Los grandes maestros teatrales enseñaron que el análisis de la estructura dramática es fundamental para analizar una escena o una obra completa. Los elementos que se necesitan para analizar la estructura dramática son los mismos que se necesitan para analizar la coyuntura política. Esto es lo que plantea el dramaturgo Manuel Santos Iñurrieta en esta columna.
Antonio Mónaco tiene algo más de 90 años y sigue siendo el gran maestro de teatro de Mar del Plata, protagonista de una de las páginas más importantes de la resistencia teatral, cultural y política de nuestro país: Teatro Abierto, en 1981. Antonio sigue liderando el teatro de la Universidad Nacional de Mar del Plata, dando clases, escribiendo y dirigiendo. Fue mi maestro en la EMAD a finales de los años 90 y nunca se vendió.
Raúl Serrano, quien partió de este mundo hace poco más de un año, fue otro protagonista clave de la vida teatral y cultural de Argentina. También fue parte de Teatro Abierto, docente, pedagogo, dramaturgo, director teatral y creador de la ETBA y del Teatro del Artefacto. Raúl me formó en las mesas de los cafés de Buenos Aires, leyendo a Marx, Fisher, Sánchez Vázquez, Agosti, entre otros. Fue quien afilió mi corazón y mi pensamiento al Partido Comunista de Argentina. Raúl, como Antonio, nunca se vendió.
Alberto Rodríguez, quizás un poco menos conocido que los anteriores, es actor, director y gestor cultural en Bahía Blanca. Fundador del grupo Nuevodrama y creador del espacio cultural La Panadería. Alberto, enorme militante comunista y defensor de los derechos humanos, fue testigo y querellante en la causa por el asesinato de Watu Cilleruelo, ocurrido en 1975 en los pasillos de la Universidad Nacional del Sur a manos de la Triple A. Alberto, como Raúl y Antonio, nunca se vendió.
Antonio, Raúl, Alberto y tantos otros maestros significan mucho para mí, para el teatro y para la cultura nacional. Pienso en ellos cada vez que encaro un trabajo de taller o cuando escribo y dirijo una obra, pues me brindaron herramientas fundamentales para pensar el oficio teatral. Hoy, mientras escribo estas líneas, pienso en ellos, impulsado por la oscura coyuntura política que atravesamos.
Este gobierno neofascista avanza en la destrucción del Estado nacional y de todas las políticas sociales. Se alinea acríticamente con los intereses imperialistas de los EE.UU., destilando odio, brutalidad y violencia. Lo peor de todo es que parece no encontrar oposición alguna. Más aún, celebra y promueve el lanzamiento de la Fundación Faro, un think tank de pensamiento libertario, donde un tal “Gordo Dan” afirma que la organización Fuerzas del Cielo es “el brazo armado de La Libertad Avanza” y “la guardia pretoriana del presidente Javier Milei”.
Maestros del teatro
Este escenario político está cargado de una funesta teatralidad, con gestos grandilocuentes que pueden sonar a impostura o griterío, a puestas en escena o actos tribuneros dirigidos a “la gilada”, pero que, de una u otra forma, son inadmisibles. Su único objetivo es meter miedo, amenazar y amedrentar a la sociedad argentina.
No podemos tolerar el revival estético del nazismo ni vivir con naturalidad este circo mediático de pendencieros que descargan locura y falacias en redes y medios de comunicación. Mucho menos debemos esperar o demorarnos para pronunciarnos frente a este descalabro de embrutecimiento al que nos conducen Milei y la turba de idiotas de La Libertad Avanza. No hay tiempo que perder. Debemos pronunciarnos y salir a combatir a los fascistas, a estos pichones de nazis que se asocian a las peores bandas de forajidos que nuestro país aún lamenta.
Estos energúmenos patoteros pretenden erigirse como los señoritos de la Liga Patriótica, los comandos de la Triple A o los integrantes de los grupos de tareas. Son solo imbéciles freaks del quebrado Milei, que ostentan conocer policías retirados, oscuros servicios de la SIDE y viejos genocidas que, desde la cárcel, soplan en sus oídos las ideas de un país que no va a volver NUNCA MÁS, aunque se esfuercen con experimentos y Faros que solo iluminan miseria, perversión ideológica y falta de humanidad.
¿Por qué desde la oposición hay tanta demora en pronunciarnos frente a estos hechos? ¿Es acaso que el silencio y la imposibilidad de respuesta se deben a especulaciones políticas respecto a un posible escenario electoral? ¿O a no criticar para no hacerle el juego a la derecha? ¿A la negociación? ¿A la traición? ¿No es oportuno?
De las muchas lecciones que nuestros maestros de teatro nos daban, el análisis de la estructura dramática era fundamental para comprender y analizar una escena o una obra completa. Los elementos que componen la estructura dramática son los mismos que necesitamos para analizar la coyuntura política. Hay actores, escenarios, intereses y circunstancias, objetivos opuestos que chocan, y conflictos que se desatan. Y hay un tiempo, un presente, un “aquí y ahora” donde es necesario actuar. No podemos quedarnos de brazos cruzados, porque si lo hacemos, el teatro no empieza y, mucho menos, la historia se mueve y modifica.
En la esfera política, también el tiempo es clave. Pensar el momento en que se dice y se actúa es fundamental para dirimir un conflicto en una u otra dirección. Y muchas veces, lo justo y lo correcto se choca con lo oportuno.
Pero yo gozo del beneficio de no tener que responder en clave política. Gozamos del beneficio de expresarnos políticamente desde el teatro y el arte, e invitar a incomodar, a ser inoportunos, le pese a quien le pese.
¿Acaso Antonio Mónaco no rompió la lógica de lo oportuno y se metió de lleno en el combate con el Teatro del Picadero, en plena dictadura, para planear Teatro Abierto? ¿O Raúl Serrano pensó si era o no oportuno hacer guardia en la puerta de una casa con un revólver en la cintura para sacar del país al entonces presidente de la Asociación Argentina de Actores, en pleno proceso? ¿O es acaso que Alberto Rodríguez pensó si era o no oportuno ir a la comisaría en 1975 a denunciar y gritarles “asesinos” a los policías que habían matado a Watu en la UNS?
Es momento de ser inoportunos, de condenar y combatir a los idiotas serviles que promueven el fascismo, el neofascismo, los nazis y aquellos que se les parecen.
Hay momentos de la historia en los que no es posible esperar a que aclare, ni matizar la denuncia ni retrasarla. Hay momentos en los que no se puede esperar ni ser políticamente oportunos. Porque el precio de guardar silencio frente a tanto horror se acerca a la traición.
No es momento de negar a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, ni a la Revolución Cubana, ni a Evita, ni al Che. No es momento de negar a Cristina, ni a Chávez, ni a Fidel. No es momento de ser blandos discursivamente ni de apartarnos de la calle. Es momento de ser inoportunos, de ser antiimperialistas, anticapitalistas, de izquierda. Es momento de ser comunistas, de ser peronistas y cantar por el socialismo. Porque hay momentos en que hay que salir, criticar, denunciar, hacer, gritar, condenar, buscar la unidad. Y este es uno de esos momentos.
No podemos ocultar nuestras identidades políticas, no podemos esconder nuestras banderas para que otros no se enojen. ¿Quiénes son esos otros? ¿Los que con un Faro promueven el odio?
Nuestros maestros y maestras nos enseñaron a ser inoportunos, y, sobre todo, a no vendernos.
Por todo esto, gracias a los maestros y a las maestras.
¡Abajo el fascismo!
¡Venceremos!