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Política
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Aglomeraciones y recontrol durante la vacunación en la Ciudad ¿Qué buscan provocar en Formosa? Juntos por el Cambio expone su política sanitaria: se vacuna el que paga.

“El que puede, que la compre”, dijo Patricia Bullrich y, así, sinceró la mirada que Juntos por el Cambio tiene respecto a la gestión de la crisis que deriva de la pandemia, pero también cómo piensan que debe ser el sistema sanitario quienes se ven representados por ese bloque político.
Lo de privatizar la vacunación no es nuevo. Apenas recibió la entrega inicial prevista en el contexto del programa dispuesto por el Estado Nacional, el Gobierno de la Ciudad le cedió 9.900 dosis a empresas que integran el sistema de salud de gestión privada, para que vacunen a sus clientes.
La contratara de la moneda son las escenas que esta semana se vieron en las veredas del Luna Park y en las proximidades de San Lorenzo, que por su crudeza fueron imposibles de ocultar.
Así las cosas, mientras en otras provincias se acelera el ritmo de vacunación, en la Ciudad todavía no se abrió un registro para que personas mayores de setenta años se inscriban para esperar la vacunación.
Durante el año que lleva la pandemia, desde el bloque que tiene su representación política en JxC, se atacó constante y sistemáticamente, a la política sanitaria que propuso el Gobierno. Y se lo hizo desde los lugares más irracionales que se pueda imaginar para horadar la credibilidad de la estrategia para enfrentar la pandemia que dispuso un gobierno al que se lo acusó de cosas como intentar envenenar a la sociedad con la Sputnik V y de encabezar una “infectadura”.
Estos son sólo dos de los argumentos delirantes de los que se valió ese bloque de representación política, para incentivar conductas antisociales cuya consencuencia necesaria es la propalación del Covid-19.
Coherente con una historia personal vinculada al mesianismo y la violencia, Patricia Bullrich es una de las principales protagonistas de esa historia. Por eso a nadie puede sorprender que la propia titular del PRO se pusiera a la cabeza del pustch que comenzó hace una semana en Formosa.
Esto fue denunciado por el Partido Comunista de esa provincia, cuando advirtió que esta situación se inscribe en la lógica de los escenarios desestabilizadores del tipo de golpe blando, “que la oposición viene ensayando”. Y también cuando recordó que, en este caso, por redes sociales hubo una campaña en la que se convocó a “quemar todo”, como respuesta a la decisión de volver a Fase 1 que dispuso el gobernador Gildo Insfán.
Pero también denunció que la elección de Formosa se vincula a la postura que tiene el mandatario provincial respecto a la hidrovía Paraná-Paraguay. Insfrán es el único gobernador de als provincias involucradas, que se opone a la convocatoria a licitación en la que se avanza durante estos días, por la que se pretende “arrebatar nuestra soberanía y transformar a Formosa en una plataforma del contrabando de cereales” (Ver La soberanía del Río Paraná está en juego).
Y esto no es todo. Mientras Bullrich hacía su puesta en escena en Clorinda, del otro lado del río, Paraguay estalla porque la aplicación de una estrategia similar a la que propicia JxC, provocó que colapse el sistema sanitario y que el propio Gobierno de Abdo Benítez se vea superado por la propagación del Covid-19. Esa frontera que Formosa quiso proteger con la vuelta a Fase 1, es la que desde una irracionalidad criminal, buscan abrir quienes se encolumnan del pustch que potencia la presencia de Bullrich.

