Con lucha, los movimientos sociales consiguieron la Emergencia Alimentaria en la ciudad de Santa Fe. “Debemos organizarnos y salir a la calle para torcer el estado de apatía y canalizar la bronca de forma colectiva”, recalcó desde el MTL, Rubén Salas.
Finalmente, el ejecutivo comunal de la ciudad de Santa Fe reglamentó la ordenanza que declara la Emergencia Alimentaria y lo hizo después de que organizaciones sociales que tienen a su cargo comedores y merenderos, volvieran a movilizarse para reclamar que el intendente, Juan Pablo Poletti, diera ese paso tal como lo postula la ordenanza aprobada en marzo por el Concejo Municipal.
El proyecto que surgió de una idea que fue presentada como Iniciativa Popular por las organizaciones sociales que actúan en esa jurisdicción, establece la institucionalización de forma permanente del Fondo de Asistencia Alimentaria que tiene que destinarse al financiamiento de los gastos de comedores y merenderos, para una permanente provisión de alimentos de calidad, así como para mejorar su infraestructura y dotarlos del equipamiento que se precisa para que funcionen.
Una de esas organizaciones es el Movimiento Territorial Liberación, cuyo coordinador Rubén Salas, celebró que se haya dado este paso, por el que se tienen que garantizar los recursos necesarios a partir de lo recaudado por una tasa que grava al juego de azar, que pasa del 0,5 al 2,5 por ciento. Pero la iniciativa contempla también la conformación de un Consejo, en el que participarán las organizaciones sociales que desde hace varios años vienen sosteniendo el esquema de comedores y merenderos populares, junto al Municipio y Caritas, que tal como señala Salas “queremos que se constituya como ámbito en el que se discutan las políticas públicas”.
Asimismo, el Consejo va a establecer un registro actualizado de comedores populares, “porque no queremos aparecer como dicen algunos malintencionadamente, que los comedores se roban la mercadería, algo que nunca se comprueba pero estigmatiza”, sostiene el referente del MTL y añade que también “queremos tener nosotros un control sobre cómo administra la Municipalidad este tipo de recursos”.
La situación es compleja. “Con los sucesivos aumentos se vuelve imposible pagar los alimentos y en medio de eso, Capital Humano dejó de brindar asistencia”, advierte Salas y lamenta que esto “produjo un quiebre en el que muchos comedores tuvieron que cerrar, otros debieron dar de comer menos días y algunos lo hacen cuando pueden”.
Y al respecto destaca la importancia que tiene la declaración de la Emergencia Alimentaria ya que, además, va a ayudar a que comedores y merenderos que carecen de respaldo y estructura, puedan inscribirse y seguir funcionando.
“Hay organizaciones sociales que al amparo de sucesivos gobiernos crecieron y regularizaron sus situaciones al tener contadores y abogados que se encargan de hacer los trámites para que sus comedores puedan funcionar”, refirió y añadió que principalmente durante la pandemia “comenzó a haber vecinos que solidariamente empezaron a dar de comer sin estar anotados, sin personería jurídica ni ningún tipo de papel, a puro pulmón, como podían, pidiéndole a los comerciantes, pero ahora todo el mundo está en la lona, esta es la realidad en los barrios y cuando pedían asistencia municipal no la tenían porque no cumplían con los requisitos legales para inscribirse”.
Por eso celebró que “se haya conseguido que se inscriban provisoriamente hasta que puedan regularizar sus situaciones, también que haya organizaciones que puedan abarcar a otras y así se pueda ir avanzando” y esto pese a que “la burocracia tiene sus tiempos, lo que lleva a que cada trámite que hay que hacer, para nosotros, parezca una eternidad y el hambre no espera”.
Poder popular
En Santa Fe el MTL está a cargo de varios comedores y merenderos como los de Vega, Reconquista y el de la capital provincial que está ubicado en el barrio Santa Rosa de Lima, que fue creado como un centro de cuidado infantil y que la propia dinámica de la crisis llevó a que en los días que corren deba priorizar la tarea de dar de comer.
“Nunca lo pensamos como un comedor ni como un merendero o Copa de Leche”, sostuvo Salas y recordó que originalmente fue ideado como “un lugar donde los trabajadores pudieran dejar a sus chicos cuando iban a hacer una changa o salían a cirujear o cartonear, un sitio seguro en el que los pudieran dejar, donde se les ayude a hacer la tarea escolar y para que no tuvieran que andar arriba del carro con los papás”.
