Tupaj García es un sociólogo boliviano que milita en el Frente Revolucionario Comuna y un agudo analista de la vida social y política de su país. Juntos reflexionamos sobre los sucesos en la ciudad de La Paz, el 26 de junio.
— ¿Qué pasó en Bolivia el miércoles el 26 de junio?
— Hay una hipótesis de que fue un autogolpe, que es la que maneja Evo Morales, mientras que el gobierno sigue sosteniendo que se trató de un intento golpista.
¿Pero qué fue lo que pasó? Lo claro es que hubo un levantamiento militar de diferentes actores de la Infantería Mecanizada, que es la que apareció en esas fuertes imágenes de un blindado derribando la puerta del Palacio. Y esto también tuvo su correlato en otras ciudades como Oruro donde hubo una toma de la plaza principal y ciertas instituciones, por lo que ha sido más que lo de La Paz, aunque las imágenes de La paz sean las más impactantes porque es ahí donde está el poder político.
Sin embargo, dentro del panorama de las tres ramas de las Fuerzas Armadas, dentro del ejército, una pequeña rama que es la Infantería Mecanizada que es una subdivisión de la Infantería, es la que se movilizó con diferentes batallones en distintas partes del país. Con esto quiero dimensionar que fueron pocos los militares movilizados, pero hay que decir que sí hubo una movilización militar a fin de cuentas.
— ¿Pero el general Juan José Zúñiga decidió en soledad?
— Hubo por lo menos un diálogo entre Zúñiga y los otros comandantes de fuerza, es decir con los máximos comandantes de la Armada y la Fuerza Aérea. Los tres estarían presentes en el intercambio de palabras con Luis Arce en la Casa del Pueblo, cuando el presidente increpa al comandante Zúñiga diciéndole “¿vas a obedecer o no?”. Y ante la orden de desmovilizar a los militares el comandante del Ejército dice “no”, el de la Armada dice “tampoco” y el de la Fuerza Aérea dice que sí, que le va a hacer caso al presidente porque está con el orden constitucional. Ahí hay un quiebre en lo que fuera que habían planeado esos tres militares de manera conjunta y el de la Fuerza Aérea se pliega con el gobierno.
— Pero a diferencia de lo que pasó en diciembre de 2019, esta vez la Policía no apoyó el intento golpista…
— La situación pudo escalar si el comandante de la Policía, según la declaración del propio Arce en la conferencia de prensa que dio el jueves por la noche a un día de que pusiera en posesión al nuevo Comando de las Fuerzas Armadas, que contó que el miércoles 26 cuando estaba en marcha la asonada, llega el comandante policial a la Casa Grande del Pueblo, que es donde estaba reunido junto a su reunión de gabinete. Y el comandante le dice “a mí me dijeron anoche de un a reunión en la que iban a estar los tres comandantes, pero yo como soy leal a usted he venido” ¿Pero si el comandante de la Policía sabía que estaba en marcha un golpe, por qué no avisó la noche anterior?
— Hay algo que no cierra bien en ese relato…
— Lo que no queda claro es por que esperó más de doce horas para avisar a Arce, algo que hizo cuando ya las tanquetas estaban en marcha sobre La Paz. Hay luces y sombras sobre todo esto ¿era algo más grande que lo que finalmente pasó? No lo sabemos. Por lo pronto sabemos que había otros intereses simultáneos al del comandante del Ejercito que vieron que la cosa no iba a escalar y se replegaron dejando sólo a Zúñiga, lo que da paso al cambio del comandante de Ejercito, que cae junto a sus pares de la Armada y la Fuerza Aérea.
Pero las luces y sombras muestran un norte político poco claro de este levantamiento militar. Se pide la liberación de Jeanine Añez y Luis Camacho quienes rechazan el golpe y la acción militar para liberarlos, algo que es rarísimo. Piden la liberación de los militares vinculados al golpe de Estado de 2019, pero ninguna otra unidad se suma.
