Solana López, secretaria de Géneros y Diversidades del Partido Comunista de la Argentina, ha sido fundadora de HIJOS Río Cuarto. En este artículo da cuenta de un aniversario de esta agrupación de DDHH nacida en la resistencia de los noventa que llega en el momento de mayor avance de la derecha en nuestro país.
El gobierno nacional, reivindicador de la ultima dictadura, arremete contra una serie de conquistas sociales y derechos civiles que se lograron con la lucha, especialmente, después de conseguir derribar la impunidad de la que gozaban los genocidas y enjuiciarlos. El contexto lleva a pensar el balance de estos 30 años desde la reflexión crítica acerca de lo que se pudo y lo que aún falta por hacer y por lograr.
En los 90, una década ganada por la fiesta neoliberal en un mundo empobrecido y sumergido bajo un solo bloque de dominación liderado por el imperialismo norteamericano, nacía HIJOS. Aquí en el sur del continente la derrota de los proyectos revolucionarios a manos de un genocidio aún nos dolía en el alma. El punto final, la obediencia debida y los indultos habían sellado la continuidad del poder en unos pocos empresarios enriquecidos a sangre y fuego.
El ejército, debilitado en comparación a los años de dictadura, seguía intacto en su aparato represivo. El poder político, económico y judicial trazaba las líneas del territorio nacional dividiéndolo como porciones de un pastel al que entregaban a sus socios de adentro y de afuera en medio del festín de las privatizaciones menemistas.
Ahí, en ese guadal de la historia, nació HIJOS. Tan a contrapelo y obstinadxs en ser, como cuando fuimos paridos en medio de combates, exilios y muerte. Así, maravillosamente aferrados a la vida, no de puro capricho, sino para hacer de ella algo mejor para todxs.
Fuimos un punto de inflexión con la impunidad, un cobijo, un relato en collage, la juventud puesta en marcha contra la represión y la violencia institucional, un escenario de politización y una trinchera de combate con mucho coraje, creatividad y profunda convicción en que un horizonte de memoria, verdad y justicia era posible.
Logramos con una ingeniería compleja confluir un conglomerado heterogéneo de militantes con distintos orígenes y pertenencias políticas. Esa ingeniería tenía un eje fundamental, que era la necesidad de construir consensos partiendo de la base de que la unidad era el gran aprendizaje de la derrota. Así constituímos objetivos que año a año íbamos ampliando y profundizando, uno de ellos fue dar batalla certera contra la impunidad.
Entonces nacieron los escraches a los genocidas, otro punto bisagra porque es el acercamiento directo a ese puñado de pueblo que conviva con ellos; dar vuelta la cosa y poner en evidencia que ahora también estaba en sus manos el poder de romper con ese circuito perverso de negación y encubrimiento y ese puñado de pueblo empezó a responder rechazando la presencia de estos asesinos en sus barrios.
Algo nuevo se estaba gestando. Los 24 de marzo pasaron a ser la fecha en que la memoria empodera al presente y se hace eco en una cultura que se va reconfigurando. Las conquistas de derechos en estas dos primeras décadas del siglo, que se inauguran con las revueltas del 2001, vinieron de la mano de un movimiento político y social anclado en la figura de los DDHH, como piso de acuerdo político del campo popular.
En estos días de conmemoración de los 30 años, algunas reflexiones surgen y son importantes de pensar. En especial aparecen a partir de la pregunta ¿por qué hoy nos gobiernan los fascistas?.
En los primeros años de HIJOS había un debate no menor, que era si lo que nos congregaba en definitiva, sería “el espíritu de lucha” o “las banderas de lucha” de los 70. En concreto de lo que se trataba era de cuán dispuestxs estábamos en aportar a la reconstrucción de una cultura revolucionaria y de un proyecto transformador.
Este punto es el que quedó trunco y es la gran deuda histórica que hoy nos cobra con creces los límites de lo alcanzado y también los límites subjetivos de un movimiento popular que se ha conformado con lo que debía ser un piso de acuerdos y que pasó a ser el contenido hegemónico de un proyecto progresista dentro los márgenes del capitalismo y la democracia burguesa.
Nuestra presencia en las calles y en la lucha, sigue siendo el dolor agudo del poder. Temen el potencial histórico de la memoria, por eso su batalla central en esta etapa de la derecha mundial es cultural.
Nada mejor para darles una buena indigestión que retomar aquello que más les jode sus planes y fortalece considerablemente los nuestros: la construcción de un proyecto revolucionario, en unidad.
Decíamos en aquellos años de inicio de HIJOS, “Ellxs lucharon por un país para todxs, se lxs llevaron por un país para pocxs”. Una buena síntesis para retomar el camino hacia una Patria liberada y un mundo mejor, que se enarboló en aquellas banderas de nuestrxs viejxs y lxs HIJOS las tomamos en la posta del devenir en el combate.