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Política
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En Francia siguen las movilizaciones y la represión, tras el crimen de Nahel Merzouk. “Lo que está faltando es justicia de clase”, le dijo a Nuestra Propuesta el consejero municipal por el Partido Comunista Francés en Beziers, Nicholas Cosange.

“El sentido que tiene proseguir con la movilización, es porque continúa la violencia y el reclamo por justicia y verdad, algo que tiene inflamada la conciencia popular, pero la demanda debe ser de justicia de clase, porque lo que está faltando es justicia de clase”, le dijo a Nuestra Propuesta el consejero municipal por el Partido Comunista Francés en Beziers, Nicholas Cosange, al participar de la movilización realizada el miércoles pasado en esa localidad para exigir justicia por Nahel Merzouk, quien fue asesinado por un policía hace una semana.

La marcha en esta ciudad del sur de Francia, fue una de las tantas que se llevaron a cabo durante esa jornada en todo el país. Ahí el diario del Partido Comunista de la Argentina también dialogó con Christophe Benoit, quien es integrante de la federación sindical que reúne a los docentes y del Movimiento por la Paz. “La exigencia política en los barrios populares es un reclamo comunitario de justicia”, reflexionó y fue claro al advertir que “la policía está fuera de control y esto es responsabilidad de gobierno y del propio Emmanuel Macron”. Tras lo que hizo hincapié en que “la situación en los barrios populares, exige redoblar la lucha por la distribución de la riqueza”.

Estas frases resumen buena parte de lo que ahora mismo pasa en Francia que, durante la semana que está acabando, volvió a ser escenario de fuertes movilizaciones populares y una sistemática represión policial a la que se sumaron bandas de extrema derecha y efectivos militares que según un testimonio publicado por el diario regional Ouest-France, habrían actuado de forma encubierta en operaciones antidisturbios que tuvieron por escenario a la ciudad de Lorient.

Algo que va quedando claro es que el asesinato de Nahel Merzouk (Ver ¿Cómo se dice Gatillo Fácil en francés?), fue el detonante para que volviera a emerger con singular potencia ese reclamo por “justicia de clase” que como dijo Benoit, presenta un carácter comunitario que surge desde la periferia de las ciudades, pero también desde los márgenes del propio sistema donde las relaciones que impone el capital, comienzan a mostrar un acelerado deterioro.

Es que racailles, como despectivamente se denomina en Francia a las personas migrantes, son también aquellos a los que el propio sistema ya no puede darles perspectivas de una  vida medianamente agradable. Por eso es que en las protestas, tanto en las orgánicas como en las que no lo son, aparece una fuerte presencia de jóvenes, así como de personas nacidas en Francia, pero que se ven obligadas a cargar con el estigma que representa ser descendientes de migrantes de lo que fueron las colonias francesas.

Este no es un dato menor y explica por qué la reacción estatal y paraestatal a la movilización, tiene un carácter marcadamente xenófobo y racista. Apenas comenzadas las protestas, los sindicatos policiales Aliance y Unsa Police, emitieron un comunicado en el que se convoca “al combate” contra las “plagas” y las “hordas salvajes”. Pero además de utilizar estos adjetivos para calificar a quienes reclamaban justicia por el crimen de Nahel, aprovecharon para apretar al Gobierno que encabeza Macron. “Estaremos en resistencia y el Gobierno tendrá que tomar conciencia de ello”, amenazaron Aliance y Unsa Police.

Esto exhibe con crudeza que es verdad lo que señala Benoit cuando alerta acerca de que las fuerzas policiales están actuando “fuera de control”, pero también cuando indica la responsabilidad gubernamental y cuando habla sobre “lucha por la distribución de la riqueza”. Porque, asimismo, este escenario es resultado de un proceso que a caballo de la globalización, asociada a cambios productivos y tecnológicos que la clase capitalista aprovechó sin resignar un ápice de la maximización de su tasa de rentabilidad, fomentó una reestructuración a escala planetaria que lleva a que algunas economías pierdan competitividad.

Y, en este contexto, uno de los patos de la boda son estos jóvenes a los que se expulsa del sistema productivo. Son los primeros que pagar la factura del agotamiento de un ciclo que trajo cierta prosperidad que sirvió para que la clase capitalista pudiera vender aquello de la “Europa de los Pueblos”, que al cabo se convirtió en una Europa de muy pocos que además se legitima por medio de la delegación de soberanía nacional, política, económica y financiera que como el resto de los Estados miembro, Francia hizo respecto a la Unión Europea.

 

Justicia de clase

 

Así las cosas, es en este punto donde resulta relevante lo que asevera el consejero Cosange cuando remarca que falta justicia de clase. Porque este tipo de situaciones vuelven más epidérmicas algunas de las miserias del capitalismo, por lo que resulta más fácil señalar y actuar sobre lo que es evidente, algo que los comunistas debemos saber cómo hacer, desde el Partido, el territorio o cualquier frente, en Francia o en Argentina.

Este es así porque el actual momento que atraviesa la segunda crisis de larga duración del sistema capitalista se traduce, entre otras cosas, en la imposición de mecánicas que reorganizan regresivamente la vida social, la producción y distribución de bienes.

Esto que deja al desnudo a una de las caras más criminógenas que tiene el capitalismo, también puede poner en superficie que la lucha de clases sigue vigente y tiene un capítulo aquí y ahora. Por eso es que a la imposición de aquella reorganización que plantea la globalización, es preciso oponerle una de otro tipo. De ahí que con la mirada que se construye desde el antagonismo que existe entre clase trabajadora y capital, sea preciso reflexionar sobre el carácter de la reorganización de la lucha de clases desde la propia agresión y explotación de los trabajadores que se profundiza día a día.

Porque la mirada que se tenga -y por ende la gestión que se haga- de la relación entre los universos de capital y trabajo no es inocua y, por lo tanto, tampoco lo es la dinámica que rige la exclusión-inclusión y los procesos productivos. Esto es clave para comprender qué hacer con los elementos de la explotación que se ejerce en el contexto de las relaciones que impone el capital que ahora mismo aquí o en Francia, se presentan abiertamente y por eso son más fáciles de identificar.

Por eso sigue siendo válido el enfoque autogestionario como herramienta para aportar a la construcción de masa crítica, en tanto insumo básico para la construcción de comunidad, lazos de autoayuda, apoyo mutuo y cooperativismo entre los oprimidos, que permita -a escala- construir trabajo y riqueza que se transforme en capital social. Pero también resistencia en un escenario como el Estado Liberal Burgués, donde siempre vamos a jugar de visitante.

Todo esto es clave para comprender las razones de las formas de violencia cotidiana y sistemáticas que el sistema ejerce y que, recurrentemente, se manifiesta en casos como el crimen de Nahel.

Pero también para entender que esa reorganización de la lucha de clases, debe hacerse a partir de una mirada política que construya desde abajo un camino que se plantee con una perspectiva diferente a la hegemónica, que busque desmercantilizar y descentralizar, así como seguir trabajando para integrar la diversidad e incluso el antagonismo hacia adentro de la clase proletaria y todos los actores agredidos por el capitalismo. Porque, queda claro una vez más que como se exhibe con lo que pasa en estos días en Francia, Jujuy o cualquier rincón del mundo, para la clase capitalista los trabajadores somos apenas un insumo descartable.