, pero sí lo es que se la quiera hacer junto a EE.UU. y que el anuncio lo haga quien ejerce la presidencia argentina junto a la comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, que es la fuerza militar naval que ese país despliega por el Atlántico Sur.
¿Cuánto tiene todo esto de sobreactuación para buscar diferenciar a su gobierno de sus antecesores que, de acuerdo a la versión de EE.UU., pretendían avanzar en la construcción de una base de la RPCh en la misma zona? La breve trayectoria pública de Milei deja en claro que, cada vez que pudo, acabó llevando a la práctica -con creces- aquello que previamente sobreactuó, lo que advierte acerca del peligro de lo que acaba de pasar. Y, al respecto, sólo basta con recordar que ni el burócrata más atornillado en el FMI creía que iba en serio cuando, durante la campaña electoral, decía que iba a sobrecumplir las metas que impone ese organismo para pago de deuda que contrajo Mauricio Macri.
Lo llamativo de esta historia es lo escaso de las respuestas institucionales que aparecen desde la oposición parlamentaria, teniendo en cuenta que con lo que anunció durante la madrugada del sábado, el presidente está comprometiendo la soberanía nacional, entre otras cosas, todas graves.
Asimismo, en el discurso de Milei también volvió a verse el amateurismo que atraviesa diversas áreas de su gestión. Sobre el mensaje sobrevoló la esperanza de que tanto gesto de sumisión pueda convencer a Washington, para que cambie su histórica posición respecto al tema Malvinas. Leopoldo Fortunato Galtieri pensó lo mismo y está claro donde acabamos.
Pero más allá de la apasionada sobreactuación que caracteriza casi todo el accionar público de Milei, hay quienes ven en todo esto un gesto extremo pergeñado por la facción del gobierno liderada por Luis Caputo, que está dirigido a congraciarse con el actual gobierno estadounidense. Sueñan con que Biden mueva las piezas necesarias para que el FMI afloje con -al menos- 4.700 millones de dólares, que son los que quedaron sin efectivizarse del Satand-By de 2018 y que, desde hace rato, viene mendigando el titular de Economía para darle sustentabilidad a un plan que con poco recorrido ya muestra muchas debilidades.
La cartera económica aspira a poder embolsar esa suma y que, con ese gesto, se encienda la luz verde y que fondos de inversión y gobiernos ávidos por anotarse en un buen negocio -entre los que podría estar de EE.UU.-, abran la billetera para que todos los argentinos nos volvamos a endeudar, esta vez, por quince mil millones más que son los que apuntalarían un plan que tiene un horizonte en la dolarización y un recorrido atravesado por la bicicleta financiera que, tal como lo demostró en su paso anterior por la gestión pública, es lo que mejor hace el actual ministro de Economía.
En este punto y a riesgo de presentarlo de forma muy esquemática, vale mencionar que aunque Milei forme parte del Club de Fans de Donal Trump, la facción que diseñó e implementa el plan económico posee terminales mucho más aceitadas con el esquema que tiene su representación política en el Partido Demócrata. Se trata de una facción mucho más ligada al sector de la clase capitalista que juega en las grandes ligas, que imagina un mundo atravesado por la financierización, que reserva para formaciones estatales como Argentina un papel muy parecido al de las factorías del siglo 19.
Durante esta semana que comienza, se espera que Caputo viaje a la capital estadounidense para reunirse con la recientemente reelecta gerente de Fondo, Kristalina Gueorguieva, pero en la previa ese organismo aclaró que, por ahora, no piensa avanzar con un nuevo acuerdo de crédito con Argentina, lo que pondría en tela de juicio la posibilidad de que la Presidencia Milei pueda, en el corto plazo, contar con los fondos que precisa para concretar la liberalización absoluta del mercado cambiario que, de acuerdo a lo que anticipa la cartera económica, sería el pase previo y necesario para la etapa de “competencia de monedas” que ve como el umbral de la dolarización.
