El dirigente del Partido Comunista Rogelio Roldán, reflexiona en esta columna sobre la actualidad y el significado de la derrota propinada por el pueblo vietnamita al imperialismo yanqui.
Derrotado el Eje nazi-fascista en 1945, el imperialismo francés -bastante debilitado, por cierto- decide recuperar Indochina como posesión propia. Para eso envía al Cuerpo Expedicionario -compuesto por la corrupta Legión Extranjera, verdadera guarida de mercenarios nazis y criminales de todo pelaje- con la misión de volver a imponer su dominio. Este objetivo, con un alto componente de racismo, xenofobia y menosprecio por los pueblos, se desarrolla en una guerra basada en la concepción colonial del conflicto armado, vale decir invasión y ocupación de todo el territorio.
Al respecto no resulta ocioso denunciar que los oficiales jefes de la banda mercenaria, luego de su derrota a manos del pueblo argelino, son traídos a nuestro país para instruir a las fuerzas represivas en secuestro, tortura y desaparición de la militancia revolucionaria.
La dirección política y militar del Partido Comunista de Vietnam ejecutó su estrategia en base a la doctrina de la guerra de todo el pueblo. La misma nada tiene que ver con la de “guerra popular prolongada”; jamás se propuso la consigna: “atacar a la ciudad desde el campo”, la insurrección es de todo el pueblo, en todo el territorio y su fuerza principal es la alianza obrero-campesina.
Podemos ver con toda nitidez que se enfrentan dos concepciones acerca del problema militar: la tradicional del imperio y la revolucionaria. Es muy útil documentarse al respecto con los libros “La resistencia vietnamita vencerá”, de Truong Chinh y “El hombre y el arma” del general Vo Nguyen Giap.
En esta epopeya se ve claramente el despliegue de creatividad en el método de lucha contra un ejército burgués profesional, pensado para el dominio colonial.
El capitalismo francés, anclado en el enfoque más reaccionario, encara una guerra de carácter policíaco, como fuerza de ocupación y guardia armada de supuestos esclavos en las empresas de sus amos. Esto lo lleva a la sobre extensión de su dominio, a la dispersión y fragmentación de sus fuerzas, que entran en crisis y terminan por controlar solo el territorio que pisan, en un proceso que los sitúa cada vez más a la defensiva.
Los líderes vietnamitas, encabezados por el camarada Ho Chi Minh, caracterizaron el tipo de revolución planteada: anticolonial, antiimperialista, de liberación nacional y por el socialismo. Apreciaron el tipo de enemigo a enfrentar: el imperialismo japonés, francés y yanqui; evaluaron la capacidad y potencialidad de lucha de su propio pueblo, definiendo con precisión la amplitud de su base social, el tipo de alianzas a concretar y la estrategia de poder, con la flexibilidad táctica adecuada a cada momento. Supieron simultanear todas las formas de lucha -desde las reivindicaciones más sencillas hasta la lucha por el poder- en el marco principal de la vía no pacífica. Al comienzo insurreccionándose en forma guerrillera, es decir, en pequeños grupos, para golpear en el eslabón más débil de los invasores: el poder local; hasta crecer hacia la construcción del ejército regular, que continuó actuando en combinación con las unidades guerrilleras y las milicias populares.
En 1947 Truong Chinh explica que “será una guerra de larga duración, y tendrá tres fases: defensiva, equilibrio de fuerzas y contraofensiva general; las cuales se irán transformando en la medida que, adecuando nuestra debilidad a la fuerza del enemigo, puedan transformar la situación de desventaja en situación de ventaja estratégica”. Esta confrontación de estrategias, de culturas en definitiva, culmina en el desastre, para el imperialismo francés, de Dien Bien Phu y años después con la derrota de la máquina agresora más poderosa del planeta, el imperialismo norteamericano.
En agosto de 1964 el Pentágono y Wall Street, esto es el imperialismo yanqui, que maniobraba para usar esa guerra en su favor, realizó la provocación del Golfo de Tonkin, un pretexto delgobierno de Lyndon Johnson para atacar Vietnam en una guerra no declarada que se prolongó durante once años causando la muerte de más de2 millones de vietnamitas, 54.000 norteamericanos, cientos de miles de camboyanos y laosianos y causó de manera deliberada la destrucción y contaminación química de millones de hectáreas de bosque virgen y campos de cultivo,cuyas consecuencias aún son palpables en diferentes formas.A la destrucción del ecosistema se sumó la epidemia de cáncer causada por el agente naranja, es decir el glifosato con el que hoy las patronales sojeras envenenan al pueblo argentino.
Con la incapacidad e irresponsabilidad congénita del imperialismo yanqui para analizar las enseñanzas de la historia, éste desplegó el mismo tipo de guerra con el que habían fracasado los franceses.
