Cecilia Pando, Jorge Acosta y su apoyo a Javier Milei. Patricia Bullrich y su recurrente deseo de que todo explote. En Halloween, la derecha exhibe sus propios monstruos.
“Probablemente la Argentina que se viene va a tener que tomar medidas no gratas, que traigan aparejadas un incremento de conflictividad social, que tal vez requieran la participación de la fuerza de seguridad y fuerzas armadas para restablecer el orden”, dijo Cecilia Pando quien en tal sentido, sostuvo que por eso “urge solucionar este tema, porque esta participación no será posible si no se resuelve el tema de las detenciones ilegales”.
En este extracto de una publicación que hizo el lunes en la cuenta que posee en la red social Tik Tok aparece su ya clásica reivindicación de los genocidas que, insistió, “lucharon contra el terrorismo y están ilegalmente detenidos”. Pero también tras hacer público su apoyo a Javier Milei, anticipa que un eventual gobierno de La Libertad Avanza, viene a imponer un plan que va a requerir de represión y que, para eso, ya piensan en echar mano al know-how de quienes perpetraron el peor genocidio que sufrió nuestro país.
Pero Pando no está sola en este abroquelamiento que se produce detrás del tándem Macri-Milei. “Se aproxima la hora del conocimiento de la verdad, pero no la que se dice que es la verdad que surgió de juicios manejados por la ‘patria socialista’”, sostuvo Jorge Acosta, el ex capitán de fragata condenado a prisión perpetua porque el Poder Judicial lo encontró penalmente responsable de haber perpetrado una larga lista de crímenes aberrantes entre los que aparecen secuestros, torturas, abusos sexuales, robo de bebés, homicidios y desapariciones forzadas de personas.
Las opiniones de Pando y Acosta le dan un claro contexto al deseo explicitado por Patricia Bullrich, quien esta semana volvió a La Nación+ para señalar que “ojalá explote” la situación económica del país antes del balotaje. Estos dichos van en idéntica dirección que otros que el propio Milei hizo hace algunas semanas, cuando no ocultó su deseo de que “explote todo” para “terminar con la basura de la casta política”. Y si para muestra alcanza con un botón, ahí está el pustch perpetrado a pocos días de la primera vuelta electoral, que provocó una escalada en tándem del precio de dólar ilegal con los de varios productos de la canasta de alimentos y otros artículos de primera necesidad (Ver Al borde del Rubicón).
Que exploten…pero los otros
“Si ganamos iremos en la misma dirección, pero lo más rápido posible”, le dijo Mauricio Macri a su amigote Vargas Llosa durante la cena organizada por la Fundación Libertad, en marzo de 2019 y ante una audiencia compuesta por más de mil empresarios, al anticipar su compromiso de avanzar en reformas letalmente regresivas en lo laboral y previsional, así como en los sistemas públicos, gratuitos y universales de Salud y Educación.
Para esta tarea, ya es público el aporte que hace Macri al esquema que rodearía a Milei, si triunfa en la segunda vuelta. Una buena parte de ese equipo, está integrada por los responsables de haber endeudado a los argentinos en alrededor de 86 mil millones de dólares que Macri nunca explicó dónde fueron a parar y que, fundamentalmente, garantiza dependencia económica y política, así como entrega de la soberanía.
Ahora, por medio de Milei, Macri y su banda vienen por todo y la receta para imponer su plan es la represión, lo que explica, entre otras cosas, por qué vuelven a tener amplificación massmediática individuos como Pando o Acosta. Y también ayuda a aclarar de qué va la candidatura a vicepresidenta de Victoria Villarruel.
Queda claro que el intento es que todo explote y que eso propicie un campo orégano a una nueva ronda del esquema de expoliación del patrimonio nacional, que tiene sus tres principales hitos en la dictadura impuesta a partir de 1976, el menemato y la Presidencia Macri (Ver La clase capitalista no va al Paraíso).
Actores clave de esos tres hitos, vuelven a aparecer en el núcleo de aquello que agrupa el tándem Macri-Milei. Uno de ellos, que equilibra su escasa lucidez con su extrema persistencia es Patricia Bullrich, quien con su manifiesto deseo de que todo explote, volvió a reafirmar una línea de conducta que la liga a buena parte de los peores dramas que padecimos los argentinos durante las últimas décadas.
