Empresarios contentos con las manitos que sigue dando el Estado y la CGT satisfecha con el Proyecto de Ley de modificación del Impuesto a las Ganancias ¿Se podrá pensar en un diseño tributario que sea capaz de replantear la distribución de la riqueza?
El Presidente y todo su gabinete vienen repitiendo que no se le va a fijar techo a las paritarias, y que de la negociación que haga cada sector, debe surgir una recomposición salarial que le gane a la inflación que de acuerdo al Presupuesto va a andar por el 29 por ciento.
Para que esto resulte espera poder contener los precios del dólar, las tarifas y la canasta. El cálculo, tal como lo plantea el Presupuesto, es que el precio de la divisa estadounidense suba un 25 por ciento y el salario cinco puntos por encima.
Si lo consiguen, significaría la primera recuperación de salario real –siempre hablando de trabajadores formalizados- en tres años, pero también una inyección formidable para la demanda del mercado interno que significa el 75 por ciento del PBI.
Esta propuesta contracíclica de tipo moderadamente keynesiana deja contentos a varios, al menos en la coyuntura, y en este sentido se parece bastante a lo que pasó durante la Presidencia de Néstor Kirchner.
Es que en el actual contexto, tras el desastre que construyó el macrismo, alcanzar equilibrio fiscal sin un momento previo de crecimiento aparece como una verdadera quimera.
Por eso la meta a conseguir son los números que presenta la Ley de Presupuesto, que prevé un año en el que el dólar crezca al 25 por ciento, contra una inflación que cierre en el 29 y aumentos de salarios que deberían estar levemente por arriba del treinta por ciento.
Y esto deja satisfechos a los dos actores que -junto a la Mesa de Enlace- monopolizaron la atención de la agenda gubernamental durante la semana pasada. Para los empresarios que el jueves aplaudieron a Martín Guzmán, la pata fiscalista del enfoque del gobierno, entusiasma. Pero también lo hace la moderada recomposición salarial que promete el acuerdo de precios y salarios. Así, si todo esto se cumple medianamente, un dólar pisado sería un incentivo para el universo del capital que, asimismo, pondría para pagar por salarios, menos de lo que recupera por la reactivación del mercado interior. Y, otra vez, el Estado estaría subsidiando indirectamente al universo del capital.
Por su parte la CGT parece disciplinada y, con el acuerdo de La Bancaria como nave insignia, se muestra conforme con la idea de que no es momento de sacar las patas afuera del plato.
Y, por otra parte, todos los sectores que pugnan por el liderazgo de esa central, ahora tienen para mostrar el Proyecto de Ley de modificación del Impuesto a las Ganancias que el ejecutivo envió al Congreso como parte de la ampliación de la agenda de las sesiones extraordinarias que acaban a fin de mes.
La iniciativa que fue la bandera con la que Hugo Moyano encabezó cinco paros generales durante el gobierno de Cristina de Kirchner, sirve para aceitar los canales entre el ejecutivo y la CGT de cara a un año en el que “moderación” parece ser la palabra de moda.
Este Proyecto que va a comenzar su recorrido por la Comisión de Presupuesto y Hacienda, permitiría una recuperación del ingreso para trabajadores formales de sectores medios, un segmento donde JxC pesca con mediomundo.
Pero, vaya paradoja, durante 2015 un doce por ciento de los trabajadores formales pagaban Impuesto a las Ganancias y, ese año, durante la campaña que lo llevó a La Rosada, Mauricio Macri prometió eliminarlo. Pero al final de su mandato, en 2019, el 25 por ciento era alcanzado por este impuesto.
La iniciativa prevé que el piso pase de 72 mil a 150 mil pesos en el caso de los trabajadores solteros y 152 mil para jubilados. Así, alrededor de 1.267.000 trabajadores dejarían de pagar ganancias, al tiempo que el Estado resignaría percibir cuarenta mil millones de pesos.
Desde el Gobierno se esperanzan con que esa diferencia que va a haber en algunos bolsillos, se vuelque al consumo de bienes y servicios en el mercado interno.
Pero, en este punto, vale aclarar que quien hace el esfuerzo vuelve a ser el Estado y de ninguna manera las patronales, que se van a sentar en la mesa paritaria con la ventaja de que parte de los trabajadores ya recompusieron ingresos al quedar afuera del alcance del pago de Ganancias.
Es el Estado el que deja de recaudar alrededor de cuarenta mil millones de los que, en el mejor de los casos, una parte iría a parar al mercado interior.
Porque también hay que señalar que quienes se benefician con este proyecto pertenecen a clases medias acomodadas, que no son otras que las que ante cualquier estornudo, habitualmente salen a comprar dólares.
Entonces aquí vuelve la pregunta de cómo se va a compensar el costo fiscal que esto trae aparejado y de qué manera esta propuesta que aparece como de coyuntura, puede aportar a la construcción de otra que busque una reforma que baraje y dé de nuevo, a partir de un diseño tributario que sea capaz de replantear la distribución de la riqueza.