El profundo desprecio de la Presidencia Milei por el complejo científico tecnológico y el sistema de universidades de acceso público, universal y gratuito, propicia condiciones para que tenga lugar una nueva emigración de profesionales altamente calificados.
Si se hace una analogía futbolera, puede decirse que a caballo del acelerado desfinanciamiento que sufre el complejo científico tecnológico y el sistema de universidades de acceso público, universal y gratuito, aparecen preocupantes indicios de que desde el exterior comienzan a llevarse el semillero. La aseveración nada tiene de antojadiza, hace menos de un mes, fueron 68 los científicos Premio Nóbel que junto a universidades y reconocidas instituciones firmaron una carta pública en la que advierten sobre una inminente “fuga de cerebros” de investigadores argentinos hacia otros países a raíz del vaciamiento del área de ciencia y tecnología que perpetra la Presidencia Milei.
Como se recordará entre sus primeras medidas como Presidente, Javier Milei degradó el Ministerio de Ciencia para reducirlo a una Secretaría en la que puso al frente a un administrador de empresas carente de antecedentes en el terreno científico, Alejandro Cosentino, en tanto que al comando del Conicet colocó al veterinario responsable de la clonación de su perro, Daniel Salamone, quien ni lerdo ni perezoso, procedió a dejar en un limbo a 250 investigadores formados por el Estado con ocho años de experiencia en la investigación científica.
Con este telón de fondo, la inversión en el área se derrumbó ya que pasó de representar el 0,302 por ciento del PBI en 2023 al actual 0,208. Y en algunos casos la cosa fue peor, como en las universidades nacionales y la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología donde la poda alcanzó el noventa por ciento, en tanto que las becas para investigación pasaron de 1.300 en 2023 a seiscientas durante el presente año, al tiempo que para la nueva convocatoria abierta se redujo la cantidad de becas disponibles de ochocientas a quinientas.
Asimismo se detuvo el financiamiento de proyectos, comenzó una drástica caída salarial y se congeló la incorporación de nuevos investigadores al sistema universitario, a lo que se suma el problema derivado de la caída de becas posdoctorales que interrumpe una rueda virtuosa de generación de equipos dedicados a la investigación en diversas áreas, que se había revitalizado a partir del Programa Raíces implementado durante 2008. Se trata de profesionales jóvenes que hicieron su carrera en la universidad pública y que tras hacer un doctorado que lleva no menos de seis años además de mucho esfuerzo, quedaron en una suerte de limbo ante la imposibilidad de continuar la carrera de investigador.
Pero todo puede ser peor en la Era Milei. Es que de acuerdo al Proyecto de Presupuesto 2025, se pretende establecer un ajuste superior en ciencia y educación, porque valiéndose de las facultades delegadas que le concede la Ley Bases, se trata de imponer la eliminación de los pisos mínimos presupuestarios para ambas áreas que de acuerdo a la norma vigente es del seis por ciento del PBI en el caso de la educación y del uno en el de la ciencia.
Con este telón de fondo, la Presidencia Milei reconoce que posee 53 millones de dólares otorgados por organismos internacionales para ciencia, pero admite que decidió no usarlos ya que “fueron aprobadas con anterioridad a este gobierno” ¿Pero puede sorprender algo de todo esto? El propio Milei se cansó de vociferar que los científicos forman parte de lo que ligeramente califica como “casta” y los definió como “supuestos intelectuales que creen que tener una titulación académica los vuelve seres superiores, y por ende todos debemos subsidiarles la vocación”.
Peligro
¿Pero estamos ante un peligro concreto de que tenga lugar en nuestro país una nueva oleada de expulsión de científicos, investigadores, docentes y profesionales? “En principio diría que sí”, advierte Leandro Moglia quien entre otras cosas es profesor titular con dedicación exclusiva de Historia Económica en la Universidad Nacional del Noreste (Unne) y preside el Instituto de Políticas para el Desarrollo Regional de esa casa de estudios.
En este sentido, aunque reconoce que en la Unne todavía no se ve esa situación, Moglia cree que “en cualquier momento eso va a comenzar a ser una opción, porque la gente se va buscando donde tener estabilidad económica”, al tiempo que plantea que la pregunta que hay que hacerse es cuántos investigadores y académicos pueden insertarse en institutos y universidades del extranjero, ya que “no es lo mismo la posibilidad que tiene un investigador ya formado que alguien que está en formación”. Y añadió que “si un instituto internacional extranjero debe optar por alguien, salvo casos supertrascendentales que le den prestigio, le conviene tomar al becario al que van a formar”.
