A cuarenta años de la partida de la primera Brigada del Café, un de sus protagonistas, Nino Massimo, recalca que “no se podría haber concretado sin la rica historia internacionalista proletaria del PC”. Y recalca que “dimos nuestro aporte solidario, pero fue más lo que recibimos de los nica que nos abrieron sus corazones y eso contribuyó a reforzar nuestro espíritu revolucionario”.
Corría enero de 1985 y la Brigada del Café organizada por la Federación Juvenil Comunista se sumó a las fuerzas internacionalistas que, desde diferentes puntos del plantea, llevaron su solidaridad al pueblo nicaragüense que durante esos días comenzaba a recorrer el camino de su Revolución Sandinista en medio del hostigamiento que EE.UU. implementaba con el accionar terrorista de Los Contra, como se conocía por entonces a los grupos armados formados por los restos del ejército de de la dictadura de Anastasio Somoza, que contaban con asesoramiento militar a cargo de cuadros formados por la CIA en la Escuela de las Américas.
Con este telón de fondo, hace cuatro décadas, partía rumbo a Nicaragua la primera Brigada General San Martín que estaba conformada por 120 integrantes de La Fede, lo que la constituyó en el mayor contingente internacional que actúo en solidaridad con la Revolución Sandinista por esos años. Fue la primera Brigada del Café, después les llegaría el turno a dos más que, en todos los casos, sumaron sus esfuerzos para que la cosecha se pudiera llevar adelante, algo que resultó clave para que Nicaragua pudiera enfrentar en mejores condiciones la guerra económica desplegada por el imperialismo yanqui para desestabilizar a su naciente Revolución.
La Brigada General San Martín actuó en Matagalpa y Jinotega trabajando codo a codo con los miembros de los Batallones Estudiantiles de Producción, que estaban compuestos por pibes nicaragüenses del último año del ciclo secundario que junto a los militantes de la FJC ocupaban los lugares que habían dejado los trabajadores de la recolección de granos de café que, en esos momentos, combatían en la primera línea de las milicias populares.
Nada de esto fue fácil, ni siquiera la partida porque desde su Embajada en Buenos Aires, Washington presionó al gobierno que encabezaba Raúl Alfonsín para que evitara que los brigadistas viajaran, al tiempo que financiaba una fuerte campaña tendiente a doblegar la moral de los jóvenes comunistas que, pese a todo y con un espíritu internacionalista y antiimperialista, protagonizaron una de las mejores páginas de la rica historia del PC.
Uno de ellos fue Rafael Nicolás Massimo, quien además es fotógrafo y como tal reflejó en imágenes (Ver Galería) parte de lo que fueron aquellas jornadas inigualables. “Soy Nino, todos me conocen así, desde la época de La Fede y también ahora en el Partido”, dice explicando algo que resulta obvio para quienes en todo el PC saben de su trayectoria militante que lo pone como un referente clave, sobre todo en La Matanza donde actualmente reside.
―¿Cuándo se incorporó a La Fede?
―Yo me afilié a los quince años en Flores. Soy italiano de nacimiento y dos años después de terminada la guerra vinimos para Argentina con mi papá y mi mamá, porque ya teníamos un abuelo acá que trabajaba en YPF y nos mandó llamar porque allá estaba todo muy embromado.
Ya a los quince años, mi papá me llevaba al Comité de Flores que estaba en la calle San Pedrito, y ahí empecé a vincularme con La Fede, yendo al Bajo Flores donde hacíamos militancia con los personas de esos barrios populares.
En 1964 me integré a un conjunto musical, en San Justo, La Cumbiamba Tropical, ahí conocí a mi compañera, María Victoria Bonfatti…Mariela, nos pusimos de novios. Ella me metió más en la militancia. Después estuve un tiempo sin militar, hasta que en una oportunidad una tía que era militante, me invita a una charla en una sociedad de fomento a la que fueron camaradas y me volví a afiliar a La Fede. Ahí que estuve militando mucho tiempo, también durante la clandestinidad.
―¿Cómo se enteró que se estaba preparando una brigada para ir a Nicaragua?
―Se comenzó a hablar de eso, pero de hecho yo ni me imaginaba que me iba a tocar a mí y más teniendo la edad que tenía, porque generalmente los brigadistas andaban entre dieciocho y veinticinco años y yo ya tenía más de treinta. En ese momento nosotros éramos un regional que abarcaba La Matanza, Morón y Haedo y había que elegir a quince compañeros, y quien era el secretario de esta zona me lo propuso: “¿que te parece, podés ir?”, me preguntó y le dije que me lo dejara pensar. Y entonces lo conversé con la familia, porque en 1985 ya teníamos dos hijas y, aunque con la preocupación del caso, Mariela aceptó y me integré al grupo con el que tuvimos que hacer algún entrenamiento de tipo físico e informarnos hacia dónde íbamos porque el lugar no era nada fácil, ya que cada día había que subir cinco kilómetros y bajarlos después de hacer la recolección, siempre caminando.
