Los comuneros que marcharon alrededor de dos mil kilómetros llevan a cabo un acampe frente al Palacio de Tribunales para exigir que la Corte Suprema declare inconstitucional la reforma constitucional que impuso Gerardo Morales, así como la intervención federal de Jujuy y que el Congreso apruebe una ley de Propiedad Comunitaria.
Los comuneros de pueblos originarios que recorrieron casi dos mil kilómetros protagonizando el Tercer Malón por la Paz, llegaron ayer a Ciudad de Buenos Aires donde en horas de la mañana se movilizaron desde Plaza Miserere en una recorrida que los llevó hasta el Congreso y el Palacio de Tribunales, así como a Plaza de la República donde ante el Obelisco celebraron una ceremonia ancestral en tributo a la Pachamama.
“Abajo la reforma, arriba los derechos”, “Hasta que la dignidad se haga costumbre” y “Morales ladrón”, fueron algunas de las consignas que pintadas en improvisados carteles se vieron entre la colorida columna que encabezó la marcha de los comuneros, que transitaron avenida Rivadavia en medio de los sones que prodigaban cerca de sesenta sicuris que le dieron un clima de algarabía a la protesta. Detrás se ubicaron los miembros de las dos CTA, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular, Asociación de Trabajadores del Estado, el Movimiento Territorial Liberación y organizaciones políticas entre las que estuvo el Partido Comunista.
Cabe recordar que el Malón partió el 25 de julio desde Jujuy en un periplo que lo llevó por Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca, Córdoba, Santa Fe y Provincia de Buenos Aires. En cada escala recibió el apoyo de comunidades indígenas locales, pero también de organizaciones sociales, políticas, sindicales y de Derechos Humanos que acompañaron las demandas del Malón que en su aspecto más urgente, se centran en que el Congreso Nacional apruebe el proyecto de ley de Propiedad Comunitaria indígena e impulse la intervención federal de Jujuy como un paso que podría aportar que cese la violencia institucional que se profundizó desde que Gerardo Morales impuso su reforma del texto constitucional.
Pero también reclama que la Corte Suprema se expida de forma urgente acerca del pedido de inconstitucionalidad del texto recientemente reformado de la Carta Magna de Jujuy y por eso es que, tras una intensa jornada, los integrantes de las alrededor de cuatrocientas comunidades que forman parte del Malón decidieron acampar en Plaza Lavalle frente a la sede del Máximo Tribunal.
En ese sitio, de cara a la fachada del Palacio de Tribunales que los recibió semioculta por una muralla de vallas metálicas, los comuneros establecieron una vigilia en la que van a esperar que la Corte Suprema resuelva una presentación que hizo el ejecutivo nacional, por la que se solicita que se declare inconstitucional a la reforma impulsada por Morales, ya que varios de sus artículos violan garantías previstas por la Constitución Nacional.
En este contexto, el Malón también plantea una agenda que pone en debate la necesidad de que se avance en una legislación que contemple la propiedad comunitaria, pero también el reconocimiento de Argentina como un Estado Plurinacional y el carácter bilingüe que tienen buena parte de los argentinos, lo que habla de un país intercultural. Y esto de la interculturalidad es un punto clave, ya que desde ese concepto se pueden contemplar los aportes que las comunidades indígenas y su acerbo cultural están en condiciones de hacer en áreas como el arte, la medicina, la educación y la espiritualidad, entre otras.
Pero asimismo, aquellos que las comunidades hacen a la hora de proteger la vida, los recursos naturales y su utilización racional. Todo esto constituye una cosmovisión inherente a los fundamentos básicos del Buen Vivir, que cuestiona algunos de los pilares culturales que sustentan al capitalismo, al tiempo que ofrecen soluciones a aspectos de la crisis que ese sistema impone a casi toda la humanidad.
Por eso, el acampe del Tercer Malón por la Paz frente al Palacio de Tribunales, presenta también un lado pedagógico. Porque desde ahí se señala que las relaciones que impone el capital no son las únicas que pueden regir la vida de las personas, que hay otras, y que como se sentenciara hace más de un siglo en los Manifiestos Zapatistas, “las demandas de la larga noche de los quinientos años, son hoy las exigencias”.