Conservador civilizado

La falta de previsión que exhibe la Jefatura de Gobierno a la hora de gestionar la lucha contra la pandemia no es nueva. Desde el progresismo, hay quienes confían en que Horacio Rodríguez Larreta sea ese conservador civilizado que precisa el sistema de representación política, para garantizar la estabilidad institucional del Estado Liberal Burgués ¿Pero será que, esta vez, el chancho puede chiflar?
Durante el año que lleva la pandemia, la Gestión PRO exhibió hacia los sectores más empobrecidos de la Ciudad, algo más que falta de empatía, la misma de la que se enorgullece Patricia Bullrich cobijada por conglomerados massmediáticos que fomentan la profundización de un discurso abiertamente protofascista.
La utilización de integrantes de fuerzas policiales y la consolidación de bandas que abren focos de violencia como el registrado en Formosa, son características de una táctica que busca macerar al Gobierno, como parte de un proceso de desgaste que tiene su paradigma en el golpe blando.
¿Pero por qué este culto a la violencia? Para buscar una respuesta resulta interesante advertir, cómo este tipo de mecanismos aparecen cada vez que el Estado Liberal Burgués no puede garantizar, por las buenas, que la acumulación de la riqueza en pocas manos sea legitimada por las urnas. Sobre todo en formaciones estatales de la periferia del sistema capitalista.
De alguna manera, por medio de estos mecanismos, la violencia simbólica y material que es patrimonio del Estado, también acaba por privatizarse.
Así las cosas, es en este punto donde hay que volver a recalcar quienes viven en Argentina siguen integrando el selecto ocho por ciento de la humanidad que todavía tiene acceso a un sistema sanitario de base universal.
Todo pese a que durante los cuatro años en que Mauricio Macri fue presidente, se hizo todo lo posible para cambiar esto, mediante la imposición de diseños como el que llamaron Cobertura Universal de Salud, que estuvo acompañado por una caída presupuestaria para el área, que si se descuenta la inflación, anduvo por el veinticinco por ciento.
Para considerar la verdadera gravedad de todo esto, hay que sumar que el Gobierno Cambiemos llevó el nivel de pobreza por encima del cuarenta por ciento y que 14,2 millones de personas padecieron inseguridad alimentaria moderada o grave durante ese período, al tiempo que alrededor de 152 mil trabajadores quedaron en la calle sólo en el sector industrial, lo que también los privó de tener prestación de la obra social.
También durante este período, en promedio, el precio de la canasta de medicamentos que más precisan los adultos mayores, se catapultó 457 por ciento y casi trescientos en el consumo de los afiliados al Pami.
Y la subejecución atravesó todos los segmentos del presupuesto de Salud, ya que se destruyeron programas preventivos que eran eficaces, se dejaron vencer alrededor de cuatro millones de dosis de diferentes vacunas, entre las que había dos millones de vacuna antigripal. Entre las consecuencias que trajo esto, está la reaparición del sarampión y la extensión del dengue.
Asimismo, se desfinanció en alrededor de un cincuenta por ciento el presupuesto del Instituto Malbrán y, por iniciativa de la Gestión Rodríguez Larreta, se quiso cerrar los hospitales Udaondo y María Ferrer, para unificar sus servicios en el predio del Muñiz que es un nosocomio monovalente especializado en enfermedades infecciosas.

Cosas claras

Algunas cosas que estaban claras, se evidenciaron con inusual contundencia durante este año que lleva la pandemia. Y entre ellas está la forma en que en el mundo y también en Argentina, el capitalismo venía agrediendo al sistema sanitario de base universal y gestión estatal, que es el que sacó las papas de las brasas a la hora de combatir la pandemia.
Por si hacía falta, esto alcanza para poner en crisis la falacia en que se basaron todos los intentos de privatizar el sistema al que le endilgaban ser “insostenible” y que, por lo tanto, era preciso que sea “modernizado”.
Este sistema que permite que cualquiera pueda atenderse en una red estatal de hospitales y salas públicas, diseñada a partir de la coordinación de esfuerzos y criterios sanitarios que se distancian –aún con limitaciones- de aquellos del mercado, es el que también hace posible que se lleve a cabo un programa de vacunación excepcionalmente ambicioso como el que requiere la pandemia.
Esto es lo que quiere privatizar Patricia Bullrich. Su postulado nace desde la posición moral y ética que tiene la titular del PRO y que, sin dudas, es cuestionable desde cualquier punto de vista humanista.
Pero, asimismo, en esta postura subyace la concepción canónica del capitalismo que dice que todo debe ser convertido en mercancía, incluso el sistema sanitario. Y, detrás de esto, no hay otra cosa que la intención de favorecer la transferencia regresiva de riqueza a costa de la salud, el padecimiento y el dolor de personas concretas.
Esto es una vuelta de rosca más a la idea de destruir el sistema universal de salud gestionado por el Estado, para entregar al sector privado sus partes más rentables.
Se trata de una postura que exhibe sin filtros lo más criminógeno que tiene el sistema capitalista, ya que postula la naturalización de la idea de que es viable una sociedad en el que se vacuna quien pueda comprar la dosis y el resto se muere. Esto es ni más ni menos, que un capítulo más de la Doctrina Bullrich.