―Y encima en su caso cargando equipos fotográficos…
―Como fotógrafo, cuando surgió la idea de ir a Nicaragua, también me surgió la idea de llevar los equipos, más sesenta rollos de los que treinta eran de diapositivas y los otros de blanco y negro, además de rollos de film de tres y medio que con los años terminó siendo el material aportando para la película La Batalla del Café.
―¿Por qué el PC tomó la iniciativa de formar la Brigadas?
―Esta Brigada del Café no se podría haber concretado sin la existencia de una rica historia que tiene el Partido a la hora de hablar sobre internacionalismo proletario. Es así que se conoce que los comunistas estuvimos siempre presentes, a lo largo de nuestra historia, en muchas batallas entabladas por los pueblos contra el imperialismo en diversas partes del mundo. Estuvo Fanny Edelman en España con una brigada internacionalista, Rodolfo Ghioldi marchó con Carlos Prestes en Brasil, estuvimos en Cuba y así de seguido podemos nombrar un montón de sitios en los que estuvimos haciendo internacionalismo proletario. Por eso es que, para nosotros, lo de las Brigadas del Café no era una cosa nueva.
―¿En qué parte estuvo?
―Estuvimos un mes en Matagalpa donde compartíamos la tarea con chicos que eran estudiantes secundarios locales que se habían integrado voluntariamente a la cosecha del café, porque lo cosechadores de café estaban integrados a las milicias que se desempeñaban en el frente de batalla. Después pasamos a Jinotega donde estábamos mucho más cerca del lugar en el que se desarrollaban los combates con La Contra. Ahí, los que eran voluntarios, eran milicianos y estudiantes universitarios que también colaboraban con nosotros en la cosecha. Así que tuvimos un intercambio muy jugoso con ellos.
―Las Brigadas fueron una pieza importante para que se pudiera sustentar la economía de una Nicaragua asediada…
―Exactamente. Hicimos un aporte que quizás sea más valorado políticamente que por la cantidad de café que cosechamos, aunque puedo garantizar que cosechamos bastante café. Los nicaragüenses nos felicitaban porque veían el entusiasmo que le poníamos a la cosecha. Aparte había una especie de amigable competencia, también, para ver quiénes cosechaban más…y nosotros siempre teníamos cosechadores de vanguardia.
―¿Estando tan cerca del frente de batalla, en algún momento sintió miedo, cómo se procesaba eso entre ustedes?
―Miedo existía. Por supuesto que uno estaba consciente de que podría ocurrir alguna escaramuza o algo por el estilo, pero nosotros estábamos muy bien custodiados por los milicianos que siempre, antes de que saliéramos a cosechar, hacían un recorrido para constatar que no hubiera algún peligro.
En Jinotega, en una oportunidad, hubo una especie de alarma en la que todos salían gritando “al farallón” que es una construcción por la que suben los animales para entrar a un camión. Lo que nos avisaban era que había que ir a un establo para resguardarnos, pero cuando pasó todo nos dijeron que no nos asustemos, porque había sido un simulacro. Pero al poco tiempo pasamos por uno verdadero, no muy peligroso, pero se detectaron infiltrados de La Contra cerca de nuestra posición y tuvimos que hacer una evacuación para cuidarnos.
No voy a decir que no teníamos miedo, porque somos seres humanos, pero veíamos que los mismos nica nos daban tranquilidad.
―¿Cuáles son los primeros compañeros que se le vienen a la cabeza cuando recuerda aquel contingente?
―Son muchos. De los nuestros seguimos en contacto por medio de un grupo de WhatsApp y cada tanto hacemos algunos encuentros. Lamentablemente no todos están militando en el Partido, aunque sí lo hacen en otros espacios que tienen que ver con el antiimperialismo y con tratar de construir un frente que nos pueda sacar de este embrollo en el que estamos metidos como país. Una de las compañeras con las que tengo mucho contacto es con Claudia Cesaroni, que es autora de un libro Brigadistas, sobre el que se hizo posteriormente la película. Muchas de mis fotos se publicaron en su libro y me dedicó un par de páginas.