Y, por su parte, Milei vuelve a viajar EE.UU., otra vez a costillas del erario público y nuevamente en una visita privada. Mañana irá a Miami donde acompañado por la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, va a recibir la condecoración como “Embajador Internacional de la Luz” que le otorga la comunidad Jabad Lubavitch.
Pero como la temporada de lobby continúa abierta, esta semana van a desfilar por La Rosada la subsecretaria de Comercio Internacional estadounidense, Marisa Lago, y el subsecretario Adjunto para América del Sur, Kevin Sullivan, quien es un viejo conocido por estos pagos, ya que ejerció como embajador interino durante 2014, cuando el Presidente estadounidense era Barack Obama.
Mitos y otras yerbas
El mito de la base china es algo que desde hace varios años viene fogoneando EE.UU. y nació cuando se presentó en la Legislatura de Tierra del Fuego un proyecto que proponía la construcción de un puerto multiuso en Ushuaia, pero esta iniciativa nunca fue tratada y perdió estado parlamentario. Quien sí se mantiene un proyecto de este tipo, es el Grupo Mirgor que cuenta con tres plantas en esta provincia y está liderado por Nicolás Caputo, el amigo del alma de Macri y primo del actual ministro de Economía. Dos más dos, siempre es cuatro.
El otro Mito Chino, es el de la “base militar de Neuquén”, que fue fogoneado reiteradamente por el embajador Stanley, quien no hace mucho cuestionó públicamente que “Argentina permita que las Fuerzas Armadas de China operen en Neuquén”. Ante esto, vale recordar que fueron varios los funcionarios gubernamentales y representantes de bloques parlamentarios, embajadores y científicos que visitaron el lugar, pero nadie encontró ningún indicio de que haya actividad militar. Pese a esto, el viernes pasado el gobierno anunció su intención de inspeccionar la labor que se desarrolla en esas instalaciones.
Pero nada se dice de la instalación financiada por el Comando Estratégico Sur del Ejército de EE.UU. que, desde hace varios años funciona en Neuquén bajo la nomenclatura “Centro de Operación de Asistencia Humanitaria y Desastres Naturales”. Estas instalaciones poseen capacidad para habilitar el desembarco de personal aerotransportado y se ubican sugestivamente cerca de Vaca Muerta, yacimiento que la Agencia de Energía estadounidense cataloga como “zona de interés”, ya que es la segunda reserva de gas no convencional y la cuarta de petróleo del planeta.
Así las cosas, lo cierto es que todo esto tiene un factor común en una vuelta de rosca más y sumamente peligrosa, del proceso de delegación de soberanía política, económica y nacional que perpetra la Presidencia Milei y que amenaza con traspasar líneas rojas de esas de las que después cuesta mucho volver (Ver “Relaciones carnales”).
Pero también permite poner la lupa sobre una situación que exhibe el nivel de degradación que alcanza institucionalidad liberal burguesa, que muestra poca vocación para pronunciarse sobre actos de gobierno como el que tuvo lugar en Ushuaia, así como acerca de otros coadyuvantes como el DNU 70/2023 sobre cuya constitucionalidad nada dice la Corte Suprema mientras que, al parecer, Diputados espera mejores momentos para expedirse. Mientras tanto, su vigencia continúa causando estragos entre los trabajadores.
Si prospera la instalación de esta base estadounidense, se trazará un arco con el que junto a la otra base que la Otan ya posee en Malvinas y la ocupación británica en Georgias, nuestro territorio argentino va a quedar partido en dos. Argentina es un país bicontinental y, de esta manera, corre riesgo de comenzar a transitar un camino en el que se le cercena la mitad de su territorio continental, insular y marítimo. Y esto es algo sumamente peligroso, sobre todo, de cara a la reformulación del Tratado Antártico algo que debe ser ratificado durante el año 2048 (Ver “Una de piratas”).
Cuando se creó la Unasur, se definió a Malvinas como una causa regional en un continente que fue determinado como Zona de Paz. Pero esta nueva concesión territorial a la Otan, pone a nuestro país y a la región en un escenario en el que cada vez resulta más verosímil el estallido de un conflicto global, que es aquel al que la Alianza Atlántica está empujando al planeta con la escalada que ahora mismo perpetra abiertamente en Europa oriental, la franja que va de Siria hasta Yemen y en el Mar de China.