— Parece como que la asonada tuvo cierta orfandad política…
— Se ve como un poco naufragado en lo político como para considerarlo un golpe, ya que los golpes de Estado siempre tienen una dirección política clara ya sea que triunfen o no. Este sería un golpe sin cabeza, sin un norte claro en materia política.
Otro dato es que Zúñiga, que es quien aparece como el líder del golpe, se entrega voluntariamente a la policía, después de la movilización militar, tiene el diálogo con Arce que se le planta y entonces se va de la Casa del Pueblo y dos horas después se entrega a la Policía. Esto es muy raro, mucho más sabiendo que por lo menos, estas acciones tienen penas de prisión severas. Por lo general cuando un golpe fracasa, quien lo protagoniza se exilia porque hay un plan de evacuación, algo que en Bolivia es muy fácil de diseñar porque La Paz está a una hora de la frontera con Perú lo que hace que sea sencillo salir por ahí. Pero nada de eso pasó esta vez, ya que Zúñiga se entrega y dice que todo estaba montado por el gobierno.
— Más allá de las horas de tensión que se vivieron, lo que pasó tiene algunos toques de comedia…
— Lo que se sabe es que el comandante Zúñiga organizó un levantamiento militar con el cuerpo de Infantería Motorizada con la manifiesta intención de direccionar políticamente al gobierno, lo que queda claro cuando demanda que se eche a todos los ministros y se conforme un nuevo gabinete y que se libere a los que denomina “presos políticos” que son los del golpe de Estado de 2019.
Esto fracasa. En ningún momento Zúñiga explicita que desconoce al gobierno constitucional encabezado por Luis Arce y después de que el mandatario le dice, cara a cara y ante la mirada de las cámaras televisivas, que no va a aceptar lo que le plantea, se rinde y es destituido pero también lo son los comandantes de las tres armas. Los militares que se habían movilizado vuelven a los cuarteles, Zúñiga se entrega a la Policía y dice que se trató de un autogolpe. Y después se abre una investigación judicial por la que hasta ahora se detuvo a quince militares que aparecen involucrados en la movilización, en particular a los que participaron en La Paz y hablo de coroneles, mayores y tenientes coroneles.
— Pero lo del miércoles 26 también provocó una reacción social importante…
— Cuando el gobierno anuncia que hay un golpe de Estado y Evo dice lo mismo, se genera un caos social, todas las organizaciones sociales salen a decir que va a haber resistencia al golpe, hay bloqueos de caminos y paro nacional. La gente sale a los mercados a aprovisionarse de toda la comida que puede, lo mismo pasa con los cajeros, toda la economía se acelera, se atasca, se ahoga, porque todo el mundo sale a comprar todo lo que puede para resguardarse frente a lo que aparentaba como un estado de represión por venir similar al de fines de 2019. Pero menos de tres horas, todo vuelve a la normalidad. Y toda la gente que estaba aterrada reviviendo el trauma social que dejó el golpe de 2019, se preguntaba ¿qué ha pasado, de verdad hemos vencido a esto en menos de tres horas?
— ¿Esto aportó a que se acerquen posiciones hacia dentro del MAS?
— Durante las horas posteriores, lo que aún queda es mucho estrés social y lo que se tiene es que no sólo se ha vencido el intento de golpe, sino que en menos de 24 horas ya están otra vez los evistas y arcistas sacándose la mierda entre ellos.
Hay algo que aquí no cuadra. Porque si en verdad fue un golpe por qué es que el gobierno no actúa en correspondencia. Es verdad que hacia el exterior denuncia lo que pasó pero en la parte interna sigue tal como estaba antes del miércoles pasado, no hay un cambio. Entonces la gente que se ha estresado socialmente en torno a la denuncia de golpe, ve en las risas de Arce al día siguiente y comienza a crecer la incredulidad ¿Si en realidad fue un golpe por qué el gobierno no se ve preocupado? Hay algo que no parece cuadra y por eso la sociedad sospecha y se banaliza la acción militar de Zúñiga. El efecto inmediato real es que la sociedad descree de lo que paso y del propio gobierno.
— ¿Entonces es plausible la idea de que se trató de un autogolpe?
