Hoy se cumplen 9 años del paso a la inmortalidad del Comandante Fidel Castro. En su homenaje, en el marco del acto realizado días atrás en la Casa de la Amistad Argentino-Cubana de la Ciudad de Buenos Aires, el responsable de la Delegación Diplomática de la Embajada de Cuba en nuestro país, Jorge Martí Martínez, pronunció un discurso en el que, entre otras cosas, destaca su humanismo revolucionario, su internacionalismo y su férreo compromiso con la verdad.
Buenas noches:
Constituye un alto privilegio y sobre todo, una elevada responsabilidad, la misión de sostener con ustedes hoy un intercambio para referirnos a nuestro querido comandante en jefe Fidel Castro, en ocasión de la jornada dedicada al noveno aniversario de su partida a la eternidad y en el marco de su Centenario.
Lo primero que quiero subrayar es que, si hoy somos un pueblo con un alto sentido humanista, solidario, internacionalista y bondadoso, es porque tuvimos y tenemos un Fidel siempre presente. Su energía sin límites, su batallar sin tregua al lado de las causas más justas y su consagrado sentido de la entrega revolucionaria, nos hicieron a todos un poco mejores, como hombres de estos tiempos.
Fidel fue ese líder natural, carismático, con una exponencial capacidad de convocatoria, que te motivaba, con la fuerza de su ejemplo, a crecerte ante cualquier tarea, en el campo que fuese y con los retos que entrañara.
Creo, en mi percepción, que el gran mérito de Fidel fue su corazón de hombre bueno que desde muy temprano abrazó las ideas de la justicia social, sin codicias ni apetencias; esa profunda sensibilidad humana que lo llevó, desde muy joven, a entender y luchar contra los abusos y los flagelos.
Aquel chico de Birán, cultivó desde muy niño el respeto por el ser humano y comprendió que la fibra de un hombre no la determinan ni su dinero, ni su raza, ni su clase social y sí, su vergüenza, su coraje ante lo mal hecho y su sentido de pertenencia a su tierra, a su Patria y la defensa sagrada de la misma.
Por eso llegó Fidel a los muros del Moncada, con la convicción de que una Patria sumergida en la ignominia, en la servidumbre, sin principios ni moral, no era una Patria. Y así comenzó su camino sin retorno, para hacerle justicia al Apóstol, José Martí, con el firme propósito de ganarle la batalla a la ignorancia, a la discriminación, al atropello y al abuso.
Fidel fue un hombre de grandes valores y respetó, incluso, al enemigo, pues sus principios éticos así se lo indicaban y esto le ganó gran prestigio y apoyo.
Nada le fue ajeno al comandante en jefe en su mirada integral, y así defendió el derecho de las mujeres, sintió el dolor de los campesinos, comprendió la importancia impostergable de tener un pueblo culto, porque aquello de “ser cultos para ser libres”, luchó contra la explotación del obrero, y sobre todo, supo desde siempre que teníamos un enemigo brutal, despiadado y voraz, a apenas 90 millas de nuestras costas, el Imperialismo yanqui, que nunca ha abandonado sus anhelos de convertirnos en una estrella más, en una colonia. PERO VIVIRÁN FRUSTRADOS POR SIEMPRE.
Hay algo que quiero destacar de Fidel, además de lo aquí comentado y es la importancia esencial que le concedió a la VERDAD, como principio esencial de comunicación de la obra revolucionaria, y al hecho de que el pueblo tenía que ser objeto y sujeto de esa Verdad, “porque solo la transparencia y el abordaje colectivo de los problemas y desafíos, pueden conducir a resultados positivos y sostenibles”, subrayaba.
La verdad por delante, cueste lo que cueste, dijo un día, y esa fue una de sus principales máximas. Y por eso nuestro comandante en jefe tenía algo sagrado, la confianza de su pueblo que creyó en él, no como un Dios de cristal, sino como un hombre valiente, decidido, leal y consecuente.