En 1968 se lanza la ofensiva del Tét -el año lunar-. En ella las fuerzas vietnamitas desplegaron unos 67 mil soldados, mientras que el imperialismo un millón cien mil. Además, EEUU movilizó 2600 aviones, 1300 helicópteros y tres mil 500 carros blindados.Las fuerzas del Frente Nacional de Liberación del Sur, apoyadas por comandos urbanos, milicianos, obreros y otros sectores, atacaron 36 de las 44 capitales de provincias, así como más de 60 bases, aeropuertos, puertos y estaciones de ferrocarril. Además ocuparon por 24 horas la embajada yanqui en Saigón.
A partir de esta ofensiva, el conflicto dio un viraje decisivo a favor de Vietnam. EEUU perdió de modo irreversible la iniciativa estratégica y se vio obligado a desescalar la guerra, a retirar paso a paso sus tropas del territorio vietnamita y a iniciar ese mismo año las conversaciones de paz en París.
En el libro La verdad sobre el Tét se señala que esta campaña es un símbolo del arte militar del Partido Comunista de Vietnam: “el arte de usar lo pequeño para enfrentarse a lo grande, usar una elevada calidad para vencer a la cantidad, usar la perspicacia del hombre vietnamita para vencer las armas y la inteligencia del aparato ejecutivo de la guerra de los Estados Unidos”.Añade: “Con el golpe del Tét, Vietnam logró quebrantar la voluntad de agresión de Estados Unidos y combatió hasta obligar a Washington a retirarse, liberar totalmente el sur, reunificar el país y llevar a Vietnam a avanzar hacia la obra de la renovación de hoy en día”.
Posteriormente, Le Duan elabora el plan estratégico para liberar Saigón -hoy Ciudad Ho Chi Minh- y con ella a todo el Sur. Se emprende la campaña estratégica Tay Nguyen desde el 4 de marzo,que culmina el 3 de abril con el asalto al punto clave de Buon Ma Thuot, cabecera de la provincia altiplana de Dak Lak, y se inicia la Ofensiva General y los levantamientos populares de la primavera de 1975. La toma de Buon Ma Thuotdemostró el liderazgo y la sabiduría político militar del Partido Comunista vietnamita en todos los aspectos, desde la selección del campo de batalla, el momento para desencadenar la acometida y el punto clave para el ataque, hasta el aprovechamiento de oportunidades para emprender y desarrollar la operación.
A cinco décadas de esa hazaña, podemos sacar varias conclusiones de principio para desplegar la lucha por la construcción de poder popular y alternativa política de masas a la política de dominación del imperialismo y las clases dominantes nativas subordinadas a él. A saber: el PCV cumplió el rol de vanguardia efectiva porque supo resolver eficazmente dos tareas esenciales: desarrollar la autonomía de las masas populares, tensando así todas sus fuerzas; y construir la más sólida unidad nacional revolucionaria.La dirección vietnamita supo combinar el sentimiento nacional con la lucha revolucionaria por el socialismo.
El Tío Ho acuñó la consigna: “Unidad, unidad, gran unidad: Victoria, victoria, gran victoria”.Esto nos lleva a otra conclusión de fondo: los compañeros vietnamitas demostraron que no hay relación de fuerzas, por abrumadoramente desfavorable que sea con el imperialismo, que no pueda ser revertida, como lo evidencia la Revolución Cubana hoy aplicando firmemente el legado del pensamiento y la acción de los camaradas comandantes Fidel y Raúl Castro y Ernesto Che Guevara.
La gesta vietnamita es el ejemplo más nítido de la práctica consecuente del leninismo en acción, ejercido por una dirección política y político-militar correcta, que supo jugar roles de vanguardia efectiva.
En 1974 el poeta comunista salvadoreño, Roque Dalton, escribió este poema:
El partido y el Frente Único movilizaron a todo el pueblo
para hacer la guerra del pueblo
guerra integral, multiforme:
militar, política, económica, ideológica.
Y a la par de las guerrillas y las grandes unidades militares
se organizó el ejército político de las masas.
Estas fuerzas vencieron a los colonialistas franceses y
japoneses
y han doblegado la agresión imperialista norteamericana.
Esas fuerzas harán que nuestro país renazca de las cenizas
en forma que será diez veces más bello.
Porque entre todas las cenizas que hoy resumen el dolor
de Vietnam
están nuestras cenizas victoriosas,
las de los hijos del pueblo que morimos por la vida de
Vietnam
y de toda la humanidad.
Aquel 30 de abril, hace cincuenta años, los imperialistas huían como ratas, tirando los helicópteros al mar para escapar más rápido. Asimismo abandonaron a su suerte a loscolaboracionistas y traidores nativos1. Huyeron dejando tras de sí ruinas, devastación y cenizas. Ahora es nuestro turno, hagamos viva la propuesta del Comandante Ernesto Ché Guevara, “crear uno, dos, tres, muchos Vietnam”. El internacionalista más cabal es aquél que se solidariza con la revolución de un pueblo hermano haciendo su propia revolución.
El bufón de la Rosada debería aprender de esta historia, el amo imperial no paga lacayos.