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Dom, Abr
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Política
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Desde una mirada aguda y reflexiva, Rogelio Roldán, advierte que “el marxismo es y será actual, ahora y siempre, si se lo aplica y desarrolla con todo rigor científico y de manera viva y creativa, como guía para la acción, tal como Marx lo hacía”.

En el 205 cumpleaños de Carlos Marx, nacido el 5 de mayo de 1818, se verifica la actualidad, vigencia y pertinencia de su pensamiento. Tanto es así que muchos pensadores de todo el mundo y parte de las fuerzas políticas de origen marxista seguimos inspirándonos en ese manantial creativo para buscar nuevas soluciones a los nuevos problemas que plantea el capitalismo, de tal magnitud, que hoy pone en cuestión la vida en el planeta. A mi entender dichas soluciones pasan por la viabilidad del marxismo para constituir una alternativa al sistema capitalista, la cual, pienso, no es otra que el comunismo.

Recalco esta idea porque la inmensa labor intelectual y práctica de Marx arranca de la crítica certera del capitalismo, lo que le permitió descubrir su anatomía y sus contradicciones insolubles, a partir de lo cual elabora una teoría eficaz para su sustitución revolucionaria por una “sociedad libre de productores libres”. Así crea un enfoque profundamente democrático, humanista y revolucionario para accionar en la lucha de clases y transformar la realidad.

No está demás recalcar la idea de sociedad sin clases y sin Estado, sin aparatos de consenso pasivo y coerción, una sociedad comunista. Carlos Marx, junto a su compañero de elaboración y lucha, Federico Engels, concebían al socialismo no como una formación económico social específica, sino como una fase de transición al comunismo, que era y es el objetivo estratégico. En el largo siglo transcurrido luego de sus muertes el agravamiento de la crisis del capitalismo -ya en su fase monopolista de Estado, su fase imperialista-, condujo a errores conceptuales -que llevaron a concebir la transición socialista como un fin en sí mismo- y subestimaciones de este aserto. En ese sentido son muy útiles los aportes teóricos y políticos del Comandante Ernesto Che Guevara.

Por contraparte, los ideólogos del capitalismo senil, que no hace mucho tocaban a rebato por el fin de la historia y la muerte del marxismo, persisten en inundar los medios monopólicos de confusión con toda clase de “demostraciones” y diatribas contra el marxismo, el socialismo y el comunismo. La actual campaña electoral de la derecha nativa se basa en el ataque furibundo al rol del Estado en la política y la economía, tachándolo de ser la “puerta abierta al comunismo”, como si el Estado patronal tuviera algo que ver con la revolución. En realidad su papel es sostener y mantener al sistema conteniendo a las masas con falsas promesas -vale decir control preventivo- o con la represión lisa y llana.

La decadencia y mediocridad de los intelectuales orgánicos del tener y el poder adquiere características de ceguera histórica, pues se empeñan en no ver la crisis, no del ciclo del capital, ni tampoco financiera, sino global, civilizatoria, de su sistema, lo que lo torna de más en más belicista, agresivo y de alta peligrosidad para la vida humana. La realidad actual de sus naves insignias: EE.UU., Europa y Japón, la decadencia de su hegemonía, demostrada en la caída el dólar como moneda mundial, junto a la histeria guerrerista del Pentágono me eximen de mayores comentarios al respecto. Ahí está la guerra de Ucrania, librada con sangre ajena, por EE.UU. y la Otan contra la Federación Rusa, además de las provocaciones contra China en Taiwán.

En mi opinión, el pensamiento marxista sufre deformaciones, en un sentido vulgarizador de parte de quienes, paradójicamente, dicen ser sus “campeones”. Es claro que si se toma a los clásicos como sagradas escrituras, de modo a-temporal, omitiendo que fueron escritos para una realidad y un momento concretos, en lugar de advertir y asimilar sus regularidades históricas, no se puede comprender el rol del marxismo y su aplicación concreta a la lucha de clases hoy. A mi ver, las principales vulgarizaciones se expresan en: la interpretación economicista de la historia; el reduccionismo de establecer a las leyes históricas como ineluctables y la simple dependencia de la superestructura respecto de la base económica.

En realidad, uno de los grandes aportes de Marx, desde sus trabajos más tempranos, es haber “puesto a la dialéctica sobre sus pies”. Engels es categórico: “según la concepción materialista de la historia, el elemento determinante de ésta es en última instancia la producción y reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto; por consiguiente, si alguien lo tergiversa transformándolo en la afirmación de que el elemento económico es el único determinante, lo transforma en una frase sin sentido, abstracta y absurda”. Es bueno anotar que toda la concepción filosófica y política del Comandante Ernesto Che Guevara se basa en esta interpretación de Marx y Engels.

El marxismo, en tanto teoría crítica para el cambio revolucionario, es antagónico a toda idea y práctica positivista, que concibe a la sociedad como un producto de la naturaleza y la somete a sus leyes evolutivas. En dicha concepción podemos rastrear los orígenes del reformismo filosófico y político.

En el proceso político argentino y continental de hoy, es más que clara la necesidad y la urgencia de construir una alternativa política de poder popular, democrática, plural e incluyente, como una herramienta eficaz para generar contrahegemonía al “sentido común” burgués, y con ella alzar a las masas que componen el sujeto popular a la lucha contra la institucionalidad estatal y las relaciones de propiedad capitalistas. Vale decir, la necesidad de adoptar una estrategia de acumulación política apta para actuar en momentos desfavorables.

No obstante ello, ciertas orgánicas de izquierda recurren al “papel de la clase obrera industrial” para autoproclamarse “vanguardia”, aislándose del sujeto popular, incluso con planteos fragmentadores contra los sectores no proletarios, semiproletarios y demás oprimidos por el imperialismo que componen a dicho sujeto.

Así las cosas, se hace visible que los enfoques antes mencionados no superan el positivismo más simplista y parten de una visión corporativa y fetichizada de la clase obrera. Visión que identifica su forma de existencia actual con los obreros de Europa central de la década de 1920, y traslada mecánicamente aquella realidad a un escenario clasista distinto.

Así, desde un supuesto vanguardismo, contraponen a la clase obrera con el resto del pueblo y juegan todo al “luchismo” sindicalista, al parlamentarismo y a las elecciones en el Estado capitalista como vía principal, y no como táctica acorde con el momento concreto. Enfoque este demasiado parecido al de la socialdemocracia, claramente derrotado por la realidad política nuestroamericana y mundial de hoy.

El marxismo es y será actual, ahora y siempre, si se lo aplica y desarrolla con todo rigor científico y de manera viva y creativa, como guía para la acción, tal como Marx lo hacía. A este esfuerzo apostamos los comunistas.