El principio de Fidel era no dar lo que nos sobra sino compartir lo que tenemos y así se comportó la Revolución de manera constante y coherente, porque el internacionalismo se consideró y se ha considerado, una práctica diaria de la política exterior cubana.
Recuerdo ahora como Fidel abrazó a los niños de Chernobil cuando decidió que Cuba tenía la obligación moral de abrirle sus puertas ante una catástrofe de tal magnitud, porque nos enseñó que un pueblo no puede vivir solo para sí, sino para donde se le necesite, y así fuimos a Angola, y contribuimos con nuestra propia sangre a erradicar el apartheid en África, que a propósito estamos conmemorando otro aniversario de esas páginas históricas escritas con total desinterés, solo apegados a la justicia y al amor por la Vida.
Sobre América Latina, nuestra Patria Grande, qué decir.
Fidel siempre vislumbró una fecunda, necesaria y fuerte relación con Latinoamérica y El Caribe, defendiendo la Unidad dentro de la diversidad y por eso dedicó sus esfuerzos mayores, buscando incansablemente la unidad de América.
Fidel se opuso al ALCA: justamente aquí, en suelo argentino, retumbó hace apenas unos días su pensamiento a tan usurpador e indigno proyecto, y así se creó el ALBA, la CELAC, así nació América Latina como Zona de Paz y proyectos tan nobles como la ELAM, Escuela Latinoamericana de Medicina. Fidel subrayaba que ser internacionalistas era saldar nuestra propia deuda con la humanidad.
Para el comandante en jefe la integración era esencial, en busca de un desarrollo propio para evitar a injerencia de EE. UU en la región.
En una ocasión Fidel señaló: “Ayer fuimos una enorme colonia, pero podemos ser mañana una gran comunidad de pueblos estrechamente unidos. La naturaleza nos dio riquezas insuperables y la historia nos dio raíces, idioma, cultura, y vínculos comunes como no tiene otra región de la tierra.”
Fidel, compañeros, nunca perdió de vista que el destino de Cuba está asociado al del resto de los pueblos de América Latina y el Caribe, teniendo como divisa que los nexos entre la Revolución Cubana y esta parte del mundo, deberían ser siempre de mutuo apoyo y beneficio, de complementariedad y solidaridad.
En este sentido, el ejemplo de hombres como Hugo Fontana (Ndr: militante brigadista de la Fede que cumplió tareas de solidaridad con Cuba en los primeros años de la Revolución), quien participó junto a miles de cubanos en la gloriosa batalla contra el analfabetismo, quedarán por siempre en nuestros corazones.
Podemos afirmar que el reclamo justo de soberanía de Argentina sobre Las Malvinas fue una causa que el líder de la Revolución abrazó, como la lucha por la independencia de Puerto Rico, la devolución del Canal de Panamá y otras en diferentes latitudes como la del pueblo palestino y el saharaui.
Es así que nunca concibió la fuerza de Cuba, sin la fuerza de la solidaridad, de los amigos, esos que nos han ayudado siempre a enfrentar las calumnias con verdades. Esos que, en momentos tan complejos, como los que vivimos hoy, sometidos más que nunca a una guerra económica, a un bloqueo genocida y descarnado, están codo a codo junto a nosotros.
Si algo tuvo Fidel estimados compañeros, fue los pies sobre la tierra, en medio de sus grandes sueños por un mundo mejor, es por eso que Fidel es ese ejemplo imperecedero, inmortal y genuino, que nos acompaña siempre. De hecho, el politólogo Atilio Borón, señaló que, sin la Revolución Cubana encabezada por Fidel, la historia de América Latina y el Caribe hubiera sido diferente, por el enorme impacto del pensamiento fidelista en la región.
Hasta la victoria siempre.
Discurso de Jorge Martí Martínez, Encargado de Negocios de la Embajada de Cuba en Argentina, en la Casa de la Amistad Argentino-Cubana de la Ciudad de Buenos Aires, 9 de noviembre de 2025