―Como reportero gráfico pudo registrar un hecho histórico como fue la asunción presidencial de Daniel Ortega…
―Cuando estuvimos Matagalpa, a los pocos días asumía Daniel Ortega que había sido elegido en las primeras elecciones después de la Revolución. El jefe de la Brigada que era Jorga Garra, me dice “Nino, tenemos que ir a Managua porque está el acto de asunción”. Así que agarre los equipos y nos fuimos, y ahí estuvimos haciendo un intercambio político muy interesante con los nicaragüenses y con muchos argentinos de diferentes pertenencias políticas que estaban en Nicaragua ayudando a la Revolución.
―¿Viendo todo en retrospectiva, volvería a ir a estar ahí?
―Sí. Si se repite la historia yo me anoto. Es una experiencia que te deja marcado. Porque así como nosotros dimos nuestro aporte solidario, fue más lo que recibimos, ya que los nica nos abrieron hasta los corazones y eso contribuyó a reforzar en nosotros el espíritu revolucionario. Para quienes estuvimos en Nicaragua, la experiencia nos dejó riquísimas vivencias que deberemos transmitir a las nuevas generaciones…hablarles de cómo una revolución saca a flor de piel lo mejor de un ser humano. Eso es lo que vivíamos todos los días, viendo como los jóvenes brigaditas nica cosechaban el café con el fusil al hombro para luego volver al campamento y, por la noche, se hacían grandes fogones donde se cantaba, se bailaba, se recitaba poesía…asombrosamente no había ningún nica que no fuera poeta, porque todos los nicaragüenses parecen poetas…en esos fogones todos levantaban la mano queriendo decir su poesía. Todo eso te marca.
Para quienes tuvimos la responsabilidad de participar en esta Brigada del Café, sabiendo también que después vendrían otras en los años subsiguientes, se nos hace imposible hablar de ella sin que se nos mezcle la valoración política con una catarata de emociones que es imposible narrarlas. La Brigada nos marcó a fuego en el corazón y la mente, por eso es que pienso que si yo tuviera cuarenta años menos, me vuelvo a anotar para ir.
―¿Hay una continuidad entre las Brigadas del Café y la posterior participación del PC en El Salvador?
―Por supuesto. En la brigada subsiguiente hubo camaradas militantes que fueron a El Salvador integrados a la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Resulta imposible no recordar a Marcelo Feito, que lamentablemente cayo abatido. Eso hay que valorarlo, porque la predisposición a la lucha antiimperialista estaba latente y sigue estando en cada comunista porque tenemos una rica historia, aunque como Partido a veces parece que hubiéramos querido esconder este tema…no se si porque causaba rispidez o por qué, pero nosotros fuimos protagonistas de aquello y a veces en debates posteriores a la proyección de la película veo a muchos jóvenes abriendo los ojos sorprendidos: a ellos hay que decirles que este es el Partido Comunista y que debemos sentir orgullo.
Cuando se resolvió conformar la primera Brigada del Café había un revuelo político en Argentina, hubo presiones de la Embajada de EE.UU. para que el gobierno de Alfonsín evitara la partida de la brigada. Nosotros, como Partido y como Juventud Comunista, hicimos oídos sordos a todo eso y para los nicas que sabían todo esto, lo nuestro fue un hecho destacable, porque a pesar de todo fuimos y eso es muy valioso.
―Actualmente el Imperio sigue apretando sobre Cuba, Venezuela y Nicaragua. Y en este marco el juez Ariel Lijo pidió la captura internacional de Daniel Ortega y Rosario Murillo ¿En este contexto cobra más vigencia lo que protagonizaron ustedes?
―Por supuesto. El imperio extiende sus tentáculos para denigrar a los países que no se alinean bajo su sombra. Eso es evidente: lo están haciendo con Venezuela y Cuba…acá en Argentina estamos padeciendo a este psicótico que está gobernando. Entonces hablar y explicar en qué consistió y el por qué de esta experiencia de las Brigadas del Café, es un elemento que aporta a dar la batalla cultural. Traer la memoria y el presente de estas brigadas, es clave para esa batalla tan necesaria en este continente donde se están desarrollando muchas otras batallas y no sólo las que libran Cuba, Venezuela o Nicaragua, porque hay también voces como las que llegan desde México, Honduras e incluso Brasil con Lula, pese a todas a las contradicciones.
Pero la primera batalla es la cultural y, sin dudas, estos combates por una nueva sociedad sólo se pueden dar en el marco de un profundo internacionalismo. Porque lo que hay que construir es un frente antiimperialista, que ponga rumbo hacia una sociedad solidaria en la que pueda vivirse una vida digna, por eso también los comunistas estuvimos hace cuarenta años en Nicaragua.