Después de idas y vueltas con el gobierno de ese país, el tenista serbio no podrá participar del abierto de Australia porque no está vacunado contra el Covid-19. Además, desde Francia adelantaron que no podrá jugar Roland Garros.
El Tribunal Federal de Australia desestimó la demanda que había presentado Novak Djokovic para que lo dejen participar del Abierto de Australia, por lo que el serbio debió abandonar el país y quedó marginado del primer Grand Slam del año.
Por otra parte, el pase de vacunación fue adoptado este lunes en Francia y aplicará a los atletas que viven en el extranjero, según anunció el gobierno galo, por lo que Djokovic tampoco podría ingresar a este para participar de Roland Garros.
La novela de Djokovic tuvo varios capítulos, pero el origen del conflicto radica en que su posicionamiento antivacunas, que quiso hacer prevalecer por encima de las determinaciones sanitarias de un Estado nacional.
Todo inicio el 4 de enero. Djokovic, que hasta ese momento no había comunicado nada sobre su estado de vacunación, anunció en redes sociales que viajaba hacia Australia por el beneficio de una “exención médica”, ya que el gobierno de este país determinó que los extranjeros que ingresan deben tener un esquema completo de vacunación.
Al arribar al aeropuerto de Melbourne, se le canceló su visado porque no pudo aportar “pruebas adecuadas” para ingresar a Australia. Tras este hecho, el tenista presentó una demanda contra la cancelación de su visa y el trámite de deportación que había comenzado su curso. Sus abogados defensores alegan que se le concedió una exención de vacunación desde la Federación Australiana de Tenis y el Estado de Victoria, tras haber dado positivo por Covid-19 el 16 de diciembre.
El Poder Judicial le dio la razón en primera instancia, pero después se reveló que parte de sus argumentos eran mentira, por lo que se ordenó un nuevo examen del caso. Y, así, las autoridades australianas investigaron si las fechas de la exención médica (30 de diciembre) coinciden con el período de catorce días desde la PCR positiva.
El tenista participó al menos en tres actos públicos tras el positivo y se detectaron incongruencias entre su declaración en el formulario de ingreso y publicaciones que hizo en redes sociales.
Djokovic admitió que se salteó la cuarentena. Ante las contradicciones e imprecisiones de su relato, reconoció que abandonó su aislamiento para ir a una entrevista con L’Equipe y dijo atribuyó lo del formulario de ingreso al país a “errores humanos”.
Mientras tanto la cosa seguía escalando y comenzaba a parecerse a un culebrón. La primera ministra de Serbia, Ana Brnabic, advirtió que si se comprueba que evadió el aislamiento obligatorio de catorce días, va a será sometido a proceso por "una grave violación" de las leyes de su país. Y, finalmente, el ministro de Inmigración de Australia canceló por segunda vez su visado “por motivos de salud y orden público e interés público”.
Deportado
La prepotencia individualista del serbio no le fue efectiva, ya que tenía antecedentes de otros “errores humanos”, como cuando en 2020 esquivó el confinamiento que se extendía durante lo peor de la pandemia y organizó un torneo en Serbia y Croacia. Del resultado deportivo nadie se acuerda, pero lo que sí queda grabado fue una fiesta que hicieron cuando acabó el torneo y que es que Djokovic y otros jugadores terminaron contagiados de Covid.
En este marco, al circuito ATP y a la Federación Australiana de Tenis, no les quedó más opción que acatar lo que dictaminaron las autoridades de este país. Aún así, el caso Djokovic deja varios interrogantes para pensar: ¿qué hubiese sucedido si el serbio lograba su cometido de jugar, apañado en un principio por las federaciones ligadas al tenis?
Al ser número uno del mundo en el Ranking ATP, la figura de Djokovic es una de las que más entrada de dinero le genera al circuito y, su presencia, es uno de los atractivos principales de cualquier torneo de Gran Slam o de segundo orden.
Vale mencionar que al inicio de la polémica con el serbio, se conoció el caso de Natalia Vikhlyantseva, una tenista rusa que sí tiene el esquema completo de vacunación, pero no puede participar del primer Grand Slam del calendario. El problema es que recibió la Sputink-V y recién ayer la Administración de Productos Terapéuticos de Australia, aprobó el fármaco desarrollado por el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya.
Hasta entonces el gobierno australiano sólo admitía el ingreso de quienes habían sido inmunizados con Sinopharm, AstraZeneca Vaxzevria, AstraZeneca Covishield, Pfizer/Biontech Comirnaty, Moderna, Sinovac, Bharat Biotech Covaxin y Johnson & Johnson.
De todos modos, el caso de Vikhlyantseva, abrió el debate sobre por qué Djokovic podría participar del torneo sin vacuna alguna, en tanto que la tenista se quedaba afuera a pesar de tener el esquema completo.
Si bien la historia no tuvo ese final, en parte por todos los repudios que generó la actitud del serbio a nivel mundial, este nuevo caso de desigualdad en deporte denota la flexibilidad que puede tener un Estado por ciertos personajes de la elite.
Esto se vio en las idas y vueltas que hubo en torno a si le daban o no el visado. Y, así, quedó expuesto como el poder económico que atraviesa al espectáculo deportivo puede llegar a condicionar a las políticas sanitarias de cualquier Estado, incluso en un contexto como el de la pandemia.
Esto también se vio en las discusiones que hubo acerca de si debía retornar o el futbol durante el 2020, cuando la Conmebol incluso rimplementó su propio protocolo sanitario que contradecía los adoptados por algunos países latinoamericanos.
Ya sea porque finalmente el Estado australiano fue consecuente con sus políticas sanitarias o porque se dio cuenta de que si se le permitían permanecer en el país era un escándalo a pesar del dinero que ello generaría, Djokovic acabó deportado y con esto se cerró el capítulo de esta novela.
Pero este caso fue un nuevo combustible que avivó las llamas del debate entre quienes ven como esencial a los cuidados sanitarios que deben aplicarse en tiempos de pandemia y a la vacuna como medida de protección y los que pregonan discursos conspiranoicos negadores de la pandemia y antivacunas, bajo la idea de que la libertad individual de las personas está por encima de todo, incluso de la sensatez y la cordura.
Así las cosas, esta línea de pensamiento “liberal” que interpreta lo que hizo el tenista serbio como un acto de rebeldía y de libertad frente a políticas sanitarias que califican como “totalitaristas”, es la misma que varios gobernantes ponen como ejemplo a seguir, paradójicamente, entre ellos están los de la propia Australia.