— Una cosa es que haya actitudes del propio gobierno que fomenten el descreimiento entre la sociedad, pero otra diferente es creer que esto fue un autogolpe.
En materia de autogolpe existe un precedente histórico en Bolivia que se dio a principios de la década de 1950, cuando hubo un autogolpe que tenía por objeto anular los resultados de las elecciones en las que había ganado el MNR y así impedir que asuma el gobierno. Esto tiene como resultado una proscripción del MNR, pero dos años después se produce la Revolución Nacional encabezada por esa fuerza.
Ahora los evistas dicen que hay un autogolpe y que Arce está a la cabeza, que tiene por objeto sumar popularidad para el gobierno. El discurso de autogolpe entra muy fácil en al gente por todo este descrédito social hacia la reacción de gobierno, pero acusar al gobierno de tener tal planificación, tal control sobre las Fuerzas Armadas y tal capacidad de precisión es ridículo, porque si alguien se fija en el accionar de este gobierno, va a advertir que es súper ineficiente: no pueden comprar gasolina con anticipación ni garantizar el ingreso de dólares y tampoco la compra de oro porque nunca van a las minas para hacerlo, sino que pretenden que los mineros vayan al Banco Central a vender su oro porque “son buenas personas”. Es un gobierno lleno de burócratas, gente muy inútil que dudo que tengan la capacidad y precisión política de pensar un a acción de esta escala.
— ¿Pero entonces qué fue lo que paso?
— En un gobierno bastante inestable e ineficiente políticamente, incapaz de generar acuerdos por izquierda y derecha y sumamente inestable por esa misma razón, aparece la acción de un militar que dice “si me van a destituir, me voy a hacer restituir y me voy a plantar y el presidente me va a tener que escuchar”.
— ¿Por qué Zúñiga pensó que Arce lo escucharía?
— Aquí entra el dato de color. Zúñiga y Arce son amigos hace cuarenta años, son de la misma promoción y hace 35 años juegan básquet juntos cada domingo en una liga amateur. Si hubiese un golpe calculado, el militar lo más lógico es que lo hubiera detenido a Lucho el domingo previo jugando al básquet y listo. Y de hecho hay precedentes de secuestros de presidentes en golpes de Estado, pero esto no pasó.
— ¿Y qué llevó a Zúñiga a emprender esta aventura?
— Quizás, como militar, pensaba que el presidente siendo su amigo desde hace tantos años, iba a entender las razones por las cuales él exigía ser restituido, que se basaban fundamentalmente el alerta que Zúñiga le había mostrado a Lucho, algo que hasta ese momento era innegable. De hecho en la lógica de lealtad, Zúñiga sale dos días antes de este “intento de golpe” a decir que Evo no puede ser presidente, alineando al Ejército con Lucho. Por supuesto que un militar no puede deliberar sobre política y es por eso que el gabinete de Lucho, le dice al presidente que tiene que destituir al comandante, porque no puede hablar de política y mucho menos amenazar al Evo con que lo va a detener y a reducir si es que intenta volver a ser presidente.
Lo que se esperaría es que Arce, con los cuarenta años de confianza que tiene con Zúñiga, se hubiera reunido y con discreción le dijera “somos amigos desde hace mucho tiempo, pero te tienes que ir porque esto no se puede hace y tu lo sabes”. Pero nada de eso pasó. Lo que hizo fue mandar a sus ministros, porque tenía que ir a inaugurar un par de obras en alguna parte del área rural. Y, entonces, los ministros van con el comandante que en ese momento parece aceptar, pero al día siguiente demuestra que no.
— ¿Y por qué Arce no hizo algo que hubiera sido tan sencillo y menos costoso políticamente hablando?
