Continuando con las columnas especiales de Nuestra Propuesta por la conmemoración del 80 aniversario de la Victoria del Ejército Rojo sobre el nazi-fascismo, llega el turno de publicar el artículo del politólogo y sociólogo Atilio Boron.
El 80ª aniversario de la caída del régimen nazi arrasado por la potencia del Ejército Rojo es una ocasión propicia no sólo para homenajear a los protagonistas de ese gran triunfo civilizatorio sino también para examinar la naturaleza y los alcances del renacimiento del fascismo en el momento actual. Un ejercicio de este tipo debe inevitablemente comenzar por la crítica al relato aplastantemente dominante construido por Estados Unidos y sus aliados, principalmente el Reino Unido y Francia, según el cual fueron éstos quienes derrotaron al fascismo en Europa. Más específicamente, se trata de refutar una narrativa según la cual la derrota del Tercer Reich comenzó a consumarse cuando Londres y Washington pasaron a la ofensiva abriendo el frente occidental con el desembarco de Normandía. La poderosa industria cultural estadounidense, con Hollywood y la academia a la cabeza, hicieron de esta operación el hito fundamental luego del cual la suerte del régimen de Hitler estaría sellada.
Cientos de films y miles de entrevistas en medios radiales, gráficos y televisivos, amén de otros tantos artículos y libros publicados por periodistas y académicos grabaron a fuego esta distorsionada imagen de la derrota del nazismo en Europa.
El predominio de ese relato arroja un pesado manto de olvido sobre la decisiva e irreemplazable contribución hecha por la Unión Soviética para destruir al régimen nazi y poner punto final a la guerra en Europa.
Se ignoran premeditadamente algunos datos decisivos, como este: la Operación Barbarroja con la cual Hitler, que por ese entonces controlaba casi sin contrapeso alguno toda Europa Occidental, lanzó su infernal ataque en contra de la Unión Soviética comenzó el 22 de Junio de 1941. El “Día D,” nombre con el cual se conoce al desembarco en Normandía, tuvo lugar casi exactamente tres años más tarde, el 6 de Junio de 1944. Durante todo este largo período la Unión Soviética tuvo que luchar en soledad contra de lo que en ese momento era la fuerza militar más poderosa del mundo. Hitler movilizó a casi tres millones de soldados para que invadieran a la URSS a lo largo de un frente de casi tres mil kilómetros. En resumen, si hubo un protagonista fundamental, aunque no el único, en la derrota del fascismo en Europa ese actor no fue otro que la Unión Soviética.
Diversas compilaciones sobre el número de víctimas producidas por la Segunda Guerra Mundial estiman que en la Unión Soviética perdieron su vida unos 26 millones de personas, sumando civiles y militares, la gran mayoría en Rusia y Ucrania. Los nazis utilizaron a los soldados soviéticos como mano de obra esclava y luego los eliminaban.
Cálculos aproximados señalan que unos 3.3 millones de soldados soviéticos perecieron de ese modo. El Reino Unido lamentó la muerte de unas 450.000 personas y los estadounidenses, incluyendo la guerra en el Pacífico, unos 420.000. Diversas estimaciones indican que Alemania debió lamentar la muerte de unos 7 millones y medio de personas, a las cuales hay que agregar las víctimas del Holocausto estimadas en torno a los 6 millones de personas. Queda claro, de esta breve enumeración, quienes fueron los que “pusieron el cuerpo” para liberar a la humanidad de la peste nazifascista. (1)
Lo mismo cabe decir que la Unión Soviética hubiera podido no sólo llegar a Berlín y consumar el derrumbe del régimen nazi sino que aún sin la cooperación de Estados Unidos y el Reino Unido habría llegado al mismo resultado. Los duros datos de la historia corroboran la falsedad del “relato oficial” sobre la Segunda Guerra Mundial que arguye que fue el “mundo libre” quien derrotó al nazismo mientras que la colaboración soviética fue algo accesorio. La realidad, en cambio, fue exactamente al revés: lo esencial fue la heroica resistencia soviética primero y su arrolladora contraofensiva después, sin la cual ni británicos ni estadounidenses, jamás podrían haberse acercado a Berlín.
Por algo fue el Ejército Rojo el primero en hacerlo, inmortalizado en aquella conmovedora fotografía en la cual dos sargentos del Ejército Rojo izan la bandera de la Unión Soviética sobre un Reichstag en ruinas, uno de los símbolos del régimen nazi. Fue también el primero en liberar a los prisioneros que estaban en los campos de concentración de Auschwitz (el mayor y más importante de la Alemania Nazi) y muchos otros, entre los cuales sobresalen los de Majdanek y Treblinka, todos ellos situados en Polonia. Pese a ello, como bien lo observara Telma Luzzani Luzzani recuerda asimismo en una nota de su autoría que “el Ejército Rojo fue el primero en llegar a Berlín, el 30 de abril de 1945, luego de liberar él solo 16 países, unos 120 millones de personas (sin contar la parte europea de la URSS), mientras que EE.UU. y Reino Unido liberaron conjuntamente seis países.”(2)
Por último no está demás recordar que en la narrativa gestada por el imperialismo y sus intelectuales también oculta, como acertadamente lo señalara el periodista e historiador cubano Angel Guerra, “el decisivo papel de los comunistas, que en la Europa ocupada llevaron el peso mayor de la resistencia y organizaron vigorosos movimientos guerrilleros en Yugoslavia, Grecia y Albania”, a lo cual deberíamos agregar también la lucha de los partisanos italianos, la resistencia francesa y la de los judíos que combatieron, como en el Gueto de Varsovia, contra el holocausto.(3)
La ideología dominante oculta que fueron estas fuerzas de izquierda, y no el Plan Marshall o las políticas keynesianas, las que hicieron posible la reconstrucción democrática de Europa con la derrota del fascismo, logro de enorme importancia pero que hoy se encuentra seriamente amenazado no sólo en Europa sino también en Estados Unidos. Hoy, ochenta años después de esa histórica victoria, recordar los hechos tal como efectivamente ocurrieron es no sólo una obligación moral sino también una necesidad política en el contexto de la crucial batalla cultural en que estamos empeñados.
1-Ver, entre otros, la obra de Geoffrey Roberts, The Soviet Union in World Politics (Londres y Nueva York: Routledge, 1999). Otra fuente muy bien documentada para la estimación del número de víctimas de la Segunda Guerra Mundial se encuentra en https://necrometrics.com/20c5m.htm#Second
2-Cf. Telma Luzzani, “La batalla por la historia” (Página/12: Buenos Aires, 8.5.2015).
3-Angel Guerra Cabrera, “A 70 años de la victoria soviética sobre el fascismo” (La Jornada: México, 7.5.2015)