Ansioso por volver a estar entre los suyos, Javier Milei adelantó su viaje y partió hoy hacia Madrid para asistir a una cumbre de Vox, el fascismo español que, entre otras cosas, advierte sobre el peligro de un “apocalipsis comunista”.
Cuando Javier Milei habla del comunismo no confronta con una idea en abstracto, confronta con una ideología organizada en fuerza política que se expresa a lo largo y ancho del mundo a través de partidos comunistas, organizaciones clasistas, movimientos antiimperialistas y demás agrupaciones sociales con mucha historia, mística y potencia revolucionarias.
El discurso anticomunista de Milei no es ni anacrónico ni disparatado. Sus formas violentas no lo hacen un loquito y menos que menos un loquito suelto; más bien lo convierten en un fascista. El presidente argentino -autopercibido libertario- es parte de una internacional de ultraderecha que, con ejemplares como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Santiago Abascal y muchos otros impulsa una cruzada anticomunista a nivel global. Estos exponentes del neofascismo ultraliberal, no son otra cosa que los perros guardianes de un sistema cada vez más decrépito.
En pleno uso de sus facultades intelectuales, Milei sabe discernir con claridad quiénes son sus amos y quién su enemigo principal. Sobre todo en este punto de inflexión de la historia mundial donde, frente al actual proceso de acumulación acelerada y finacierizada del capital, el sistema deja en evidencia que no tiene más margen de maniobra para replegarse sobre modelos redistributivos que en otros momentos pudieron servirle para contener por algún tiempo las demandas de la clase trabajadora.
La fantasía de que las soluciones a los múltiples y crecientes problemas generados por el capitalismo pueden encontrarse adentro del capitalismo, choca de frente con una realidad incontrastable. Ante esto, el comunismo no aparece sólo como un horizonte esperanzador, sino que es una guía teórico-práctica, la hoja de ruta para andar entre las urgencias de la coyuntura el camino sinuoso hacia ese horizonte.
La pandemia de Covid-19 agudizó la tendencia del sistema capitalista a concentrar la acumulación de riqueza en pocas manos, generando ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres. Y la desigualdad social se ensanchó durante esos años a niveles exponenciales, dejando al desnudo las injusticias capitalistas. Todo esto agitó el cuestionamiento de paradigmas establecidos y la disputa de sentido.
Batalla cultural
En la batalla cultural que exige la etapa, los comunistas tenemos mucho más para aportar que lo que puede llegar a aportar quienes profesan el culto a la moderación como práctica política y creencia dogmática. Pero si no se logra construir una verdadera alternativa antisistema para la liberación, los monstruos seguirán asomando en este claroscuro de la historia.
Para desprevenidos y desprevenidas progresistas que se creyeron el cuentito de Fukuyama sobre el fin de la historia y la muerte de las ideologías, algunos datos a tomar en cuenta a casi 35 años de la caída del Muro de Berlín que describen la realidad internacional.
El comunismo, en tanto ideología organizada en fuerza política, se expresa por ejemplo en el Partido Comunista de China, que lleva adelante un proceso revolucionario desde hace 75 años, que apoyado en el socialismo con particularidades chinas y el marxismo como guía terminó con la indigencia y transformó a la República Popular China en la principal economía global, motor de un mundo multipolar y en paz contra las lógicas opresoras del imperialismo (Ver Día de los Trabajadores).
Es el comunismo, en tanto ideología organizada en fuerza política, el que sostiene la Revolución Cubana contra el bloqueo criminal del imperialismo y el que, por ejemplo, diseñó un prestigioso sistema de salud al servicio de su pueblo, al que acuden todos los años ciudadanos de todas partes del mundo y el que en plena pandemia conformó brigadas médicas que llevaron su conocimiento y su solidaridad a todas partes del mundo para salvar vidas.
Es la Revolución Socialista de Cuba dirigida por el Partido Comunista una referencia ejemplar de dignidad humana, que jugó y juega un papel decisivo para la articulación del proceso de integración regional nuestroamericano, en su tránsito hacia la segunda y definitiva independencia del continente.
Es la bandera roja con el martillo y la hoz, la que hacen flamear en alto las milicias del Donbass que sostienen combates desde hace diez años contra el régimen nazi instalado en Kiev y que, en el marco del 79 aniversario del Día de la Victoria sobre el nazi-fascismo, recuerdan el aporte trascendental que el comunismo ha hecho a la humanidad.
En fin, Milei está ubicado en tiempo y espacio. No está de remate cuando habla del comunismo, la que está de remate con Milei y su proyecto neocolonial es la Argentina. Por lo tanto si a Milei le va bien con su gobierno que está al servicio de los monopolios y los fondos buitre, entonces a los trabajadores, jubilados, estudiantes y al pueblo en su conjunto le va a seguir yendo de mal en peor.
Entonces queda claro que no hay que esperar más tiempo, todavía, para impulsar la movilización popular, ni velar por la gobernabilidad democrática de un gobierno que es profundamente antidemocrático y apologista de la última dictadura cívico-militar.
Y también que para fortalecer la resistencia en unidad, es preciso generar pronto una alternativa política, ya que no se le puede dar ni un minuto de tregua al plan de ajuste, saqueo y represión que perpetra el actual gobierno contra nuestro pueblo. Subestimar a Milei fue un grave error. Y seguir subestimándolo puede llegar a ser trágico.
A la izquierda de quienes todavía porfían con la propuesta de que al capitalismo se lo puede humanizar, se encuentra el futuro de la Patria ¿Que de qué comunismo habla Milei? Del que va a dar vuelta la página de la prehistoria de la humanidad, para salvar a la humanidad de la depredación capitalista.