Asimismo, la delegación de soberanía sustenta todavía más el modelo que, por medio del Gobierno Milei, intenta imponer la clase capitalista que actúa en Argentina. Por eso la presencia de unidades militares estadounidenses en la cuenca del Paraná y también en Ushuaia, pueden convertirse en una poliza de seguro para un gobierno que sabe que perpetra un brutal ajuste, que intenta consolidar con la dolarización. Y que también tiene claro que nada de esto cierra sin represión.
No es nuevo el desapego que hacia la Argentina y su pueblo posee la clase capitalista que actúa en el país, por eso es que no sorprende que en el actual momento que atraviesa la crisis de larga duración del sistema capitalista, aparezca acollarada a la facción que privilegia la financierización y por ende con el bloque anglosajón, algo que se plasma en los acuerdos y la gestualidad que La Rosada tiene desde el 10 de diciembre de 2023 con EE.UU., Ucrania, Gran Bretaña e Israel cuyos gobiernos, recurrentemente, votan contra las posturas argentinas respecto a la soberanía de Malvinas.
Entonces el paso anunciado durante la madrugada del sábado tiene dos niveles de peligrosidad, ambos son extremos y están concatenados. Y además pone a Argentina como una de las cabeceras de playa del Imperio, para la acción directa tendiente a desarticular cualquier iniciativa de asociación regional disonante con sus intereses.
Por eso no es casualidad que la Presidencia Milei suscriba un tratado para habilitar que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU. ande a sus anchas por la llamada Hidrovía, que fue diseñado a imagen y semejanza del que antes había firmado Paraguay, como tampoco lo es que quiera acelerar el camino hacia la dolarización que tiene como situación paradigmática a Ecuador, cuyo gobierno acaba de invadir la embajada mexicana en Quito (Ver “Noboa perpetró un delito internacional”).
Este acto fue decidido por un gobierno, el encabezado por Daniel Noboa, que cuatro meses atrás declaró el estado de “conflicto armado interno” en todo su país, por lo que ordenó a las Fuerzas Armadas “ejecutar operaciones militares” en el interior ecuatoriano y autorizó el ingreso de militares estadounidenses para realizar idénticas tareas.
Lo que pasó en Quito es gravísimo y constituye un acto comparable con el reciente ataque del Estado de Israel contra la sede diplomática iraní en Siria o con el que deliberadamente perpetró la Otan sobre la embajada de la RPCh en Belgrado, el 7 de mayo de 1999, cuando la Alianza Atlántica decidió sellar la disolución de Yugoslavia con una masacre sobre su pueblo.
Los funcionarios estadounidenses vienen a la Argentina como si tratara de una salida shopping. Y después de la reciente incursión del director de la CIA, William Burns, el sábado Patricia Bullrich viajó a EE.UU. donde tiene previsto reuniones con representantes de ese organismo, el FBI y el Homeland Security, que es el equivalente al Ministerio de Seguridad de nuestro país.
Este es un dato que redondea el escenario actual que atraviesa a la Argentina. Porque la delegación de soberanía política, económica y nacional puesta al servicio de intereses geopolíticos, geoestratégicos y geoeconómicos contrarios a los que tiene nuestro país, no cierra sin un ajuste brutal que sea capaz de replantear regresivamente la relación previa entre los universos del trabajo y el capital. Y nada de eso cierra sin represión.
Entonces cuando es desde el universo del trabajo de donde comienza a ganarse la calle para responder al diseño que intenta imponer la Presidencia Milei, algo que durante estos días se ve con la lucha de los estatales, siderúrgicos y docentes, no es azaroso que se busque construir la idea del enemigo interno homologable a todos los que decidan resistir. Tampoco que para combatirlo, aparezca un Ministerio de Seguridad que lejos de perfeccionarse en el combate al delito, lo hace en técnicas de control interior. Y menos aún que, por las dudas, haya alguna que otra base estadounidense a mano, siempre presta a colaborar.