— Uno diría que si es tan delicado cambiar a un comandante debería haber ido el propio presidente a hacerlo, más aún con la confianza que existe entre ambos. Sí, debería haber ido. Pero si se ve el patrón de comportamiento de Lucho, se advierte que cada vez que algo se pude, Lucho no va a arreglarlo, no va a negociar nada, siempre manda a sus ministros y esto es el tiro que le sale por la culata en una situación en la que un comandante se toma la potestad de pensar “si estos ministros me quieren despedir, yo voy a ir a hablar con el presidente a ver si me escucha”. Pero el presidente no te va a escuchar y estamos en la situación en al que estamos, que muestra una inestabilidad política y gubernamental altísima. Porque si cualquier pinche comandante puede hacer esto ¿por qué no lo podría hacer mañana el de la Fuerza Aérea o el que fuera?
Pero como esto no es algo que va a reconocer el gobierno, Arce tiene que decir que fue un intento de golpe de Estado, para tratar de subsanar esta inestabilidad institucional que lejos de ser nueva es algo que se está cargando desde hace varios años. No van a dar su brazo a torcer y pero eso tienen que ir por lo del golpe, que de alguna forma es también evitar reconocer una situación que mina el carácter democrático de la pobre institucionalidad boliviana que tenemos hoy en día.
— ¿Cómo beneficia esta situación a la derecha?
— Comunicacionalmente la derecha salió a decir que todos los del MAS son iguales, es decir que nada les importa la democracia y la Constitución. Nada nuevo bajo el sol hay en este discurso dentro de lo que es la línea comunicacional de la derecha. Pero de todos modos no han podido sacar mucha tajada de todo esto. Y eso es porque hay una interna de la derecha, que es la que surge a partir de preguntarse si de cara a las próximas elecciones van a ir en tres frentes separados o si apuestan a una formula de unidad en torno al alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, quien hace algunos años fue candidato presidencial y viene de la fracción más de derecha del partido que representó las ideas de la dictadura, tras el retorno a la democracia. Es quien está tratando de absorber a quienes se posicionan como los otros dos candidatos que tiene la derecha que poseen estructuras propias, que responden a intereses agroindustriales, por lo que hay un debate interno sobre si Reyes Villa logra encolumnarlos a todos tras una candidatura suya, algo que seria muy peligroso para el MAS que está fraccionado.
— ¿La fractura del MAS ya no tiene marcha atrás?
— Hoy por hoy, lo de un binomio de unidad en el MAS queda como en el escenario de las soluciones mágicas. No se puede descartar, pero ya es demasiado improbable que pase.
Y entonces frente a esto, una derecha unificada con Reyes Villa al frente, sería un gran rival político. Un Manfred dividido sigue siendo peligroso pero menos, porque lo que se tiene es un bloque partido entre diferentes sectores de la derecha. Esta es la interna que libra la oposición y que justamente como no es tan mediática, no aparece mucha data al respecto y entonces lo que se vende para la prensa es el MAS matándose entre ellos, mientras que esta otra interna queda relegada a un segundo plano, pero sigue siendo muy dañina para la propia derecha y por eso es que la oposición no puede capitalizar varios errores que comete el gobierno. A esto se suma la carencia de cuadros nuevos dentro de la propia oposición que es una característica crónica de la derecha que viene desde hace tiempo.
— ¿Hasta qué punto el episodio del miércoles 26 de junio afectó a la institucionalidad de Bolivia?
— Ahora todo esto afecta también al escenario electoral ya que debilita a la institucionalidad democrática, porque si los militares pueden hacer cualquier cosa es más fácil que ante cualquier resultado electoral que consideren que no es conveniente para sus intereses, se metan y actúen. Si repasamos lo que paso durante los últimos cuatro años, es la tercera vez que los militares se meten a hablar de política y movilizan tropa en la calle: lo hicieron para el golpe de 2019, la toma de la Asamblea Legislativa de febrero de 2020 y en el acontecimiento del miércoles pasado, más allá de cómo se lo quiera llamar. Pero estamos hablando de militares cada vez siendo un actor más importante en la política, algo que resulta nodal para entender cómo vamos a encarar el proceso democrático en su generalidad, izquierdas y derechas. Esto en un momento que se presenta bañado por una crisis de institucionalidad, en el sentido de que las instituciones democráticas parecen ya no responder a las demandas de la población, por izquierda y por derecha, por lo civil y también por lo no civil al parecer, lo que despierta tensiones bastante importantes.