El 2 de diciembre de 1975 nació la República Democrática Popular de Laos, tras el derrocamiento de la monarquía del rey Savang Vatthana. La guerrilla comunista del Pathet Lao tuvo además que enfrentarse a EEUU, cuya aviación lanzó más de 260 millones de bombas de racimo sobre el pueblo laosiano, convirtiéndolo en el más bombardeado de toda la historia.
Laos es un pequeño país agrícola del sudeste asiático. Desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX pertenecía a la colonia francesa de Indochina, que conformaba junto con Vietnam y Camboya. Pero los franceses debieron retirarse luego de la fenomenal derrota que les propinaron los patriotas vietnamitas al mando del General Vo Nguyen Giap
en la batalla de Dien Bien Phu en 1954. Luego de su independencia de Francia en 1955, Laos se convirtió en una monarquía constitucional dependiente del imperialismo yanqui.
Entre 1964 y 1973 se desató una guerra civil entre el Ejército Real y el Pathet Lao (PL), éjercito guerrillero de liberación encabezado por el príncipe rebelde Souphanouvong (o “el Príncipe Rojo”) y por Kaysone Phomvihane, fundador de la República Democrática Popular de Laos (RDPL) y presidente desde 1975 hasta su muerte en 1992. Durante esos 9 años, mientras las bombas yanquis caían como lluvia sobre Laos, el PL fue apoyado por China, la Unión Soviética y sus vecinos comunistas de Vietnam del Norte. El imperialismo, que intervino brutalmente en la región para intentar detener una oleada revolucionaria, bombardeó este pequeño país a mansalva.
La masacre de Laos, con más de 260 millones de bombas de racimo lanzadas en alrededor de 585 mil vuelos realizados por la aviación estadounidense, ocasionó decenas de miles de muertes, que hubieran sido muchísimas más de no haber mediado el ingenio militar coordinado entre el Viet Cong y el Pathet Lao para la construcción de un complejo de túneles y cuevas que sirvieron como refugio infranqueable.
Con la excusa de enviar “ayuda humanitaria” para impedir una “dictadura comunista”, el imperialismo norteamericano tiró una bomba cada ocho minutos todos los días, ininterrumpidamente, durante nueve años. Fueron siete bombas por cada habitante las que cayeron como “ayuda del cielo”, superando largamente las que EE.UU. en suma lanzara durante la Segunda Guerra Mundial sobre la Alemania nazi y Japón. De esta forma, el pueblo de Laos se convirtió en el más bombardeado de toda la historia. Semejante escenario habla con elocuencia del salvajismo imperialista y de la heroicidad de su revolución.
Como comentó el escritor español David Jiménez en su libro La Guerra Secreta en Laos “…No queda un solo edificio anterior al bombardeo de Estados Unidos, las montañas parecen quesos gruyere por el número de agujeros que dejaron los B-52 y la población ha inventado toda una cultura del aprovechamiento del legado de la guerra: las bombas se utilizan para construir alambradas, utensilios de cocina, depósitos de agua o esa prótesis que permite andar a campesinos pobres…”. Aún hoy en suelo laosiano quedan unas 80 millones de bombas por desactivar.
A partir de 1973 el gobierno monárquico quiso conciliar y llamó al Pathet Lao a conformar un gobierno nacional de coalición. Pero la caída de Saigón (Vietnam del Sur) el 30 de abril de 1975 influyó para que el 2 de diciembre de ese año los comunistas, organizados en el Partido Revolucionario Popular (brazo político del PL) y con un enorme respaldo popular, abolieran el régimen de Savang Vatthana y barrieran con los resabios realistas y feudales para siempre.
La guerra y sus devastadoras consecuencias provocaron el exilio de cientos de miles de laosianos. En esos giros que tiene la historia, la dictadura cívico-militar de nuestro país, en un gesto demagogo para imtentar lavar su imagen en el exterior mientras se le acumulaban denuncias por sus crímenes, aceptó la llegada de cientos de familias provenientes de Laos, las que se radicaron en su mayoría en Misiones por las similares condiciones climáticas que esta provincia del noreste guarda con las de su país, y a quienes presentó como “víctimas del comunismo” para de paso justificar el genocidio que (también bajo órdenes de Washington) llevaba adelante.
Hasta 1991 la RDPL tuvo una economía socialista fuertemente estatal para luego tomar el camino de un socialismo con apertura a mecanismos de mercado, sin dejar de lado el rol central del Estado, tal como emprendieran sus pares de China y Vietnam. En 1997 fue admitida como socio de la ASEAN (Asociación de Naciones del Asia Sudoriental), la alianza de los países conocidos como los “tigres asiáticos”, que representa el quinto bloque comercial más importante del mundo y suma un PBI conjunto que ronda los 4 billones de dólares.
El Secretario General del Partido Comunista de Vietnam, To Lam, aseguró que la fundación de la República Democrática Popular de Laos fue “un hito glorioso que abrió una era de independencia, libertad y construcción de una sociedad justa y civilizada, donde el pueblo es verdaderamente dueño de su propio destino”. Y recordó que “hace 50 años, bajo el liderazgo del Partido Popular Revolucionario de Laos, encabezado por el presidente Kaysone Phomvihane, el hermano pueblo multiétnico de Laos se alzó en insurrección, tomó el poder para el Pueblo, derrocó el régimen monárquico, liberó completamente al país del yugo del régimen feudal y del imperialismo y colonialismo”.
Hoy Laos es un país que continúa reafirmándose en la construcción del socialismo y mantiene una de las mayores tasas de crecimiento económico a nivel mundial. Todo un ejemplo para las naciones en desarrollo, que no deberíamos soslayar.
“…Indochina es el lugar
Más allá del ancho mar
Donde revientan la flor
Con genocidio y napalm
La luna es una explosión
Que funde todo el clamor
El derecho de vivir en paz”
Víctor Jara