Pero la cosa comenzó a cambiar para mal con la llegada de la pandemia. “Tuvimos que abrir un comedor”, puntualiza y aclara que “no somos partidarios de los comedores, porque los compañeros deben cocinar y comer en sus casas con lo que ganan trabajando, pero hoy eso es casi una utopía que nunca vamos a dejar de perseguir”, ya que “para nosotros lo central es que haya trabajo”.
Y lo que hay que decir es que, justamente, lo que se viene destruyendo a pasos agigantados es el trabajo, pero también los salarios acordes con precios fundamentales de la economía como los de los alimentos, los servicios públicos y la vivienda. Y esto como consecuencia de razones estructurales que hacen a la propia dinámica de una economía capitalista que tiene letales grados de dependencia, que se ven agravados por las medidas que viene tomando la presidencia Milei desde que, apenas llegada a La Rosada, decidió devaluar un 119 por ciento.
Por eso es que nadie puede sorprenderse con los datos que recientemente reveló el último informe que la Universidad Católica Argentina hizo en base a su Encuesta Permanente de Hogares, que dan cuenta de que en el Gran Santa Fe la pobreza alcanzaba al 60,6 por ciento de las personas en tanto que el 18,3 había sido arrojado a sobrevivir en la indigencia. Estos datos horribles van en consonancia con los de la mayoría que se registran en el resto del país y es de esperar que desde que fueron relevados hayan empeorado, tal como lo advierte el trabajo publicado no hace mucho por Unicef que deja en claro que un millón de pibes se queda sin cenar en Argentina y 1,5 millones se ve obligado a saltear alguna comida durante el día.
Mientras tanto la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, continúa sin obedecer la orden que hace casi cuatro meses le dio el juez federal Sebastián Casanello, por la que debe presentar un cronograma de distribución de los de alrededor de seis mil toneladas de alimentos adquiridos antes de su gestión, que siguen acaparados en los depósitos de Villa Martelli y Tafí Viejo.
“El panorama es tremendamente difícil, porque además de la terrible cantidad de pibes que no pueden hacer diariamente las comidas que precisan, hay una situación de violencia social y marginalidad que se ha profundizado”, dice el dirigente del MTL y enciende luces de alarma cuando recalca que en varios barrios “ya existía un coctel de violencia social y narcotráfico, pero era algo en lo que la mayoría de gente no entraba, y hoy ya se vuelve muy difícil ayudar a que no entren, porque el único que mueve plata en los barrios es el narcotráfico y eso afecta a todos incluso a los trabajadores ocupados que no les alcanza el sueldo para comer, porque nunca se había visto en Argentina eso de tener trabajo y ser pobre”.
El cuadro es dantesco. “La situación se ha ido agravando y sigue empeorando día a día, hay vecinos que sacan el aire acondicionado que se habían comprado con mucho esfuerzo, para venderlo y pagar deudas a algún narco al que tuvieron que recurrir de urgencia por necesitar plata para algo, se deshacen de lo poquito que habían podido conseguir en un tiempo en el que tampoco todo eran flores, pero trabajando y ahorrando muchísimo podían comprar algo de lo que hoy se deben desprender por dos pesos, para poder sobrevivir de alguna forma”.
Y con este telón de fondo, adverso y complejo, en el que el MTL continúa construyendo poder popular y lo hace desde la raíz. “Sabemos que la construcción es por abajo”, remarca Salas y sostiene que “ya está visto que los grandes acuerdos electorales de los partidos políticos, organizaciones sociales y obreras siempre acaban favoreciendo a los mismos, por eso para nosotros la única forma es la construcción de poder popular es teniendo organizaciones en el territorio que sean fuertes y numerosas, y que no vendan por dos pesos lo que ha costado tanto conseguir”.
Pero también es el escenario en el que “comienza a haber un germen de protesta que habrá que ver como la construimos” y aunque “no es la misma protesta de 2001, hay que articularla porque no hay más salida que la calle”, por lo que “aunque haya quienes dicen que no es tiempo, esperando que aparezca un salvador que para algunos es la vicepresidenta, para nosotros no hay tiempo que esperar, por eso debemos organizarnos y salir a la calle que es lo que abre otra perspectiva para torcer este estado de apatía y canalizar la bronca de forma colectiva”.