Corría abril de 2021, el mundo luchaba contra la pandemia y la humanidad contra la voluntad de las multinacionales de la industria farmacéutica de administrar de forma bastante arbitraria el flujo de vacunas contra el Covid-19. Por esos días, una de ellas se había convertido en fetiche para la derecha que actúa en Argentina, que veía en la Pfizer un argumento para oponer a la Sputnik que llegaban a catalogar como “veneno”.
Con este telón de fondo, Patricia Bullrich recomendaba entregar las Malvinas a cambio de vacunas Pfizer y lo hacía en el ambiente cómodo que le brindaba una de las pantallas del holding Clarín y bajo la mirada complaciente de Jonathan Viale. Entre su espacio político la idea de entregar la soberanía del Atlántico sur no es nueva. Poco antes y en la misma sintonía, el diputado Fernando Iglesias postulaba que es preciso que el Estado argentino atienda la postura de la población que habita ilegalmente en las Islas Malvinas, algo que anticipó lo que no hace tanto recalcara Diana Mondino, quien está postulada a ser ministra de Relaciones Exteriores en un posible gobierno que encabece Milei.
Pero este tipo de miradas nada tienen de aisladas hacia adentro del bloque de representación política que va de la erecha hacia la extrema derecha. Desde antes de ser Presidente, Macri ya fijaba su postura respecto a la soberanía en Malvinas, lo que quedó registrado en un reportaje que le hizo Página 12, donde invitaba a olvidar el tema ya que, desde su perspectiva, recuperar las islas del Atlántico sur ocupadas por Gran Bretaña, “sería un fuerte déficit adicional para la argentina”. Y añadía: “nunca entendí los temas de soberanía en un país tan grande como el nuestro”.
Lo que hizo tras entrar a La Rosada, fue coherente con esta postura. A espaldas del Congreso, el Gobierno Cambiemos impulsó un acuerdo por el que se aceptó que multinacionales realicen prospecciones y avancen en la explotación hidrocarburíferas en la plataforma del Mar Argentino, por medio de licencias entregadas por el Reino Unido.
Y durante 2020 la propia Bullrich fustigó la decisión del actual ejecutivo de suspender el intercambio de información que, en materia pesquera, acordó la Presidencia Macri con Gran Bretaña. Para Bullrich esa determinación constituía una “política de confrontación inadmisible”. Es que se trató de una medida que tomó distancia del esquema de supeditación absoluta a los intereses del eje que sintetiza la Otan, al que el Gobierno Cambiemos sometió a Argentina en términos geopolíticos, geoeconómicos y geoestratégicos.
Esa postura no sorprende, ya que el lobby por Pfizer esconde la defensa de los intereses de BlackRock, que uno de los principales accionistas de esa industria farmacéutica y también del esquema global que sustenta al espacio que busca quedarse con el gobierno de la mano del tándem Macri-Milei.
Comenzaba 1989 y el transbordador Indiana recalaba en el puerto de Montevideo, proveniente de Puerto Argentino. Ahí esperaba un grupo reducido de personas encabezadas por una joven que se acercó a Mario Rodríguez Muñoz, que cubría la temporada de verano en Punta del Este para Clarín, al que habían avisado que vaya al puerto, porque alguien iba a intentar copar el Indiana.
“Estate atento que vamos a intentar subir al barco. Vamos a armar quilombo”, le dijo la mujer al periodista quien en una crónica publicada años más tarde por Perfil, señala que “no querían abordar el ferry, querían una foto”. Esa vez, un policía portuario alcanzó para que el grupo desistiera de lo que prometió hacer.
Ya sin acné juvenil, Patricia Bullrich, sigue fiel al mesianismo que siempre la caracterizó y sustenta su figura pública en base a “hacer quilombo” y buscar foto tras foto. Por eso le da lo mismo ser el alfil de Macri, aquel sobre quien durante el debate televisivo de candidatos de 2007 dijo que “es corrupto”. Pero también le da igual abrazarse con Milei, a quien apenas hace dos semanas caracterizó como un inestable emocional y denunció penalmente después de que la acusara de haber puesto bombas en un jardín de infantes.
Porque le da lo mismo buscar la foto con la puesta en escena que intentó hacer aquella vez en Montevideo o denostar ahora la memoria de los caídos en Malvinas. Y también relamerse al desear que explote todo, total en ese escenario los que acaban reventando son los demás, tal como pasó en 2001, cuando era parte del gobierno de la Alianza y también le daba lo mismo.