Por medio de esta columna, Coco López, recuerda a Eber Molina, quien fue uno de los pilares del Partido Comunista de Rosario y falleció el jueves pasado. Un escueto mensaje en el teléfono, me comunicó que había fallecido mi camarada y amigo Eber Molina. Me remonté a cincuenta años atrás, cuando comenzamos a trabajar juntos en la Comisión de Literatura y Librería del comité provincial del Partido Comunista Argentino en Santa Fe.
Eran años que la literatura partidaria participaba activamente en la lucha ideológica con numerosas publicaciones: Nueva Era, Cuadernos de Cultura, Revista Internacional, Problemas de Economía, a lo que se sumaban folletos sobre temas específicos.
Eber llevaba varios años en la comisión y había estructurado una red de distribución y cobranza, que nos permitía llegar a todos los organismos del Partido. Uno de sus orgullos era la difusión en el comité de ferroviarios. Se difundía y se cobraba, que era un tema fundamental.
Decidimos hacer reuniones con difusores y lectores. En una oportunidad invitamos a Rosario a Paulino González Alberdi, que entonces era director de Nueva Era. Lo celebramos como un gran acontecimiento. Eber disfrutaba y aportaba su esfuerzo diario en la militancia.
Con el tiempo Eber y yo transitamos distintas responsabilidades, pero eso no impidió que nos siguiéramos reuniendo- Los encuentros eran siempre en un bar. Eber era un enamorado de los bares. Elegíamos casi siempre los mismos. La agenda de conversación era heterogénea. Comenzábamos con política, seguíamos con el tema de los tangos. Después de su viaje a Europa me regaló un disco de tangos por un conjunto búlgaro, que resultó para mí toda una novedad.
Varias veces lo difundí en mis programas de radio. En los temas de política y tangos yo participaba activamente en el diálogo. Después llegaba el tiempo de hablar de cine. Entonces me limitaba a escuchar. Eber era un cinéfilo de raza. Recuerdo nuestros encuentros en los últimos años en el bar Pan y Manteca de Rosario, cuando el gran tema del encuentro era la realidad política y el festival de cine de Mar del Plata. Eber era infaltable en la cita del festival. Disfrutaba de todas las películas. Su pasión era contar sus impresiones y demostraba que no era un improvisado. A pesar de que lo tenía prohibido, disfrutaba del café era uno de sus vicios, cada vez que lo tomaba reconocía que no era lo mejor, pero no podía prescindir de tomar un café y conversar.
El mensaje decía que Eber había fallecido. No había argumento para desmentir la noticia. Pero la muerte no destruye los años de militancia, de amistad y la camaradería. Siempre estarán vivos los recuerdos, las reuniones clandestinas, los cafés, los tangos y las sesiones de cine. Eber donde estés, un gran abrazo y hasta la victoria siempre.