Este es el mensaje, contundente y claro, que el martes próximo llevará al Tribunal Oral Federal de Rosario, Teresa Isabel Mansilla, cuando se siente a declarar en el juicio por varios hechos de privación Ilegal de la Libertad perpetrados en 1976 en San Nicolás, entre ellos, el de su esposo Ramón Miguel Valor.
“Quiero que los genocidas sean juzgados como debe ser y penalizados como corresponda”. La frase sensata y sincera fue dicha por Teresa Isabel Mansilla, quien el martes venidero va a viajar desde San Nicolás hasta Rosario, donde debe prestar declaración en la causa “Berg y otros” que se tramita en el marco de la megacausa Saint Amant IV, en la que se deben sentar en el banquillo de los acusados doce ex militares y ex agentes de las policías Federal y Bonaerense, quienes están imputados de haber perpetrado delitos de lesa humanidad durante la última dictadura en la zona norte de la provincia de Buenos Aires.
Ramón Miguel Valor fue detenido en San Nicolás pocos días después del golpe de Estado de 1976. “Desde joven Ramón militó en la Federación Juvenil Comunista”, recuerda Teresa y añade que después de que se casaron “yo comencé también a militar”. Ramón era un trabajador de la construcción, se desempeñaba como oficial cañista, pero asimismo era un militante activo del Partido Comunista nicoleño donde compartía tareas con otros referentes de esa zona como Juan Berg Frank, María Mayer de Berg, José Luis Berg, Gabriela Flores, Jorge Rubén Moreyra, Hugo César Moreyra, Félix Moreyra, Daniel Jomich, Jorge Alberto Jomich, Anabel Longinotti, Liliana Sofía Longinotti, Roberto Longinotti, Omar Cortez, Daniel Laredo, José María Pellita, Natalia María Ratcheff y Julio Omar Di Gangi.
La cosa nunca había resultado fácil, pero eso jamás fue un obstáculo para que esta camada de comunistas, llevaran a cabo su militancia. “Mi marido fue perseguido tanto por la Triple A como durante distintos golpes militares previos al 76, pero en esas épocas lo llevaban detenido, permanecía durante una semana o quince días preso y después lo dejaban en libertad”, sigue recordando Teresa.
Pero a partir del 29 de marzo de 1976 todo fue diferente y “aunque los camaradas del Partido nos habían avisado que podía pasar algo, que teníamos que irnos de San Nicolás, decidimos quedarnos”. Así fue que “inmediatamente después del golpe, en horas de la mañana, se produjo un operativo en mi casa del cual participaban más de quince militares fuertemente armados”, describe Teresa y con particular minuciosidad agrega que “golpearon la puerta y cuando abro me encuentro con todo ese despliegue, veo a un militar que le manifiesta a mi esposo que lo tenía que acompañar y pese a que no tenían orden de detención ni allanamiento, revisaron toda la casa diciendo que buscaban armas”.
En tales circunstancias se llevaron a Ramón y comenzó para su esposa y su hijo Carlos, que por entonces era sólo un pibe, un verdadero calvario que los llevó a golpear distintas puertas para intentar dar con el paradero de Ramón. “Me enteré que estaba en el Batallón de Ingenieros de San Nicolás, porque fui a preguntar ahí dado que al momento de la detención los militares manifestaron que nos quedáramos tranquilos, porque lo llevaban ante los jefes del Batallón, ya que necesitaban hablar con mi marido”.
No queda claro cuántos días lo retuvieron en el Batallón de Ingenieros de Combate 101, pero sí que ahí fue interrogado y que después lo trasladaron a la Unidad Penal 3 de la misma localidad, donde quedó “a disposición del Poder Ejecutivo Nacional” que era la forma utilizada por la dictadura para categorizar a las personas cuya detención reconocía, aunque no se les iniciara ninguna causa legal que justificara que permanezcan retenidos.
“Apenas sucede lo de mi esposo, como ya sabíamos cómo venía la mano, junto con otros compañeros del PC fuimos hasta Buenos Aires para contactarnos con la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, para que nos asesoraran ya que disponían de abogados”, puntualiza Teresa y añade que a partir de ese momento “muchos abogados vinieron hasta San Nicolás y nos enviaban escritos que teníamos que presentar para que liberaran a nuestros compañeros”.
Tras tres meses de detención en la U3, Ramón Valor fue llevado a la Unidad Penal de Sierra Chica, donde estuvo detenido un año y tres meses, hasta que le concedieron la libertad. “Salió muy enfermo, deteriorado física y psíquicamente, tal es así que nunca se pudo recuperar y terminó su vida internado en diferentes centros psiquiátricos”, evoca su viuda sin que su voz pueda disimular el dolor pese a los años que pasaron.
“Mi papá quedo a disposición del Poder Ejecutivo, yo era estudiante secundario y teníamos que ir con mi mamá hasta Sierra Chica, él la pasó muy mal, mi papá quedó ciego por las torturas y agarró diabetes”, sostiene Carlos, el hijo de Teresa y Ramón.
“Ramón Miguel jamás había sufrido problemas de salud mental, era una persona muy sana psíquicamente, pero después de haber estado preso durante la dictadura quedó muy afectado psíquicamente y no volvió a ser el mismo”, explica su viuda y agrega que esa fue su situación hasta que falleció el 14 de abril de 2002, internado en el Sanatorio Plaza de San Nicolás.
La de Ramón, Teresa, Carlos y el resto de los camaradas nicoleños que fueron perseguidos, encarcelados y represaliados por la dictadura es una historia enorme que nutre el acervo que es patrimonio de todos los comunistas. Es una historia de lucha, convicciones y resistencia que, como tal, tiene en los días que corren una particular vigencia, cuando otra vez con las herramientas de Gobierno, la clase capitalista intenta imponer el mismo proyecto de 1976 y que, por lo tanto, reivindica a los genocidas que se enseñorearon en nuestro país durante aquellos años.
Por eso es que resulta prudente y justo, revindicar a los Valor, los Berg, Flores, Moreyra, Jomich, Longinotti, Laredo, Pellita, Ratcheff y Di Gangi. Son algo más que apellidos, son camaradas unidos por una historia común de resistencia y lucha que el martes próximo va tener un nuevo capítulo cuando acompañada por su hijo Carlos y el Partido Comunista de Rosario, Teresa se siente frente a los integrantes del Tribunal Oral Federal 2 de esa ciudad, para volver a reiterar que “luchamos para que nada de esto quede impune”.