Por eso es que asevera que “en esta fuga de cerebros, vienen por el semillero más que por llevarse a científicos más formados, al menos en las ciencias sociales y humanas, aunque quizás en ciencias duras vayan a venir también por los científicos más consagrados y formados”.
De todos modos, cualquiera de los dos escenarios son la resultante de una situación que “es preocupante para los que hacemos investigación”, ya que “se han recortado los financiamientos de los proyectos, también el financiamiento externo de diferentes organismos, la financiación de actividades, de congresos y eventos”, por lo que “reunirse a debatir, charlar, escribir, tener acceso a publicaciones también se vuelve complicado y a quienes hacemos docencia esto nos preocupa bastante”.
Pero este inquietante panorama no estaría completo sin repasar qué es lo que pasa puertas adentro de las universidades que, sobre llovido mojado, a la situación de agobio que ya atravesaban, le deben sumar desde hace algunos días el veto de la Ley de Financiamiento que plantea un escenario todavía más sombrío al que no escapa la Universidad Nacional del Noreste.
“La Unne sigue funcionando con un presupuesto restringido, la situación respecto a abril sigue siendo complicada, los sindicatos van más o menos llamando a los paros y se hacen actividades de concientización y de exposición de las problemáticas”, puntualiza Moglia y añade que “las facultades han como buscado tratar de recuperar sus cuentas o por lo menos paliar la situación, generando muchas más actividades externas como las de formación de posgrado, en función de las restricciones presupuestarias que devienen del aumento de los gastos fijos que hay como las tarifas de los servicios públicos”.
Pero además de esto, “las facultades están comenzando a restringir algunas funciones básicas como cuántas veces al día se repone papel higiénico en los baños o el recambio del jabón” y en este marco “comienza a verse que vinculados a las actividades de investigación, los proyectos están comenzando a recibir menos financiamiento que en años anteriores”, en tanto que “para la cuestión de formación de recursos y becas, con buen tino la facultad bajó el número de becas a otorgar y con eso aumentó el sueldo de los becarios ya existentes como para que no queden tan atrasados”. Porque, lamentó, “comienza a verse que los becarios están teniendo otros trabajos porque con la beca sola no alcanza o directamente deben renunciar a ellas, porque toman otros trabajos que son full time”.
Por otro lado, tal como sucede en otras universidades, en la Unne, las obras más grandes continúan paralizadas “y lo que se sigue haciendo son obras menores de mantenimiento de los edificios que tienen que ver con el funcionamiento de la unidades académicas y que ya estaban en el presupuesto anterior, pero como los precios se han disparado, son las facultades que con recursos propios obtenidos a través de actividades de posgrado, están saliendo a solventar esa diferencia de precios”.
Lo que relata Moglia son apenas algunas de las penurias que atraviesan las universidades, que no son demasiado diferentes a las que pasan millones de argentinos en sus casas, cuando primero se ven obligados a recortar gastos y después inversión, por lo que si hay que cambiar tres lamparitas se cambia sólo una. Pero esto tiene un límite en la casa y en la universidad, ya que el algún momento simplemente se rompen las tres y todo queda a oscuras.
“Todavía ese limite no sabemos cuando va a ser… a diferencia de lo que pasó en abril cuando se decía que cada facultad tenía un presupuesto de funcionamiento para seis meses, eso no aparece ahora del todo claro”, sostiene Moglia y enciende luces de alerta cuando señala que la medida que ahora ayuda a contener dentro del sistema a la mayor cantidad de becarios, tiene su talón de Aquiles ya que si se refuerza la beca para los que ya están pero sin abrir becas nuevas, de acá a unos años los que ya están habrán hecho su camino y, encima, como se desfinancia a todo el sistema va a ser muy difícil retenerlos y en ese escenario ya no va a haber becarios nuevos que los reemplacen.
“Otros años para esta época ya se estaba discutiendo la renovación de contratos”, puntualizó Moglia y aclaró que “hasta ahora nadie dijo que no va a haber renovación de docentes interinos, pero no sé si cuando el momento llegue, con como se dan los acontecimientos, no va a aparecer alguna cátedra con docentes interinos que diga que no puede pagar”.
Y esto puede no resultar una situación del todo grave para la Unne donde sólo alrededor de un treinta por ciento de su plantilla son docentes interinos, pero la cosa cambia cuando se advierte lo que pasa en Córdoba, Rosario, La Plata y la UBA donde el promedio es del cincuenta por ciento. “Hay adjuntos en la UBA que con veinticinco años de antigüedad son interinos y tranquilamente a esa gente les pueden decir que los echan por ajuste presupuestario porque no están concursados”, remarca y agrega que en el caso de los no docentes la cosa es todavía más alarmante, ya que “hay más contratos y planta transitoria lo que aumenta más todavía su vulnerabilidad”.